Dayron jamás imaginó ser médico; y menos el médico en que se convirtió luego de ir tan lejos a querer vencer la muerte en todo momento.
“Yo trabajaba en la secretaría general de la Facultad de Ciencias Médicas del Hospital Docente Calixto García. Ahí comencé a interesarme por saber cómo funcionaba mi organismo. Hice las pruebas de ingreso por concurso y solo pedí la carrera de Medicina. Por la simple curiosidad de querer conocer cómo podía ser el individuo en particular o cómo se producía un impulso nervioso, entréen un mundo que luego, vino a cambiarme la vida totalmente”.
Con solo treinta años este jovencito dijo que sí. No dudó en responder porque la formación de un médico es la de ir a salvar al mundo;en caso de ser necesario. Es la esencia de la más humana de las profesiones… aquí, allá y en cualquier parte de la tierra.
La noticia, la sorpresa…
Dayron Ramos Sánchez es uno de los médicos más jóvenes de la brigada de 165 colaboradores que fue a Sierra Leona a tratar de detener el ébola, una epidemia letal que -de no ser por la ayuda de muchas naciones, entre ellas Cuba- pudo haber hecho estragos fuertes más allá de las fronteras de África.
A pocos años de haber egresado de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, Dayron decide de forma espontánea responder al llamado que había hecho el país para ayudar al continente africano en el enfrentamiento al ébola.
“Sierra Leona fue un momento difícil”. Me dice y aguarda. Se le pierde la mirada como quien tiene miedo a hablar, suspira hondo, vuelve a mirarme y apunta. Lo que significó el ébola y África aún ocasiona tristeza en cada médico que allí estuvo”.
Retoma la idea medio nervioso. Trata de explicarme cómo fue que vino a ser parte de la brigada de batas blancas que aterrizó en un país que “solo podía haber imaginado a través del cine”.
“Cuando nosotros nos bajamos en el aeropuerto de Freetown -la capital- percibí un paisaje desolado con viviendas que solo había visto en los reportajes de África por la televisión, con paredes de fango y techos de algunos materiales que todavía no sé ni que cosas son.” La primera imagen, fue la de un grupo de niños colgados de los terraplenes agradeciéndonos por la ayuda que íbamos a brindar allí”.
¿Paso al frente?
El día en que el Subdirector de Asistencia Médica le propone la misión, Dayron estaba en su habitual consulta en el Policlínico “Luis Galbán Soca” de Centro Habana. “Yo le dije que sí en aquel momento, pero sin saber realmente a lo que iba si resultaba seleccionado para ir a África. Me quedé en suspenso por varios días hasta que volvió con la noticia de que me habían aprobado y que debía estar en pocos días en la Unidad Central de Cooperación Médica”.
“El proceso de preparación fue rápido. Estuvimos alrededor de tres semanas allí y luego en el Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kourí” en el curso de preparación”.
“Una vez en Sierra Leona, la Organización Mundial de la Salud entendía que debíamos estar más capacitados por lo que seguimos en la faena de estudio y entrenamiento por varias jornadas más”.
“Nos dividieron en grupos de cuatro colaboradores para trabajar, dos médicos y dos enfermeros.Yo trabajé en uno de los centros únicos y especiales para niños, de la capital de Sierra Leona nombrado “Ola During”. Aunque en algunos casos los padres enfermos le transmitían la enfermedad a sus hijos pequeños y los atendíamos, mi mayor relación fue con pacientes menores”.
Cuando se abrieron las puertas de la ambulancia…
Preguntarle a Dayron por sus pacientes, dado que en su mayoría eran niños, es provocarle una sensación de tristeza de una magnitud incalculable. A él se le inundan los ojos de lágrimas involuntariamente.
“En el primer turno que me tocó trabajar me avisan estando en la sala que la ambulancia traía una niña enferma en condiciones críticas, que debía estar allí junto con Víctor, el enfermero que trabajaba conmigo cuando la ambulancia se estacionara al costado de la sala. Los dos debíamos bajar a la niña y socorrerla”.
Apenas puede contarme. Le cuesta recordar la imagen de aquella niña de tres años con la expresión de alguien moribundo, como pidiendo socorro,sin padres ni familia que la acompañaran, a merced de la bondad de alguien,“solo para morir en un lugar que no fuera la calle”, según me dice.
