Si examinas cuidadosamente la punta de tus dedos, observarás una red de curvas, espirales y ramificaciones. Se llaman crestas papilares y permiten que, junto con los surcos que hay entre ellas y las secreciones de nuestra piel (sudor y grasa) se forme un “dibujo” o huella dactilar al tocar un objeto.
El desarrollo de esas crestas papilares se produce en el feto –entre las semanas 10 y 16 de gestación– y depende de la interacción entre nuestros genes, el crecimiento del tejido de la piel y los movimientos, las presiones y la posición del feto dentro del útero.
Este proceso tan complejo hace que ni siquiera los gemelos idénticos tengan las mismas huellas. Aunque eso sirve para que la policía resuelva delitos, en realidad surgieron para ayudarnos a tocar, agarrar y explorar lo que nos rodea.
Tenerlas da muchas ventajas
Las huellas dactilares tienen, por lo tanto, una función básica: nos ayudan a interactuar con el mundo. Los científicos coinciden en que cumplen tres funciones principales:
1. Mejorar el agarre. Las crestas papilares aumentan el roce o fricción, igual que los dibujos de un neumático o tus zapatillas. Gracias a ellas podemos sujetar objetos pequeños o resbaladizos sin que se nos escapen, incluso con las manos húmedas.
2. Distribuir la presión. Al agarrar algo, las crestas reparten mejor la fuerza y evitan que la piel se dañe o se desgaste con facilidad.
3. Aumentar la sensibilidad táctil. Bajo las crestas hay terminaciones nerviosas que detectan vibraciones y texturas muy finas. Las crestas actúan, pues, como “amplificadores” del tacto, permitiéndonos sentir con mucha más precisión.
En otras palabras, nuestras huellas son una adaptación evolutiva que ha hecho posible que manipulemos herramientas, trepemos o toquemos con más eficacia. Gracias a ellas, acciones tan cotidianas como desbloquear el móvil o abrir un tarro resultan mucho más fáciles.
Pero, además, las crestas papilares tienen otra misión: canalizar el sudor. En la cima de muchas crestas se abren los poros de las glándulas sudoríparas ecrinas, que liberan pequeñas cantidades de agua y sales. Esto no solo ayuda a regular la temperatura corporal, sino que también mejora el contacto con las superficies, aumentando la fricción.
De la evolución al laboratorio forense
Aunque nuestras huellas evolucionaron con esos fines táctiles, tres propiedades la convierten en una herramienta indispensable para la identificación humana:
1. Son únicas: cada persona tiene un diseño que hasta el momento nunca se ha visto repetido.
2. No cambian: permanecen invariables toda la vida, salvo que haya heridas muy profundas.
3. Son perennes: aparecen desde antes de nacer y persisten incluso tras la muerte.
Gracias a esto, la dactiloscopia (la ciencia que estudia las huellas, nacida a finales del siglo XIX) se ha convertido en apoyo fundamental en la investigación criminal.
Nacidos sin huellas
Sin embargo, algunas personas nacen con la piel de los dedos completamente lisa. Sufren un trastorno genético muy raro, localizado en el gen SMARCAD1, que recibe el nombre adermatoglifia. Tan infrecuente es este trastorno que las familias afectadas en el mundo se pueden contar con los dedos de una mano… aunque esa mano no tenga huellas.
En realidad, las personas con adermatoglifia llevan una vida normal, pero pueden tener más dificultades para manipular objetos o regular el sudor en esas zonas. En su día a día, pueden encontrarse con obstáculos curiosos: desde problemas en el control de pasaportes, hasta la dificultades para utilizar los sistemas de reconocimiento dactilar en el móvil.
Mucho más que una “firma” biológica
Ahora que conoces todo esto, la próxima vez que desbloquees el móvil con el dedo o dejes tu huella en un vaso, piensa que las huellas dactilares son el resultado de millones de años de evolución que te ayudan a agarrar, a sentir y a explorar el mundo con las manos.
Al fin y al cabo, cada una de nuestras huellas nos susurra un secreto: nacemos únicos, vivimos únicos y dejamos una marca única en el mundo porque no hubo ni habrá nadie como tú.
El documental «Hitler’s DNA: Blueprint of a Dictator», que, ochenta años después de la muerte de Adolf Hitler, no solo revela datos médicos sobre el dictador. También intenta explicar su comportamiento a partir del análisis genético, algo altamente cuestionable desde el punto de vista científico.
