A propósito del Día Internacional de la Lucha Contra el Uso Indebido y el Tráfico de Drogas y el creciente debate en torno a la legalización de la droga ilícita más consumida en el mundo, Granma conversó con el prestigioso doctor y profesor Ricardo A. González Menéndez, consultante del servicio de atención integral a las adicciones del Hospital Psiquiátrico de La Habana y presidente de la Comisión Nacional de Ética Médica
Hace más de 6 000 años que el mundo conoce la Cannabis sativa y la historia del consumo humano se remonta a unos 5 500 calendarios atrás. De origen asiático, el cáñamo indio —su nombre común— durante siglos se utilizó como fibra textil y sus semillas como alimento de pájaros. Se trata de la marihuana, cuyos efectos inicialmente considerados poco peligrosos y con utilidad terapéutica, la llevaron a ser ubicada en la primera fila de los recursos medicamentosos, miles de años atrás, pero actualmente son reconocidos como catastróficos.
Parecería paradójico que en pleno siglo XXI, “aún el debate sobre esta planta y sus efectos se asemeje al de hace 2 000 años, fecha de la que datan proverbios donde las opiniones claramente se dividían. Para unos, la marihuana era un pasaporte al paraíso, mientras que para otros era una planta que nacía al borde del camino que llevaba al infierno. Es sumamente preocupante que estemos hoy en el mismo punto, cuando la marihuana es una droga dura que se incluye, junto al alcohol y otras sustancias, entre las primeras sustancias psi-coactivas capaces de transformar notablemente el comportamiento humano”.
“La marihuana es una droga dura que se incluye junto al alcohol y otras, entre las primeras sustancias psicoactivas capaces de transformar notablemente el comportamiento humano”
La reflexión la dejó a Granma el doctor Ricardo A. González Menéndez, consultante del servicio de atención integral a las adicciones del Hospital Psiquiátrico de La Habana y presidente de la Comisión Nacional de Ética Médica, al valorar la tendencia actual a “ese fantasma” de la legalización de la marihuana, la droga ilegal más consumida en el mundo entero.
El profesor, con más de 30 años de experiencia en el tratamiento y deshabituación de pacientes adictos señaló que es urgente derribar mitos, con realidades que son ciencia constituida. Hay hoy suficientes informaciones científicas actualizadas sobre el desencadenamiento de esquizofrenia, deterioro cognitivo, acción cancerígena y violencia sorpresiva de la marihuana.
“Uno de los argumentos que más ha contribuido a las tendencias legalizadoras son las propiedades terapéuticas que se le atribuyen a la planta. El listado de efectos positivos incluye desde la atenuación de náuseas y vómitos asociadas a los sueros citostáticos en pacientes cancerosos tratados con quimioterapia, referencias de alguna disminución de la frecuencia de crisis epilépticas y de la presión intraocular en casos de glaucoma, hasta efectos analgésicos y sobre el apetito, así como acción tranquilizante, pese a ser una de las drogas más vinculadas con cuadros de pánico o ansiedad aguda”, explicó el experto.
“Aun cuando la repercusión macroeconómica y social del crimen organizado es indiscutible, quienes proponen la legalización, no pueden, por su perfil profesional, valorar la repercusión en el hogar, laboral y comunitaria de los efectos cerebrales de esta droga, al bloquear el cerebro racional y liberar las estructuras y funciones más primitivas”
Justamente —dijo— lo que ocurre es que en todos estos casos, existen medicamentos específicos mucho más efectivos y con la enorme ventaja de ser mucho más inocuos al aplicar el principio ético de riesgo beneficio. “La marihuana, al igual que el tabaco, las bebidas alcohólicas y todas las drogas duras, no son principios activos aislados y purificados, sino mezclas de cientos de productos químicos con efectos diferentes, muchas veces opuestos y habitualmente dañinos. De aquí se deriva que para el uso como medicamento de dicha droga, requeriría un proceso farmacológico de alta tecnología para demostrar, separar y producir presentaciones adecuadas para su consumo, dosificación y control de efectos tanto positivos como indeseables. El producto final serían tabletas, ámpulas o gotas oftalmológicas y no la forma absolutamente antimédica en que ha sido propuesto su uso, que es la modalidad tradicional de consumo ilegal, sencillamente cultivando y fumando la marihuana tanto en forma de hojas, flores y tallos, como de resina (haschich) o aceite, elaborados con iguales procedimientos que los utilizados por los narcoproductores y narcotraficantes”.