“Cuando se abrieron las puertas de la ambulancia vi una niña que tendría aproximadamente entre dos y tres años de edad. Llegó agonizando, con el cuerpecito completo casi fuerade la camilla, le sangraban la boca y las fosas nasales, al parecer tambiéntenía sangramiento rectal y vaginal.”
“Fue difícil ver aquella niña, sabiendo que lo único que podía hacer era sacarla de la ambulancia y acostarla en una camita para queterminara de pasar los pocos minutos de vida que le quedaban en un lugar; al menos con las condiciones y con la ayuda que en algún momento (quizás dos o tres días antes) la hubiesen salvado. Bajando a la niña de la ambulancia y acostándola allí, falleció.
“El hecho en sí fue difícil. Después de eso, no pude hacer otra cosa que permanecer en silencio casi todo el día. Víctor y yo, lo único que hicimos fue mirarnos, nos miramos sin nada que decir. Supongo que haya sentido la misma sensación que yo de desaliento, de inconformidad que todavía no sé cómo explicar… supongo que le haya pasado igual… porque jamás hablamos de eso”.
El miedo aquí… y allá
“La decisión de irme a Sierra Leona, o a cualquier país a curar personas contagiadas de una enfermedad con altos índices de mortalidad siempre deja margen a que sintamos miedo a morir en algún momento. El miedo siempre estuvo ahí, con nosotros. Y estuvo aquí, con los familiares que nos vieron ir. Y allá, entre los enfermos”.
En mi caso por ejemplo, opté por comunicarme con mi familia a través del correo electrónico. Pensé que era la forma en la que menos iba a sufrir mi madre. Pues las veces en que la llamé apenas podíamos conversar porque no paraba de llorar… y era lógico, el miedo no iba a desprenderse de nadie hasta que acabara la epidemia”.
“Mira, -me dice refiriéndose al miedo entre los propios enfermos- cuando las personas de ese país veían a alguien con síntomas de la enfermedad, lo que hacían era llamar a las autoridades sanitarias para que se encargaran de recoger a los enfermos y llevarlos a una unidad de salud. A mi hospital, llegaron muchos niños sin la familia”.
Haciendo lo correcto con coraje
“Logramos reducir los casos de ébola a un 24.6 %, hecho que nos confirmaba que estábamos haciendo lo correcto. Cuando comenzamos a ver la supervivencia de los enfermos y el resultado positivo en el cuidado general del paciente,el desaliento que en algún momento sentimos al ver morir a tantos fue disminuyendo en gran medida”.
“Si hay algo que me aportó la medicina es el hecho de ser más humano, de brindar ayuda a los más necesitados;el día que cambie, creo perdería la esencia de lo que realmente es ser médico”.
La situación que se vio allí, me hizo comprender algoque había leído, y me refiero a lo que significa el hecho de ser considerado héroe. Según tenía entendido héroe es aquel que es capaz de dar su vida por tratar de salvar la de los demás; y realmente eso fue lo que muchos fuimos a hacer allí. Arriesgamos la vida, la única eirreemplazable que tenemos, la apostamos y algunos la dejaron allí por tratar de ayudar a las personas más necesitadas y evitar queel ébola se saliera de África y se extendiera a otros países de mundo y quepudiera llegar, incluso,a nuestro país.
“Vernos como héroes en el contexto internacional y nacional, no es más que el regocijo de sentirnos satisfechos por la cantidad de vidas salvadas; a pesar del temor interno de que por algún tipo de cuestión estuviésemos constantemente en el riesgo de perder la nuestra”.
“El miedo y el coraje son gajes del oficio/ pero si se descuidan los derrota el olvido / El miedo se detiene a un palmo del abismo / y el coraje no sabe qué hacer con el peligro / El miedo no se atreve a atravesar el río / y el coraje rechaza el mar del infinito / no obstante hay ocasiones que se abren de improviso y allí miedo y coraje son franjas de lo mismo”.
Poema inédito de Mario Benedetti.
Por: Lic. Jorge Noel Marqués, Centro Virtual de Convenciones de Salud, CNICM/Infomed.