Yo, como otros tantos, me he convertido en “sanitaria frente al COVID”. Lo cierto es que me siento afortunada en relación con otros compañeros: soy joven, no me han cambiado de unidad ni de hospital al empezar la reorganización en la pandemia, conocía la UCI y a los compañeros, sabía (desde mi corta experiencia) cómo trabajar, cómo funcionaba el equipo, cómo eran los pacientes de UCI, las medicaciones, los respiradores… La capacitación en EPI (Equipo de Protección Individual) la hice con al menos una semana de antelación al primer caso que traté. Esto parecería lo mínimo a cumplir para trabajar bien, disminuir los riesgos hacia el paciente y hacia nosotros mismos, pero en realidad duró esa semana y actualmente algo así sería un regalo. Todo esto me hace sentir en una situación privilegiada y soy consciente de ello, pero espero, con estas pocas líneas, poder dar voz a muchos de mis compañeros y sus bien distintas situaciones (…)
(… ) Desde el punto de vista de la enfermería, sólo decir que no cambiaría por nada esta profesión. Que muchos momentos son y serán duros, que quizá con los años se note más el peso, no lo sé. Solo sé que, hoy por hoy, no me puedo sentir más llena de ganas por seguir ahí cuidando a pie de cama: no puedo estar más orgullosa de haber elegido ser enfermera. Eso sí, espero pronto volver a la cercanía sin todas las barreras que hay ahora y nos impiden acercarnos como realmente nos gustaría a los pacientes y sus familias… que a veces, en estos días, me falta eso para sentirme realmente yo, para sentir que no soy robot, que sigo cuidando y “siendo enfermera”.
Lea en Medicc Review el testimonio completo de Paula Guerra-Librero de Hoyos, una enfermera madrileña que escribe desde la zona roja.