Síndrome de Kallmann: la rara enfermedad del dictador
Según la secuenciación de ADN, Hitler habría padecido el poco común síndrome de Kallmann, una enfermedad genética que reduce la producción de hormonas sexuales. Sus efectos incluyen ausencia o retraso severo de la pubertad, niveles bajos de testosterona, un sentido del olfato poco desarrollado (anosmia), testículos no descendidos (criptorquidia) y una mayor probabilidad de desarrollar un micropene u otras anomalías genitales.
Como prueba se cita la historia clínica de Hitler en la prisión de Landsberg, donde estuvo encarcelado en 1923 tras el fallido intento de golpe. Allí, el médico de la cárcel le diagnosticó «criptorquidia derecha», es decir, un testículo derecho no descendido.
Además, el médico personal de Hitler, Theodor Morell, le administró inyecciones regulares de testosterona a partir de 1944, lo que también respalda ese diagnóstico.
¿Riesgos psíquicos en el ADN de Hitler?
Según el documental, el análisis genético también mostraría que Hitler tenía un riesgo poligénico muy elevado de padecer trastornos psicológicos, especialmente autismo, esquizofrenia y trastorno bipolar.
Los genetistas y psicólogos que participaron en la producción admiten que no es válido sacar conclusiones solo a partir de un riesgo poligénico elevado, pero aun así especulan sobre posibles diagnósticos o patrones de comportamiento.
Es cierto que estos nuevos hallazgos médicos pueden ayudar a comprender mejor la psicología de Hitler. Y naturalmente es posible que deficiencias físicas y fluctuaciones hormonales influyeran en su conducta. Incluso podría ser que Hitler compensara su fragilidad física con delirios de grandeza. Pero todo esto sigue siendo especulación, porque faltan pruebas concluyentes.
Esto también pone en aprietos a la reconocida Turi King, a quien la productora logró sumar al proyecto. La genetista y arqueóloga canadiense-británica, profesora de Participación Pública y Genética en la Universidad de Leicester, se hizo famosa por el análisis de ADN de los restos de Ricardo III, hallados en un aparcamiento de Leicester.
Turi King tenía previsto enviar sus resultados a una revista médica especializada y someterlos a un proceso de peer review, es decir, a la revisión científica por pares. Pero la productora no quiso esperar ese largo procedimiento académico y King acabó aceptando. Ahora, su prestigio académico está en entredicho.
Triunfo en las habitaciones privadas de Hitler: un soldado estadounidense se encuentra junto al sofá en el que Hitler se suicidó y recoge piezas como recuerdo. Imagen: akg-images/picture alliance
Rumor desmentido: Hitler no era judío
Al menos un rumor persistente pudo ser descartado de forma convincente por el análisis genético: la supuesta ascendencia judía de Hitler.
Aún en 2022, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, afirmó que Hitler tenía un abuelo judío. Pero, según el análisis de ADN, ahora existen pruebas genéticas claras de las raíces austríaco-alemanas de Hitler.
Recuerdo del «sofá de la muerte»: el origen de las muestras de ADN
Según el documental, el material genético analizado proviene de un sofá manchado de sangre en el que Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945. Hitler se disparó con una pistola mientras su esposa, Eva Braun, ingería veneno. Sus cuerpos fueron luego quemados por sus colaboradores para evitar que fueran exhibidos públicamente, como había ocurrido poco antes con el dictador italiano Mussolini.
Más tarde, el coronel Roswell P. Rosengren, oficial de prensa del Ejército estadounidense, se habría llevado como macabro recuerdo un fragmento de la tapicería estampada del sofá desde el búnker del Führer. Ya en Estados Unidos, el trozo de tela permaneció primero en su caja fuerte y, tiempo después, terminó en el Museo de Historia Militar de Gettysburg, en Pensilvania. La historia es verosímil: existen varias fotos de Hitler sobre ese sofá y de soldados rusos y estadounidenses cortando trozos de la tela.
Más problemática es la atribución de la muestra. Según el documental, la autenticidad del ADN se comprobó comparándolo con muestras conocidas de familiares de Hitler. Pero no se aclara quién es ese pariente cuyo raro cromosoma Y coincide a la perfección con la muestra del sofá. Tampoco queda claro si esos descendientes vivos de Hitler dieron su consentimiento para la comparación.
