Su padre era carpintero y albañil eventual; su madre despalilladora de oficio. Nació en una familia humilde, de esas que prevalecían en Cuba a inicios del siglo XX. “Pobre y negro, es decir, en la base doliente de una pirámide de opresiones”, dijo sobre él Juan Marinello, y nunca mejor dicho, pues los obstáculos, hacen más fuerte a cualquier persona.
De Lázaro Peña González se conoce su faceta sindical y comunista, su vinculación con la lucha de clases para luchar por los derechos de los trabajadores. Pero, pocos conocen el niño que perdió a su padre a los 10 años de edad y tuvo que abandonar la escuela para trabajar como ayudante de carpintero, albañil y herrero.
Tenía sueños, como cualquier otro pequeño de su edad: Lázaro quería ser violinista, pero no pudo tocar el instrumento y en su lugar trabajó en una tabaquería. No dejo de lado los libros y su afición por la lectura que le permitió alcanzar un amplio perfil cultural de forma autodidacta.
Este viernes se cumplen 109 años de su nacimiento, y para conmemorar esta fecha Cubadebate conversa con María del Carmen Amaro Cano, quien compartió y conoció personalmente a Lázaro Peña.
“Soy matancera. Mi primera profesión fue maestra, que ejercí con apenas 14 años, en una escuelita de niños pobres. Simultáneo a ese trabajo curse mis estudios de Bachillerato.
“Al triunfo de la Revolución, pude venir a La Habana, a estudiar enfermería, pues siempre me ha gustado cuidar a las personas. Al graduarme, me ubicaron en el Hospital “General Calixto García” y luego trabajé en el INCA (hoy Emergencias) a las órdenes del Comandante René Vallejo.
“Al año me seleccionaron para recibir un curso post-básico de Administración y Docencia en Enfermería y al graduarme, me ubicaron en el Hospital Militar Carlos J. Finlay, donde fui Jefa de Enfermeras y Profesora de la Escuela. De ahí regresé a mi ciudad natal, donde ejercí como Profesora en la Escuela de Enfermeras, ubicada en el mismo barrio donde nací.
“Un año más tarde regresé a La Habana y me ubicaron en el Hospital de Maternidad “América Arias”, en el que me desempeñé como Jefa de Enfermeras e integré las filas del PCC, ocupando la Secretaría de Organización primero y luego Secretaría General.
“Allí fui seleccionada para integrar la primera misión médica docente, que tuvo como destino, Argelia, donde ejercí como Jefa de Enfermeras de la Misión y directora del Instituto Tecnológico de la Salud en Mostaganem, desde 1969 hasta 1971.
“A mi regreso, ubicada de nuevo en el Hospital “General Calixto García”, fui una de los fundadores del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud, el 23 de febrero de 1972, donde ocupé la Secretaría de Organización y Finanzas. Al año siguiente representé a la mujer trabajadora en la delegación de la Federación de Mujeres Cubanas -presidida por Vilma Espín Guillois- a la II Conferencia Internacional de Mujeres, celebrada en Chile.
– ¿Qué le impresionó de la personalidad de Lázaro?
Lázaro es un ejemplo de dedicación, abnegación, espíritu de sacrificio y lealtad. Era un gran organizador, un orador de palabra sencilla y clara, comprensivo aun con los problemas y criterios que no compartía. Una de las virtudes que lo distinguía era su gran poder persuasivo sin imponer criterio.
Faustino Calcines Gordillo –quien fue su compañero de luchas durante muchos años- lo describe así: “Se caracterizaba por su modestia y sencillez, escuchaba siempre con atención y respeto a los demás, poseía gran capacidad para convencer a las masas, educar. Con él se podía hablar sobre cualquier tema”.
-Y de su vida, ¿qué más admira?
Su eterna juventud útil. Pensar que con apenas 10 años, quedó huérfano de padre y tuvo que abandonar la escuela e iniciarse como aprendiz de herrero y después carpintero, albañil y tabaquero. Luego, con solo 18 años ingresa en el Partido Comunista.
Se enfrentó a la tiranía de Machado, por lo que sufrió su primer encarcelamiento, a los 21 años, en el Castillo del Príncipe en 1932. Dos años más tarde, con apenas 23 años, al celebrarse el II Congreso del Partido Comunista de Cuba, fue elegido miembro de su Comité Central.
El fracaso de la huelga de marzo de 1935 lo llevó una vez más a la cárcel, pero ni con torturas lograron arrancarle una palabra que comprometiera a sus
compañeros. Al salir de la cárcel, el Partido Comunista le dio la misión de reconstruir el movimiento obrero, desmembrado y tenazmente perseguido tras la huelga general.
Contaba 28 años, cuando el 28 de enero de 1939, se celebró en La Habana el Congreso de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), en el que, avalado por su origen humilde, su capacidad aglutinadora y un indiscutible prestigio como líder honesto y valiente en defensa de los trabajadores, fue electo Secretario General y también delegado a la Asamblea Constituyente.
-¿Tiene conocimiento de las actividades internacionales en las que
Lázaro participaba?