El entrevistado refirió que muchos piensan honestamente que legalizar esta droga es una solución, entre los que destacan personas con una alta calidad humana, pero con limitados conocimientos de la neuro-psico-físico patología y repercusión personal, hogareña y comunitaria de las drogas que modifican la conducta, así como de los micro paradigmas riesgos-beneficios y accesibilidad-consumo, implícitos en dicha medida. “No conocen la verdadera cara de las drogas. Pocos han podido entrevistar a un paciente que se siente esclavizado al querer dejar de consumir y no poder, ni a una madre desesperada que ha salido con una pistola a matar al vendedor que le suministra a su hijo; y que es codependiente, prácticamente consumidora pasiva dañada por el sufrimiento del adicto.”
“Hay hoy suficientes informaciones científicas actualizadas sobre el desencadenamiento de esquizofrenia, deterioro cognitivo, acción cancerígena y violencia sorpresiva de la marihuana”
Para el doctor González Menéndez, la contradicción entre esas dos tendencias no se basa en carencia de valores humanos ni de pocos principios éticos de los proponentes, sino en el conocimiento. “Aun cuando la repercusión macroeconómica y social del crimen organizado es indiscutible, quienes proponen la legalización, no pueden por su perfil profesional, valorar la repercusión en el hogar, laboral y comunitaria de los efectos cerebrales de esta droga, al bloquear el cerebro racional y liberar las estructuras y funciones más primitivas. Es además ingenua la expectativa de la reducción del consumo al eliminar el “‘atractivo’ de lo prohibido”, comentó.
“El consumo de marihuana antes de los 18 años reduce hasta en 10 unidades el coeficiente intelectual, y eso es irreversible”
Si la marihuana es una droga ilegal (como muchas otras) no es fortuito, sino porque se han reconocido los numerosos daños que causa. “Abajo debe venirse el mito de que es una droga blanda sin efectos determinantes de adicción y dependencia. Lejos de ello, el porcentaje de consumidores que se hacen adictos y dependientes, el reducido tiempo en que se establece la esclavitud y los grandes riesgos para determinar cuadros de deterioro intelectual irreversibles, esquizofrenias resistentes a tratamiento, conductas canibalísticas y cuadros oncológicos la hacen una droga bien dura y destructiva que no puede en modo alguno subvalorarse”.
produciéndose demencias moderadas con dificultades de memoria y aprendizaje en adolescentes, sobre todo, los que iniciaron su consumo tempranamente”, explicó.
El profesor González Menéndez, sostuvo que es irrebatible hoy para la ciencia lo que pasa en el cerebro de un ser humano cuando está bajo los efectos, o influencia de estas drogas. “Las drogas que modifican en forma relevante la conducta, es decir, desde el alcohol en adelante, determinan bajo su efecto inmediato, y también a mediano y largo plazo, cuando su consumo se hace adictivo y prolongado, comportamientos instintivo-afectivos impulsivos e irracionales, exclusiva de los animales, los cuales son muy ajenos al humanismo, ética y espiritualidad que todos esperan”
Es la marihuana —aún más que el uso no social de alcohol— el verdadero prototipo de la metáfora de la “ruleta rusa” en el que nadie puede saber con certeza cuando la bala cae en la recámara, y si ello sucede, sus efectos son habitualmente mortales
“El uso indebido de estas sustancias, implica una profunda degradación moral aguda, con posibilidades de cronificarse, y de rango individual, pero con potencialidades de generalización que la convertirían en un fenómeno macrosocial de muy alta relevancia porque sobrios, nuestra conducta es cognitiva, volitiva, racional y controlada. Ello derriba además la creencia de que la marihuana no produce ni violencia ni criminalidad”.
La historia en estos 6 000 años de convivencia con la marihuana ha dado lecciones ejemplares
La experiencia clínica e investigativa demuestra que la propagandizada placidez del consumidor, frecuentemente se transforma de manera totalmente impredecible en violencia extrema. Por ello, es la marihuana —aún más que el uso no social de alcohol— el verdadero prototipo de la metáfora de la “ruleta rusa” en que nadie puede saber con certeza cuando la bala cae en la recámara, y si ello sucede, sus efectos son habitualmente mortales.
APRENDER DE LA CIENCIA Y DE LA HISTORIA
La historia en estos 6 000 años de convivencia con la marihuana ha dado lecciones ejemplares. Recuerda nuestro entrevistado que a principios del siglo XVIII hubo un médico inglés, O`Shaughnessy, que viajó a la India y volvió maravillado de sus propiedades analgésicas, tanto que logró con su influencia que la marihuana se introdujera en la farmacopea de su país, tendencia quesiguió Estados Unidos. Apenas al cabo de una década Inglaterra declaró un disparate el tener esta sustancia en el cuadro medicamentoso, “un producto con tantos peligros”; pocos años después lo eliminó Estados Unidos y posteriormente la India.
