María del Carmen Barroso Álvarez, nació en La Habana el 20 de julio de 1946, graduada como médico en el año 1969, especialista en oncología, profesora, fue jefa del Servicio de Quimioterapia del Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología, miembro del equipo de ensayos clínicos del Centro de Inmunología Molecular.
Ninguna semblanza de la vida y obra de María del Carmen es mejor que la que nos ha enviado el Dr. Agustín Lage Dávila quien fuera su colega de trabajo durante gran parte de su vida y que ha querido compartir con los trabajadores del Centro de Inmunología Molecular y con todos nosotros.
Compañeros trabajadores del Centro de Inmunología Molecular:
Ayer, 4 de mayo, perdimos a nuestra entrañable compañera, la Dra. Maria del Carmen Barroso.
Enfrentando una enfermedad cardiaca que sufría hace años, su corazón se detuvo ayer en la tarde y ya no fue posible reanimarla del paro.
Fue la profesora de Oncología de todos nosotros, y de muchos otros especialistas cubanos; la persona de consulta para los aspectos técnicos, y la persona de apoyo para los tantos temas humanos que caracterizan a la cancerología. Cientos de médicos y miles de pacientes saben esto.
Pero hay algunas cosas que muchos trabajadores no saben, y deben saber ahora. Cuando Maria del Carmen tuvo su primer infarto hace más de diez años, siendo jefa del Servicio de Quimioterapia del Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología, INOR, le ofrecimos trasladarse al Centro de Inmunología Molecular, CIM, donde trabajaría con menos presión y más cerca de su vivienda. No quiso. Varias veces le insistimos, y nos repetía que ella no podía abandonar a sus pacientes.
Siguió saliendo todos los días para el INOR, en el contexto de las dificultades materiales del periodo especial, a las 5 de la mañana, en la guagua o el almendrón que apareciera. Unos años después, cuando su enfermedad cardiaca y metabólica se hizo más presente, finalmente la convencimos, pero con el compromiso de que le permitiésemos mantener su consulta semanal en el INOR, a la que luego se sumaron otras consultas en el Hospital "Frank Pais", y en el Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas, CIMEQ. Era un reclamo "no negociable".
En el CIM aportó su entusiasmo y sus conocimientos a todos los ensayos clíncos que conducimos, que son varias decenas. Mostró y trasmitió una actitud de lucha contra la enfermedad oncológica: cada enfermo fue para ella una batalla, cada fallecido una tragedia, cada paciente curado o de larga supervivencia, un motivo no solo de satisfacción profesional, sino de alegría personal. Abrazó y fertilizó el concepto de transición del cáncer a la cronicidad. Los pacientes que atendió le deben mucho, pero también le deberán los pacientes nuevos, que no la conocieron, pues esos conceptos terapéuticos que ella reforzó con su práctica médica y científica, seguirán ahí, para los pacientes que vendrán.
Durante los últimos tres meses, ingresada primero en el Instituto de Cardiología y luego en el CIMEQ, seguía dando orientaciones por teléfono sobre sus pacientes. Las veces que la visitamos, ingresada en el hospital, incluso en terapia intensiva, hablaba muy poco de su enfermedad, y la mayor parte de la conversación era para preguntar quién estaba dando su consulta, qué había pasado con el paciente tal, si teníamos disponibilidad de vacunas y monoclonales, cómo hacerle llegar el tratamiento a ese otro enfermo. En los períodos de alta, cuando apenas podía caminar por la disnea, seguía trabajando en su casa con las historias clínicas de sus pacientes, muchos de los cuales la iban a ver allí.
El mismo día en que falleció, ayer, apenas 4 horas antes del paro cardiaco, estuvo discutiendo con Tania Crombet y conmigo sobre algunos de sus pacientes. Fue entusiasta, positiva y útil a los demás, hasta minutos antes de su muerte.
Y pienso que lo seguirá siendo después.
Fue lo que debe ser un Médico, para escribir la palabra "Médico" así, con mayúsculas.
Esto hay que decírselo a los jóvenes del Centro de Inmunología Molecular.
A quienes fueron pacientes de Maria del Carmen, o familiares de pacientes, a esos no hace falta decírselo porque lo saben.
Quienes fuimos sus compañeros cercanos de trabajo sabemos bien que su pérdida no es recuperable. No es esta la frase común que se suele decir cuando fallece alguien. Tendrá las mismas palabras, pero nosotros sabemos bien que será muy dificil tener en nuestro equipo a alguien como ella otra vez en el futuro. Tendremos que intentar llenar su espacio entre todos.
Hay muchas razones de pena en este momento, pero una de ellas es que los miles de jóvenes cubanos que hoy estudian medicina no hayan podido conocer a Maria del Carmen, porque hubiese sido para ellos una lección que no cabe en los libros.
Hubiese sido para ellos la enseñanza de que, más allá de programas, realizaciones profesionales, cumplimiento de tareas, publicaciones, eventos, satisfacciones científicas, y todo eso, lo esencial es que uno trabaja para los pacientes, seres humanos concretos, con sus vidas y sus familias irrepetibles, que necesitan de nuestro esfuerzo. Esa es la esencia y la razón de todo. Trataremos de enseñárselo a los que vienen detrás. Si lo logramos, por ahí andará de algun modo el trabajo y la vida de Maria del Carmen Barroso.
Cuando se pierde a alguien cercano y querido, la tradición de las culturas occidentales es sufrir por su muerte. La tradición, quizás mas sabia, de muchas culturas africanas es celebrar su vida. Hagamos las dos cosas.
Texto enviado por el DrC. Agustín Lage Dávila, Director del Centro de Inmunología Molecular