La sepsis constituye una de las enfermedades mortales más comunes en todo el mundo. Esta es una de las pocas afecciones que afecta con igual ferocidad a las áreas del mundo en desarrollo y a las del mundo desarrollado.
En el mundo desarrollado, la sepsis aumenta dramáticamente en una proporción anual de entre 8-13 % por encima de la década anterior, y ahora cobra más vidas que el cáncer de intestino y el de mama, combinados. Hay diversas razones que explican este fenómeno entre ellas el envejecimiento poblacional, el incremento del uso de intervenciones de alto riesgo en todos los grupos poblacionales, y el desarrollo de infecciones resistentes a los medicamentos y con variedades más virulentas. En el mundo en desarrollo la malnutrición, la pobreza la falta de acceso a las vacunas y el tratamiento en el momento adecuado son factores que contribuyen al incremento de la mortalidad.
A pesar de su gran incidencia, la sepsis no es conocida por las personas comunes y genalmente se malinterpreta como el "envenenamiento de la sangre". La sepsis surge cuando la respuesta del organismo a una infección afecta a sus propios tejidos y órganos. Puede producir shock, fallo multiorgánico, y muerte, especialmente si no se diagnostica a tiempo y se impone un tratamiento precozmente. La sepsis es la causa primaria de muerte en infecciones a pesar de los avances de la medicina moderna, entre los que se incluyen las vacunas, los antibióticos, y los cuidados de emergencia con tasas de mortalidad hospitalaria entre 30 y 60%.