El ADN aporta indicios, pero no pruebas sobre el comportamiento
Es comprensible intentar buscar las causas del comportamiento inhumano de Hitler en posibles trastornos físicos o psicológicos. Pero establecer esa conexión es arriesgado y científicamente cuestionable.
Según el documental, el ADN de Hitler mostraría una probabilidad superior a la media de TDAH, una alta probabilidad de rasgos autistas, esquizofrenia y una tendencia al comportamiento antisocial. Esto puede ser cierto, pero no demuestra que Hitler padeciera realmente estos trastornos ni que influyeran en su conducta. De hecho, una atribución individual tan específica no es válida con los llamados polygenic risk score tests (PRS), que solo permiten comparaciones con la población general.
El comportamiento no puede explicarse únicamente mediante la genética. La aparición de trastornos psicológicos resulta siempre de una interacción compleja entre genética, entorno, historia de vida y experiencias personales. Los test genéticos no permiten diagnosticar enfermedades mentales; para ello se requiere una evaluación clínica basada en síntomas y entrevistas con la persona y su entorno.
Esto también lo sabían los responsables del documental. «El salto de la biología al comportamiento es enorme», admitió el psicólogo británico Simon Baron-Cohen, que participó en la producción, para luego dar igualmente ese enorme salto hacia la especulación.
Adolf Hitler con su esposa, Eva Braun, en el conjunto de sofás con motivos decorativos: se dice que el dictador tenía una relación problemática con las mujeres.Imagen: kpa Keystone/United Archives/picture alliance
Peligrosas conclusiones sobre el comportamiento
Tener una predisposición a trastornos psicológicos -o incluso padecer uno- no permite extraer conclusiones directas sobre el comportamiento de una persona. Esto también lo muestra el libro «A First-Rate Madness»,del psiquiatra Nassir Ghaemi, profesor de Psiquiatría en la Tufts University School of Medicine y docente en la Harvard Medical School de Boston. En su obra, analizó la «inestabilidad mental» de figuras históricas, desde Abraham Lincoln hasta el principal adversario democrático de Hitler, Winston Churchill. Hitler fue el único caso negativo en su estudio.
Ghaemi también está convencido de que Hitler padecía un trastorno maniacodepresivo. Los hallazgos genéticos, afirma el psiquiatra iraní en declaraciones a DW, son «científicamente sólidos y pueden ayudarnos a comprender mejor sus cualidades de liderazgo».
«Los rasgos maníacos potencian la creatividad y la capacidad de resistencia; los síntomas depresivos aumentan la empatía y el realismo: todos ellos son puntos fuertes para un líder. Estas cualidades pueden emplearse en cualquier dirección política, ya sea de forma autocrática y tiránica, como en el caso de Hitler, o democrática, como en el de Churchill».
Según Ghaemi, la «inestabilidad psicológica» de Hitler se agravó a partir de 1937 debido a la administración diaria de anfetaminas por vía intravenosa para tratar su depresión, algo que también respaldan diversas fuentes históricas.
Que Hitler -como menciona el documental- pudiera haber padecido síndrome de Kallmann, podría «explicar por qué, a diferencia de la mayoría de las personas con rasgos maníacos, aparentemente no tenía una libido elevada, pese a presentar muchos otros rasgos maníacos (verborrea, alta energía física, poco sueño, autoestima inflada)». Pero todos esos son indicios, no pruebas.
En aquel entonces aún unidos en la lucha contra la Alemania nazi: la fotografía de un soldado estadounidense muestra a un soldado soviético en el «búnker del Führer», en el sofá en el que Hitler se quitó la vida.Imagen: SZ Photo/picture alliance
Riesgo de estigmatización y de trivialización
Los investigadores que participaron en el documental eran conscientes de que vincular el autismo o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) con Hitler -considerado el epítome del mal- es extremadamente problemático. «Existe un alto riesgo de estigmatización», advierte el psicólogo Simon Baron-Cohen en el documental. Una asociación así podría llevar a que personas con enfermedades mentales sean injustamente relacionadas con un asesino en masa.
También existe el riesgo de que, al patologizar a Hitler como un «loco», su comportamiento inhumano se atribuya a una predisposición genética y, en consecuencia, se trivialicen sus crímenes. Según Ghaemi, esta es «una preocupación constante de algunos científicos y activistas alemanes». Las afirmaciones sobre la salud de Hitler «no afectan en absoluto su responsabilidad moral por sus crímenes», subraya el psiquiatra en declaraciones a DW.
