En tiempos de pandemia de la COVID-19, aumentan los seguidores de los movimientos antivacunas, quienes utilizan las redes sociales para diseminar información falsa o parcializada. Algunas características de tal escenario, son esbozadas por Talha Burki en The Lancet Digital Health, en su volumen 2, número 10, de octubre de este año.
Un nuevo informe del Centro para la Lucha contra el Odio Digital (CCDH) ha criticado a las empresas de redes sociales por permitir que el movimiento antivacunas permanezca en sus plataformas. Los autores del informe señalaron que las cuentas de redes sociales en poder de los llamados antivacunas han aumentado sus seguidores en al menos 7,8 millones de personas desde 2019.
Según los autores de este informe, la decisión de continuar alojando contenido de información calificada como errónea dejó a los antivacunas en línea listos para atacar sobre la oportunidad que presenta la pandemia ocasionada por al SARS-CoV-2 para apoyar sus campañas. El CCDH advirtió que el creciente movimiento contra las vacunas podría socavar el lanzamiento de cualquiera de estas opciones terapéuticas contra la COVID-19.
Las actitudes del público hacia la vacunación se pueden dividir en tres categorías. Primero, hay personas que han sido persuadidas de los méritos de la vacunación. En el Reino Unido y EE. UU., este grupo constituye entre el 70 % y el 90 % de la población. En segundo lugar, están los antivacunas dogmáticos. “Se trata de gente al margen de todo razonamiento. No van a cambiar sus puntos de vista”, explica Vish Viswanath, profesor de comunicación sanitaria en el Departamento de Ciencias Sociales y del Comportamiento de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de Harvard.
Entre los dos grupos se encuentra un tercero compuesto por personas indecisas. “Estas personas tienen preguntas legítimas”, dijo Viswanath. “Quieren hacer lo correcto, pero tienen dudas. Aquí es donde debemos centrar nuestra atención”.
Pero parece que el movimiento antivacunas ya lo ha descubierto. Un artículo publicado en Nature a principios de este año mapeó las opiniones en línea sobre la vacunación. Los autores concluyeron que, aunque aún en pequeña proporción, los grupos antivacunación logran influir en los grupos indecisos en la principal red en línea, mientras que los grupos provacunación son más periféricos. Advirtieron que en una década el movimiento antivacuna en línea podría abrumar a las voces a favor de la vacunación. Si eso sucediera, las consecuencias se extenderían mucho más allá de la COVID-19.
Viswanath piensa que las plataformas de redes sociales aún no actúan con la suficiente rapidez para contrarrestar este movimiento. «Están dando algunos pasos tentativos, pero son insuficientes. No basta con simplemente marcar publicaciones inapropiadas; la gente todavía los leerá y sabemos que incluso si una falsedad está etiquetada como tal, la gente todavía la recordará, y algunas personas la creerán», dijo.
“Nuestra respuesta tiene que basarse en estudios científicos sobre cómo las personas desarrollan estas creencias y luego podremos adoptar estrategias para reclamar a los antivacunas por su desinformación, en lugar de eliminar por completo sus voces”. Imran Ahmed, fundador y director ejecutivo de CCDH, señaló que hay pruebas limitadas sobre la eficacia de la refutación. “La mejor manera de evitar que alguien se convierta en un antivacunas es evitar que se infecte en primer lugar”, afirmó. Epidemiológicamente hablando, la idea es reducir el R0, en lugar de tratar la enfermedad.
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