Un nuevo estudio, al que tuvo acceso el programa televisivo Enquête, de Radio Canadá, alega que “agentes neurotóxicos usados en la fumigación con pesticidas” pudieron ser la causa de los problemas de salud que reportaron diplomáticos canadienses mientras estaban acreditados en Cuba.
La investigación científica está encabezada por el Doctor Alon Friedman, del Departamento de Neurociencias y Pediatría Médica de la Universidad de Dalhousie, Canadá.
Durante un encuentro celebrado el pasado mes de julio, en La Habana, los investigadores canadienses compartieron su tesis, de forma preliminar, con las autoridades y el Comité de Expertos cubanos que estudia las alegaciones estadounidenses desde hace casi dos años.
En un artículo publicado hoy, CBC News hace referencia a que existe una correlación entre los individuos más afectados por los síntomas y el número de fumigaciones que se realizaron en sus residencias por parte de la embajada canadiense en La Habana, que “pudo haber aplicado insecticidas para combatir mosquitos con una frecuencia hasta cinco veces más de lo usual”.
De inmediato, Cubadebate contactó con autoridades del Ministerio de Salud Pública de Cuba para indagar sobre el uso de insecticidas en el país:
“Para combatir a los mosquitos se han respetado los protocolos establecidos internacionalmente, incluidas las normas de la OMS y OPS, y los procedimientos establecidos por los fabricantes de estos agentes químicos. No obstante, revisaremos el tema a tenor de las investigaciones que se están conduciendo”, respondieron vía correo electrónico.
Los resultados de la investigación de la Universidad de Dalhousie niegan las teorías infundadas, y no demostradas científicamente, de que se produjeron “ataques” a los diplomáticos con “armas misteriosas”. Esta nueva hipótesis contribuye a esclarecer que las diversas teorías sobre los llamados “fenómenos direccionales” y otros eufemismos sobre supuestos “ataques sónicos” carecen de fundamento.
De manera preliminar, los expertos cubanos que han trabajado el tema consideran que la hipótesis presentada por el equipo canadiense es un intento serio para explicar mediante la investigación científica los síntomas reportados, aunque es prematuro llegar a conclusiones.
Según los científicos de la Universidad de Dalhousie, los resultados de su investigación sobre una muestra de los diplomáticos son interpretados como “daño cerebral causado por exposición sostenida a insecticidas utilizados para el control de plagas”. En el encuentro sostenido en julio, el equipo canadiense solicitó realizar investigaciones conjuntas con Cuba para explorar sus hipótesis.
Ya se han iniciado intercambios entre los científicos de Canadá y el comité de expertos de Cuba para avanzar a corto plazo en más estudios en nuestro país.
En el estudio canadiense –en el cual intervinieron 15 investigadores principales y sus equipos– participaron 26 individuos, incluido un grupo de control integrado por personas que nunca estuvieron en La Habana.
Aunque el trabajo del equipo investigador de la Universidad de Dalhousie está realizado con rigor científico, el comité de expertos cubano considera que al utilizar una muestra pequeña y heterogénea, resulta difícil llegar a conclusiones definitivas. “No es posible excluir otras explicaciones basadas en patologías muy comunes”.
Al respecto, el Doctor en Ciencias Mitchell Joseph Valdés-Sosa, señala que los canadienses hicieron las pruebas a un pequeño grupo de las personas que se retiraron de La Habana, no a todos, porque algunos diplomáticos no tenían una justificación médica para examinarlos. “Algo que también se deduce cuando se realiza un examen cuidadoso de lo que han publicado los propios norteamericanos”.
Al revisar en su conjunto los datos públicos sobre los incidentes de salud de diplomáticos canadienses y estadounidenses con estancias en Cuba, queda confirmado que no todos presentan los mismos problemas. De hecho, muchos de los hallazgos positivos en algunos de los estudios podrían estar determinados por subgrupos de personas con cuadros médicos distintos a los demás.
“Desde el primer momento, siempre dijimos que pudieran existir individuos enfermos, pero no por armas sónicas, ni que todos padecieran la misma patología, no todos tienen lo mismo. Por ejemplo, los medios de EE.UU. han hablado mucho de pérdida auditiva, pero en ambos casos, canadienses y norteamericanos, las personas que la presentan son una minoría que se reconoce que la tenían antes de estar en Cuba. Por tanto, eso no es verdad”, afirma Valdés–Sosa, director General del Centro de Neurociencias de Cuba.
Los canadienses encontraron cambios en imágenes del cerebro que, por cierto son distintas a lo que se reportó en el segundo de los artículos que los investigadores norteamericanos publicaron en la revista JAMA, ambos artículos muy criticados por la comunidad científica internacional.
Evidentemente, “no hay un síndrome de La Habana causado por misteriosas armas, porque todos los afectados tendrían que tener lo mismo y estamos convencidos de que algunos casos tienen síntomas mínimos”.
