El bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba se instauró desde fecha muy temprana después del triunfo de la Revolución Cubana. A lo largo de los años se fue tejiendo medida tras medida por parte de los gobiernos norteamericanos hasta llegar a la Ley Helms-Burton y a otras enmiendas legales posteriores, que conforman una intrincada madeja que no sólo afecta a Cuba, sino al propio pueblo norteamericano y a otros pueblos del mundo, en la misma medida que progresa en sus propósitos extraterritoriales y en su trasgresión del derecho internacional.
La Ley Helms-Burton constituye el punto culminante del designio por convertir en leyes todas las medidas que conforman el bloqueo. De ahí que la utilicemos de hilo conductor para el análisis que realizaremos sobre el bloqueo y las agresiones de diferentes tipos realizados contra Cuba.
Como se conoce, la Ley Helms-Burton surgió del maridaje entre la mafia anexionista cubano-norteamericana de Miami y los sectores más cavernícolas del Congreso de los Estados Unidos. Fue aprobada por ambas cámaras del Congreso y ratificada por el Presidente William Clinton el 12 de marzo de 1996.
Es un reflejo de los dictados imperiales de la Roma Americana de estos tiempo que, a contrapelo del derecho internacional establecido, a pesar de la condena de la Asamblea General de las Naciones Unidas contra el bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba, y no obstante las alertas y del rechazo de personalidades y países del mundo por el pretendido intento de imposición de dicha legislación extra-territorial, ha firmado un instrumento legal que ofende la conciencia jurídica, diplomática, política y moral prevaleciente en la mayoría de los pueblos del mundo y en las organizaciones internacionales. Es pues, un desafío que el Gobierno Norteamericano ha lanzado al mundo. He aquí el engendro que Cuba debe resistir y que el mundo debe derrotar, si no se quiere ser vasallo del pretensioso nuevo amo imperial que así le demuestra su desprecio.
La ley consta de cuatro títulos. El título primero se refiere al Fortalecimiento de las sanciones económicas contra Cuba. El segundo título se refiere a lo que denomina Ayuda a una Cuba libre e independiente. El tercero se titula Protección de los derechos de propiedad de los nacionales de Estados Unidos. El cuarto título se refiere a la Exclusión de extranjeros.
Esta ley se caracteriza por los aspectos distintivos siguientes: anticubana, injerencista, nominal, antijurídica, inhumana, despreciativa, antidesarrollista, bloqueadora, persecutiva, subversiva, certificativa, hipotecaria, desnacionalizadora, punitiva, usurera, macartista, vulnerable, lesiva, limitante, antinorteamericana, anexionista, antipatriótica, ofensiva, reaccionaria, bárbara, bipartidista, conclusiva, contrarrevolucionaria, endeble, imperial.
La condena a Estados Unidos en la Asamblea General de la ONU forma parte del antibloqueo que ejerce la comunidad internacional a favor de Cuba y en respaldo a la denuncia anual del criminal e ilegal bloqueo económico, comercial y financiero.
La nación que pretende jugar su papel de líder omnímodo y de ser “el ombligo del mundo”, pasa cada año por una experiencia bochornosa en la Asamblea General en la cual los países del mundo, con su voz y votos, ponen por el suelo su prestigio e influencia, con ínfulas de hegemonismo, y le apabullan con argumentos e ideas sin importar las tantas veces que los oídos sordos de EE.UU. han tratado de desconocer la voluntad y el mandato de la llamada por ellos comunidad internacional, término este último al que apelan, cuando les conviene como parte de su arsenal ideológico, en las ocasiones en que un conjunto o una coalición de países, generalmente una decenas, les apoya en algunas de sus aventuras, trapacerías y agresiones injerencistas. Por el contrario, cuando, como en este caso, toda la comunidad internacional le da la espalda y se pone de pie para enfrentarle y condenarle por un bloqueo que afecta no solo a Cuba, sino a toda ella, por su extraterritorialidad, Estados Unidos la desconoce presuntuosa y guapetonamente.
