A las 10:29 del viernes 25 de noviembre 2016 dejó de existir físicamente el líder del respeto a la dignidad humana, de la justicia social, de la sensibilidad ante el dolor ajeno, no solo de sus compatriotas, sino de los hijos de las clases desposeídas de Nuestra América y del mundo, del luchador incansable por un mundo mejor, a sabiendas de que es posible. Con su uniforme verde olivo y sus botas recorrió el mundo llevando la luz de la esperanza el invicto Comandante en Jefe, que marchó siempre al frente, con el coraje físico y moral que lo caracterizó hasta el último día de su vida física. Por eso no era solo el dirigente, sino el líder, que sabía escuchar y luego argumentar, con la pasión que lo caracterizaba, hasta llegar a convencer. Por eso cientos de miles de ciudadanos cubanos y del mundo se han convertido en seguidores de sus ideas.
En el ámbito de la salud, nos deja muchos ejemplos: su transparencia en la información clara, veraz y oportuna para no dejarle espacio al enemigo, como lo ejemplificó cuando la epidemia de dengue hemorrágico de 1983, siendo él mismo quien daba los partes diarios de los enfermos y fallecidos. También su extraordinaria sensibilidad humana, como lo recordamos inclinado hacia la cama de uno de los niños enfermos, con el dolor reflejado en su rostro, expresando que sabía ponerse en lugar del otro. Y su sentido de responsabilidad con las consecuencias inmediatas y mediatas de los actos, al asumir la necesidad de crear a tiempo las Unidades de Cuidados Intensivos Pediátricos para salvar la mayor cantidad de vidas posibles. Su sentido de la solidaridad, ofreciendo siempre la ayuda cubana ante cualquier situación de desastre natural, en la lucha por la independencia nacional de otros pueblos y en el reforzamiento de los servicios de salud o la educación de las naciones del tercer mundo.
La salud ha sido una de las dos grandes conquistas de la Revolución Cubana, gracias a su decisión desde el triunfo revolucionario de dar solución a los problemas existentes en el país, denunciados con valentía en su alegato de defensa, cuando el juicio del Moncada.
Por eso y otras decisiones y obras en aras de la justicia social, el legítimo martiano logró no solo que la Historia lo Absolviera, sino que lo grabara para siempre entre sus mejores hijos.
La Sociedad Cubana de Historia de la Medicina lo tiene entre las grandes personalidades que han realizado grandes aportes a la salud pública cubana. Por ello, estará siempre en nuestra Historia del período revolucionario.
¡Gracias, Fidel!
Sociedad Cubana de Historia de la Medicina
Colaboración: María del Carmen Amaro