«La presencia o ausencia de una enfermedad mental no determina si alguien es moral o legalmente responsable de sus actos. El criterio moral y jurídico es si una persona podía haber actuado de otra manera.»
El ADN de Hitler y el mito de la «raza aria superior»
La ironía de la historia: según las propias leyes nazis, Hitler habría sido considerado «enfermo hereditario» e «indigno de vivir», y por tanto víctima de sus propios programas de eutanasia.
Según la llamada «doctrina racial» nazi, el destino humano residía en la sangre. «La capacidad de tomar decisiones positivas o negativas es un rasgo determinado por la sangre», escribió en su libro Mein Kampf, comenzado en la prisión de Landsberg.
La pureza de la sangre, sostenía, permitiría al individuo tomar «decisiones correctas» y reforzaría la cohesión de una nación. En cambio, la mezcla de sangre -la «mezcla racial»- conduciría a un comportamiento «ilógico» y arrastraría a las civilizaciones a la ruina.
Justamente a la ruina fue donde Hitler, durante sus doce años de dictadura violenta, llevó a gran parte del mundo.
El Código Sanitario Panamericano, vigente hoy día, se firmó ad referendum en dos ejemplares originales en inglés y español, por los representantes de dieciocho naciones de las Américas que asistieron a la VII Conferencia Panamericana celebrada en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, el 14 de noviembre de 1924. Ambas versiones se depositaron en la Secretaría de Estado de la República de Cuba a fin de que pudieran sacarse copias certificadas, para ser remitidas por vía diplomática a cada uno de los gobiernos signatarios.
La VII Conferencia Sanitaria Panamericana, encargada del estudio y aprobación del Código Sanitario Panamericano, se efectuó en La Habana del 5 al 15 de noviembre de 1924, con delegaciones de: Argentina (2), Brasil (2), Chile (1), Colombia (1), Costa Rica (1), Cuba (6), El Salvador (1), Estados Unidos de América (3), Guatemala (1), Haití (1), Honduras (1), México (1), Paraguay (1), Panamá (1), Perú (1), República Dominicana (1), Uruguay (1) y Venezuela (2). Para un total de 28 delegados. No estuvieron representados: Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Además de los seis delegados de Cuba, eran de nacionalidad cubana los representantes de Guatemala, Costa Rica, Honduras y el de Colombia, que, aunque nacido en esa hermana república, llevaba casi medio siglo de ejercicio médico en La Habana. También estaban representadas la Oficina Sanitaria Panamericana y la Sección de Higiene de la Liga de las Naciones.
Presidió la Comisión Ejecutiva de la Conferencia, el Dr. Mario García-Lebredo (Cuba), después Director de Honor de la Oficina Sanitaria Panamericana; y la integraban como secretario el Dr. Francisco María Fernández (Cuba), como vocales los Dres. Hugh S. Cumming (EE.UU), Director de la Oficina Sanitaria Panamericana durante veintiséis años y Cirujano General Jefe de Servicios de Sanidad Pública de los Estados Unidos, Nascimento Gurgel (Brasil), Joaquin Llambias (Argentina), Alfonso Pruneda (México) y Carlos Enrique Paz Soldán (Perú) . Todas figuras ilustres de la salud pública en América.
Los fines de este Código son los siguientes: 1. Prevenir la propagación internacional de infecciones o enfermedades susceptibles de trasmitirse a seres humanos. 2. Estimular o adoptar medidas cooperativas encaminadas a impedir la introducción y propagación de enfermedades en los territorios de los gobiernos signatarios o procedentes de estos. 3. Uniformar la recolección de datos estadísticos relativos a la morbilidad en los países de los gobiernos signatarios. 4. Estimular el intercambio de informes que puedan ser valiosos para mejorar la sanidad pública y combatir las enfermedades humanas. 5. Uniformar las medidas empleadas en los lugares de entrada para impedir la introducción de enfermedades trasmisibles propias del hombre, a fin de que pueda obtenerse mayor protección contra ellas y eliminarse toda barrera o estorbo innecesarios.