Porque ya es reconocido en el mundo que el bloqueo es un acto amparado en un entramado de leyes, disposiciones y resoluciones norteamericanas, que si bien se proclama dirigido contra Cuba bajo pretextos falsos, ilegítimos y risibles, se ejerce igualmente, con injerencia y violación de la política soberana de los estados, contra otros países y sus instituciones. Por tanto, cuando se habla del bloqueo contra Cuba, a través de leyes extraterritoriales, se incluye también al resto de los países del mundo, en menor o mayor medida, según sean las relaciones que tengan o pretendan mantener con esta isla privilegiada con la venganza del imperio por el simple hecho de que un día supo y pudo romper sus ataduras y librarse de sus garras, y ser enteramente libre.
Y a pesar de que el gobierno de los Estados Unidos, en voz de Obama ha calificado al bloqueo como una política obsoleta, y no obstante, de las medidas de flexibilización adoptadas, que no todas pudieron ser instrumentadas en su momento, ya que éstas no fueron todas las posibles a tomar en ejercicio de sus amplias facultades presidenciales.
Las medidas de flexibilización adoptadas por Obama tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, fueron menos de las que el presidente pudo aprobar.
Después de instaurado el gobierno de Trump, las cosas han ido tomando un camino de regresión y cada vez más se han venido implantando medidas que constituyen instrumentos para el fortalecimiento del bloqueo.
Una vez más, como cada nuevo año, EE.UU. se siente como fiera que se lame lastimosamente el flanco herido ante la próxima votación en la Asamblea General de la ONU de la resolución cubana contra el bloqueo. Y bien que se lo merece, por tantos daños ocasionados durante cerca de 60 años al pueblo de Cuba, y secundariamente a otros pueblos del mundo.
A manera de conclusión cabe enfatizar las ideas y verdades que encierran las esencias políticas y sociales de este enfrentamiento histórico entre los Estados Unidos y Cuba.
Cuba ha vivido una larga historia de agresiones y ofensas a sus ansias y condición de nación soberana, libre e independiente por parte de los Estados Unidos.
Considera que se puede ser el más fuerte, pero no querido y respetado. Se puede imponer el poderío, pero no tener autoridad moral ante los demás. Se puede mentir, pero no lograr engañar a todos indefinidamente. Se puede martirizar un pueblo, pero no se le puede impedir que luche con todas sus fuerzas por el derecho a la libertad y a la vida.
Por esas razones y por su espíritu de rebeldía, los cubanos pueden declarar muy bien, con la pasión de Simón Bolívar, que frente al pertinaz empeño de los gobernantes de Estados Unidos de sostener lo que no es defendible sino atacando nuestros derechos, Cuba afirma que no permitirá que se ultraje y desprecie al gobierno y los derechos de los cubanos. Defendiendo la dignidad e independencia de Cuba han vivido y luchado millones de cubanos, han muerto millares y millares de ellos, y las nuevas generaciones están dispuestas y ansían merecer igual suerte. Lo mismo es para Cuba combatir contra Estados Unidos por sus derechos e independencia, que, contra el mundo entero, si todo el mundo la ofendiera y la agrediera.
En el mundo del mañana debe esperarse que prevalezcan los mejores sentimientos, las mejores acciones y las mejores ansias de la humanidad. En ese mundo del mañana, bajo el imperio de la paz y la amistad, liberado del miedo y la miseria, esperamos que Cuba pueda realizar plenamente los sueños que hoy la alientan. Mientras esa hora llega, Cuba debe seguir oteando el horizonte, seguir armada de su verdad, seguir alzando su dignidad y rebeldía y continuar forjando su victoria.
Y patentiza con las palabras de Martí que “nada piden los cubanos al mundo, sino el conocimiento y respeto de sus sacrificios, y dan al universo su sangre (…) Y al mundo preguntamos, seguros de la respuesta, si el sacrificio de un pueblo generoso, que se inmola por abrirse a él, hallará indiferente o impía a la humanidad por quien se hace.”
Colaboración del Profesor Graciano Wilkie Delgado Correa. Profesor Emérito. Doctor en Ciencias Médicas. Especialista de II Grado en Fisiología Normal y Patológica, Profesor Consultante y Titular en la Facultad de Estomatología de la Universidad de Ciencias Médicas. Santiago de Cuba. Premio al Mérito Científico por la Obra de Toda la Vida, 2018.