Finalmente, desde 1971, el uso del cannabis fue controlado por la denominada “Acta de drogas de abuso”, que prohibía la utilización médica tanto de la hierba como de sus constituyentes activos, los cannabinoides. Sus “redescubiertas” nefastas acciones sobre el organismo humano, habían eclipsado sus posibles usos médicos, criterio enfáticamente ratificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1997, al reconocer que el cannabis incide negativamente en la salud mental.
La legalización de la marihuana dista de ser un golpe certero al narcotráfico, que como crimen organizado ¿cuánto tardaría en sustituir y compensar el producto por otras drogas de diseño?
Ya el médico Jacques Moreau, citado por Escohotado, había descrito en 1973 las vivencias determinadas por la auto administración de una infusión de flores de Cannabis sativa, mediante ocho síntomas cardinales observados bajo la influencia de dicha sustancia: “Inexplicables sentimientos de felicidad, disociación de ideas, errores en la apreciación del tiempo y del espacio, exacerbación del sentido del oído, ideas fijas, alteración de las emociones, impulsos irresistibles e ilusiones o alucinaciones y propuso que, en algunos casos la intoxicación por dicha droga podía ser considerada como un modelo de enfermedad psiquiátrica”.
Nada más antihistórico que la idea de que al acabar la prohibición, el atractivo de lo prohibido desaparece y disminuye el consumo. Bastaría recordar —menciona el experto— la ciudad de Londres de 1751 cuando en la otrora Inglaterra, ocurrió un fenómeno denominado la epidemia de la ginebra, que inspiró el grabado de Hogarth titulado el callejón de la ginebra, expresivo de los catastróficos efectos determinados por una superproducción de cereales desviados a la producción de la más genuina bebida legal de la época en dicho país. Al reducirse su precio en un 90 % se sucedió una avalancha de ávidos compradores que en el grabado cometieron todo tipo de crimen imaginable. Se multiplicó por más de cinco el consumo de esta bebida y la tragedia trascendió hasta nuestros días.
Para el doctor González Menéndez, la legalización de la marihuana dista de ser un golpe certero al narcotráfico, que como crimen organizado ¿cuánto tardaría en sustituir y compensar el producto por otras drogas de diseño? ¿Pueden ignorarse los consecuentes riesgos del efecto cadena de que a largo plazo estemos ante la disyuntiva de tener que legalizar todas las drogas, con la inmediata extinción de la especie humana?
La tendencia, que muchos defienden sobre la base del derecho de cada persona de elegir como llevar su vida, impone una reflexión, nos dice el especialista.” ¿Acaso ese derecho no termina donde comienza el derecho de los demás? ¿Y el costo para la familia, y los transeúntes que mueren en accidentes de tránsito debido a la marihuana u otras drogas como el éxtasis?”.No es la legalización de la marihuana como primer escalón, coherente con las gestiones promocionales de salud y estilos de vida salutogénicos, promoción de valores morales, prevención de enfermedades y delitos, así como la creación de un mundo mejor. ¿Podremos así lograr culturas con elevada espiritualidad, y rechazantes del consumo de sustancias degradantes del bienestar biológico, psicológico, social y cultural? ¿Puede resolverse el problema del uso indebido de drogas legalizando el consumo, sin crear sistemas multisectoriales realmente efectivos para la atención y solución integral de los múltiples efectos del uso indebido de drogas?, reflexionó.
Vivimos en un mundo donde la tendencia juvenil a la experimentación determinará que una vez liberada la droga de la censura familiar, escolar y comunitaria, junto a la mayor capacidad adictógena de la marihuana con respecto al alcohol, vaticina desafortunadamente resultados nada favorables de la legalización.
El tabaco y el alcohol también deberían habernos enseñado algo. Si con dos drogas legales perdemos en el mundo más de nueve millones de vidas cada año ¿hace falta alguna más? Las drogas, que no respetan nada: ni edad, ni sexo, ni color de la piel, ni cultura, ideología, posición filosófica o preferencias sexuales, abren las puertas unas a otras. El éxito de los programas antidrogas depende de que seamos todos conscientes de que estos tóxicos son un sistema de sustancias que se asocian y refuerzan en sus acciones, lo que implica el imprescindible enfrentamiento a todas sus categorías, y el seguimiento estricto del principio universal en este campo, de que a mayor acceso, mayor consumo.
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Fuente: Granma
Disponible en: http://www.granma.cu/cuba/2015-06-25/conoce-el-mundo-antes-de-darte-a-el