Fue una importante figura en la fundación de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), con sede en México. En 1945, al constituirse la Federación Sindical Mundial, (FSM), estuvo entre los fundadores y desde entonces ocupó responsabilidades en ella como Miembro del Comité Ejecutivo al ser elegido Secretario y luego Vicepresidente en 1953, cargo este último que desempeñó hasta su fallecimiento.
-¿Y sobre la actividad sindical de Lázaro al triunfo de la Revolución?
Volvió a ser electo Secretario General de la CTC. Desde ese cargo movilizó a las masas para trabajos voluntarios, las llamó a vestir el uniforme de las Milicias Nacionales Revolucionarias y, en 1961, al celebrarse el XI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba, organización que había logrado rescatar la unidad y el prestigio del movimiento obrero organizado, fue electo nuevamente Secretario General hasta que, en 1966, dolorosamente se iniciara el Movimiento de Avanzada.
-¿Y qué hizo entonces Lázaro?
Se dedicó a desplegar una destacada actividad en el movimiento sindical internacional, con la creación del Congreso Permanente de Unidad Sindical de los Trabajadores de América Latina (CPUSTAL) y en los congresos de la Federación Sindical Mundial (FSM), de la que era uno de sus vicepresidentes.
-¿Qué sabe acerca de los preparativos del XIII Congreso Obrero?
Lázaro era el jefe del Departamento de Organizaciones de Masas desde febrero de 1973. El Llamamiento al Congreso tenía como objetivo fortalecer el movimiento sindical. Se había creado una Comisión dirigida por Jesús Montané y Jorge Risquet, entonces ministro de Trabajo. Lázaro no integraba esa Comisión; pero constantemente estaban obligados a consultarle. Finalmente encabezó el proceso, revisando las Tesis y participando en las Asambleas.
-¿Cuál era la opinión de Lázaro acerca del proceso de discusión de las Tesis del XIII Congreso?
Según él mismo decía, “se desarrolló la discusión más extensa, democrática,
profunda y aleccionadora de toda la historia del movimiento sindical cubano, en
la que los trabajadores, en las más de 40 mil asambleas celebradas, podían
intervenir libre y espontáneamente”.
-¿Qué recuerdos guarda del XIII Congreso?
El histórico XIII Congreso, reunido del 11 al 15 de noviembre de 1973, conducido por el Capitán de la clase obrera cubana y maestro de cuadros sindicales, logró sintetizar magistralmente las bases del movimiento sindical cubano, en y para el socialismo.
De esa su última batalla dos de sus mensajes cobran hoy especial actualidad: la necesidad de elevar la capacitación de los dirigentes sindicales para poder tomar parte activa en los problemas económicos; y que siempre marchen juntos deberes y derechos: derechos, todos los que la Revolución le ha reconocido y consagrado a los trabajadores, y deberes, todos los que reclame la Patria.
La propuesta de Lázaro como Secretario General surgió de los propios delegados al Congreso y su elección constituyó un emotivo momento histórico, saludado por una larga y ferviente aclamación de los participantes en la reunión.
-¿Qué le agradece a Lázaro?
Considero que fue un privilegio haberlo conocido y participado en todas las Asambleas de discusión de las Tesis del XIII Congreso, desde Cubana de Acero hasta el ICRT. Además, Lázaro me seleccionó entre sus acompañantes al VIII Congreso de la FSM, efectuado en Varna, Bulgaria, del 15 al 22 de octubre de 1973.
Allí, con sus compañeros de la FSM, me presentó como “su hija política”, a quien proponía para asumir la Secretaría General de la Unión de Sindicatos Profesionales, con sede en Sofia, Bulgaria. Esa confianza de Lázaro, depositada en mí, me permitió visitar países de Europa, Asia, África, América Latina y el Caribe –menos los siete países que me negaron visa, entre los cuales se encontraba, por supuesto, EUA- hasta 1978, en que regresé a Cuba, al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud, en cuyo Congreso resulté electa segunda secretaria.
-¿Cómo recuerda a Lázaro Peña?
Una noche de 1980 me llama por teléfono el Comandante Faustino Pérez -a quien había conocido en Bulgaria, donde él era entonces el embajador de nuestro país- y me dice que el General del Valle, que ahora ocupaba el cargo de ministro de Salud Pública, quería hablar conmigo para ofrecerme ir a trabajar con él, pues tenía el propósito de crear una Oficina de Atención al Pueblo y necesitaba alguien con sensibilidad ante los problemas de los trabajadores y el pueblo.
Me dijo Faustino que el ministro del Valle le había comentado: “Esta muchacha, trabajando junto a Lázaro Peña, tiene que haber desarrollado esa cualidad que distinguió siempre al líder de la clase obrera cubana”.
Una década más tarde, cuando la Federación Sindical Mundial (FSM) me otorgó la Medalla del Honor, en 1990, un periodista me preguntó cuál era el otro reconocimiento importante que yo había recibido y, sin vacilar un segundo, le contesté: “Haber sido presentada por Lázaro Peña, precisamente en la FSM, como su hija política. Ese es el mayor reconocimiento que he recibido, del cual me siento muy orgullosa. Lo quise mucho…y lo quiero mucho todavía”.
Tomado de Cubadebate