Una gobernanza revolucionaria, atendiendo a la ciencia constituida y a los intereses de toda la sociedad, ha permitido que hoy estén entre nosotros por lo menos 1000 cubanos que de otra forma no hubieran podido sobreponerse a la pandemia que nos agobia.
Como todas las conclusiones de las estadísticas, solo podemos aquí referirnos a la cifra. Pero de esos que siguen vivos al menos lo saben los que enfermaron gravemente y sanaron gracias a algún tratamiento autóctono, científicamente fundamentado y administrado con ganas. Nunca lo sabrá la mayoría: los que nunca enfermaron ni enfermarán gracias a las muchas veces drásticas y siempre caras medidas de pesquisas y aislamiento. Tampoco los que siguieron sanos porque supieron a tiempo los peligros y los evitaron gracias a la cultura que siempre ha prodigado la Revolución Cubana a todos, indistintamente de que sean sus afectos o desafectos.
Las muchas cifras que se gestionan a veces impiden ver algunas verdades evidentes. La pandemia se había llevado la vida de 2 711 083 seres humanos en este mundo, a partir de 122 908 517 casos confirmados y reportados hasta el 21 de marzo de 2021 en la mañana, todo según las estadísticas contabilizadas por el sitio de la Universidad Johns Hopkins (https://coronavirus.jhu.edu/map.html).
Esto significa que la letalidad global es del 2.21 % a más de un año de aparecida la fatal mutación de coronavirus que la provoca. De cada mil enfermos han fallecido 22.
En nuestra isla se habían entonces reportado 65 962 casos y teníamos 392 fallecidos con un muestreo intensivo que probablemente es de los más abarcadores del mundo. La letalidad es así de un 0.59 %. Hemos perdido 6 vidas por cada 1000 enfermos. En cifras globales, si la gestión de la pandemia en Cuba hubiera sido como la media mundial, otros 1 063 cubanos no estarían entre nosotros a estas alturas, además de los que hemos perdido. Esa es la cifra clave de nuestro titular, y que seguirá creciendo para bien, pues el día anterior era de 1 049.
La lectura de los datos mundiales deja mucho que pensar y a veces solo algunas cifras comparativas pueden conducirnos a conclusiones. La estadística es una ciencia de grandes números para poder sacar de ella buena parte de sus beneficios. Algunos países como Cuba reportan cifras muy confiables. Sabemos que el número de casos de aquí puede ser comparativamente mucho más exacto que el de algunos con sistemas de salud pública menos penetrantes en la población o menos eficientes.
Vale la pena recorrer nuestro entorno geográfico. Si nos comparamos con las cifras de relación entre infectados y fallecidos de México, serían 5 556 los cubanos sobrevivientes. Si lo hacemos con el estado de la Florida, tan cercano y antropológicamente comparable con el nuestro, nuestra supervivencia sería de 685. La cifra comparativa con una isla tan hermana como Puerto Rico nos permite decir que supervivieron 935 cubanos, con respecto a lo que hubiera ocurrido si tuviéramos un sistema de enfrentamiento a la pandemia similar al de ellos.
El gráfico siguiente se ha tomado del centro de datos “Our World in Data” de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido (https://ourworldindata.org/coronavirus-data?country=CUB~USA~MEX~BRA~DOM~PRI#relative-to-the-size-of-the-population).
Las curvas muestran la evolución del número de fallecidos por millón de habitantes entre diversos países seleccionados desde el 30 de enero de 2020. Las comparaciones se hacen evidentes de una ojeada a las líneas y ocuparían un espacio innecesario. Sin embargo, es recomendable observar como varían las tendencias. Cuando estas curvas tienden a aplanarse significa que se muere menos gente a medida que avanza el tiempo allí donde se trabaja por resolver el problema. De los países seleccionados, todos menos Brasil lo van logrando o comenzando a lograr.
La utopía revolucionaria cubana ha permitido que todos, incluyendo la mayoría de sus enemigos autóctonos actuales, se hayan superado más allá de las posibilidades que hubiera permitido el sistema capitalista que nos correspondía en la época y el lugar que ocupamos en el mundo. Para los que no desean que los cubanos tengamos éxito en ella, lo bueno logrado debe ser silenciado, deformado o controvertido. También se trata de distraer con acciones más o menos rocambolescas. Nuestros fracasos deben ser para ellos, contrariamente, magnificados. Siempre existirán infames con o sin talento dispuestos a mentir mediáticamente para favorecer a los que los financian, cueste lo que le cueste a los coterráneos de su país de nacimiento.
Las verdades, sin embargo, florecen solas por su evidencia. Solo hace falta regarlas y hacerlas valer creíblemente, sin propaganda invasiva ni vacíos actos de fe que llegan a provocar rechazos. Usemos la inteligencia que hemos cultivado para que esas verdades se conviertan en convicciones y más deseos de participar por parte de todos y para todos.
Tomado de Cubadebate.
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