La hipótesis canadiense –subraya Valdés-Sosa–, tiene una diferencia respecto a las matrices que los medios de Estados Unidos han reflejado y el tratamiento que el Gobierno de ese país ha dado al asunto.
“Canadá no dio a conocer el tema hasta haberlo discutido con nosotros y además pidió colaboración. Los estadounidenses hicieron investigación entre ellos y llegaron a conclusiones que hemos demostrado que son absurdas. Nunca nos hemos reunido con los investigadores de EE.UU. Una delegación de médicos cubanos fuimos allá a discutir el tema invitados por el Departamento de Estado y quienes nos atendieron no habían participado en los estudios realizados a los pacientes, nunca hablamos con los científicos involucrados”.
El neurocientífico recuerda que hay antecedentes en la literatura mundial sobre el hecho de que una exposición sostenida a insecticidas o plaguicidas, aunque sea en dosis bajas, puede producir síntomas de tipo neurosicológicos, que significa que hay alguna alteración en las funciones cerebrales.
Precisamente, el estudio realizado en Canadá examina antecedentes registrados internacionalmente sobre el efecto de esas sustancias, concluyen que de existir una exposición a sustancias químicas por parte de sus diplomáticos sería a dosis bajas.
“Esta hipótesis no invoca armas misteriosas que violan las leyes de la física, como es el caso de los estadounidenses, que empezaron a hablar de armas sónicas, microondas, ultrasonidos… Explicaciones que científicos del mundo entero declararon absurdas”, afirma Valdés-Sosa.
“Si ocurrieron o no las afectaciones que nos presentan, es algo que habrá que examinar y que será objeto de los estudios que vamos a hacer en conjunto, porque vamos a colaborar en examinar su hipótesis. Ellos reconocen en el estudio que los diplomáticos estaban expuestos a un nivel de fumigación muy intensa dentro de la embajada, aparte de la que aplicaba Cuba en el exterior de sus residencias, como se hace en cualquier barrio de La Habana.
“En la población cubana no hemos detectado nunca esta situación. Nuestro país se adhiere estrictamente a los protocolos internacionales que están normados por la OMS, la OPS y los propios fabricantes que recomiendan cómo usarlos”.
El neurocientífico cubano explica que, de ser acertada la hipótesis, hay dos posibilidades: “Que ellos pudieran tener una aplicación más intensa de los insecticidas, lo cual causaría algún tipo de afectación, o que existan algunos cubanos en situación similar que no hemos detectado. No descartamos eso. Cuba tiene la voluntad de investigar todo, de examinarlo todo. Vamos a hacer una investigación para verificarlo”.
Advierte, sin embargo, que en todos los años que se han aplicado los insecticidas en Cuba no hay antecedentes. “Las personas más expuestas pueden ser los propios trabajadores de la fumigación y ellos son examinados, rigurosa y regularmente, como contemplan los protocolos de Higiene y Salud del Trabajo del MINSAP, para ver si presentan cambios en exámenes de sangre y en imágenes del cerebro, pruebas que hicieron los canadienses”.
Cuba está dispuesta a examinar esta hipótesis para buscar la verdad, porque la ciencia se basa en evidencias, agrega.
“Sostenemos que no hay armas de ningún tipo, ni ataque. No negamos que probablemente hay personas que están enfermas, pero por causas muy distintas. Lo único que los une a todos es el show mediático que se armó, la reacción oficial sostenida y la manipulación política en torno a este tema.
Un aspecto que sí tienen en común todos los casos es que “el Gobierno de los EE.UU. hizo público que todos sus diplomáticos tenían una enfermedad misteriosa causada por un ataque. Cuando usted le dice eso a un paciente, todo síntoma nuevo que se le presente lo va a atribuir a ello, porque es una presión sicológica añadida, incluso en la interpretación de los señales que envía el cuerpo por otras causas”.
Valdés-Sosa afirma que la parte cubana considera que el estudio canadiense fue hecho con seriedad, “pero tenemos necesidad de verificarlo, porque es muy difícil llegar a conclusiones con tan pocos casos y en las condiciones complejas en las que se hizo la investigación.
“Hemos armado un equipo de trabajo para investigar esta hipótesis, integrado por el comité de expertos que venía trabajando el tema –neurólogos, psiquiatras, neurofisiólogos–, e invitamos a especialistas en toxicología. Ya estamos seleccionando las muestras. Por ejemplo, hay un grupo de fumigadores que vamos a examinar, las personas que están en contacto diariamente con los insecticidas son las primeras que debemos examinar”, asegura.
A medida que pasa el tiempo se confirman dos únicos factores en común, la manipulación política del tema y el show mediático alrededor de las acusaciones infundadas, calumnias del gobierno de los Estados Unidos que evidentemente responden a una estrategia calculada e intencional para desacreditar a Cuba.