El segundo artículo del Capítulo I está destinado a la definición de once términos contenidos en el Código. El Capítulo II lo forman tres secciones en las que se tratan: notificaciones e informes ulteriores a otros países (6 artículos), publicación de las medidas preventivas (3) y estadísticas de morbilidad y mortalidad (4). El Capítulo III está dedicado a documentos sanitarios y consta de dos secciones: la primera, de patentes de sanidad (11 artículos) y la segunda, de otros documentos (2).
Los Capítulos del IV al VIII comprenden aspectos como: la clasificación de los puertos (6 artículos), la clasificación de buques (3), el tratamiento de los buques (10), los modelos de fumigación (3), y los médicos de los buques (3). El Capítulo IX es de gran importancia pues está dedicado a la Oficina Sanitaria Panamericana, sus funciones y deberes.
El Capítulo X comprende un artículo dedicado a naves aéreas. En el XI se declara en su único artículo que «Excepción hecha de los casos que estén en conflicto con las prescripciones de la presente Convención, continuarán en todas sus fuerzas y vigor los artículos 5, 6, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 25, 30, 32, 33, 34, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 49 y 50 de la II Convención Sanitaria Panamericana celebrada en Washington el 14 de octubre de 1905 o primer Código Sanitario.»
El Capítulo XII aclara que: «Se tiene por entendido que el presente Código no anula ni altera la validez o fuerza de ningún tratado, convención o acuerdo que exista entre algunos de los gobiernos signatarios y cualquier otro gobierno.» El Capítulo XIII, final, dedica su único artículo a disposiciones transitorias.
Los participantes por Cuba fueron: Los Dres. Mario G. Lebredo, Jose A. López del Valle, Hugo Roberts, Diego Tamayo, Francisco M. Fernández y Domingo F. Ramos.
Referencias 1. El Código Sanitario Panamericano: 100 años de colaboración en salud Disponible en: https://www.paho.org/es/codigo-sanitario-panamericano-100-anos-colaboracion-salud [Consultado: 22 de septiembre de 2025] 2. Protocolo anexo al Código Sanitario Panamericano. Departamento de Asuntos Jurídicos Internacionales, Oficina de Cooperación Jurídica. Disponible en: https://iris.paho.org/handle/10665.2/4893 [Consultado: 22 de septiembre de 2025] 3. DELGADO GARCÍA, G. El Código Sanitario Panamericano: aspectos históricos. En: Cuadernos de Historia No. 80, 1995. Disponible en: http://www.bvs.sld.cu/revistas/his/vol_1_95/his03195.htm [Consultado: 22 de septiembre 2025]. 4. Delgado García, Gregorio,Estrella, Eduardo,Navarro, Judith (1999) El código sanitario panamericano: hacia una política de salud continental. Rev Panam Salud Publica;6(5) -,nov. 1999. Retrieved from http://www.scielosp.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1020-49891999001000012&lng=pt&nrm=iso [Consultado: 22 de septiembre 2025].
Cuando George Papanicolaou llegó a Estados Unidos, procedente de Grecia, ya era un médico experimentado que había servido como cirujano militar en la primera guerra de los Balcanes. Tras durar solo un día vendiendo alfombras, volvió a su pasión de adolescente: tocar el violín, esta vez en restaurantes.
Nadie imaginaba que poco tiempo después él y su esposa trabajarían juntos en el desarrollo de una prueba sencilla querevolucionó la detección temprana del cáncer cervical y ha salvado la vida de millones de mujeres: el llamado test de Papanicolaou, también conocido como Pap o citología vaginal.
Nacido hace 142 años,el 13 de mayo de 1883, en la isla de Eubea como Georgios Papanikolaou, el padre del Pap se graduó en medicina con honores a los 21 años, luego de haber estudiado música y humanidades. Tras un año en EE.UU. sin ejercer como médico, en 1914 fue contratado por el Departamento de Anatomía de la Universidad Cornell, en Nueva York, como investigador.
En 1928, durante una conferencia médica en Michigan, un joven científico griego subió al escenario con una idea revolucionaria. No traía bisturís, ni fármacos milagrosos. Solo un portaobjetos de vidrio y la firme convicción de que el cáncer podía detectarse antes de que fuera tarde.
Su propuesta era sencilla y radical para su época: recoger células del tracto vaginal, examinarlas al microscopio y descubrir allí los primeros signos del cáncer de cuello uterino. Se trataba de una técnica no invasiva, accesible y basada en la observación celular.
Pero aquella primera presentación fue un fracaso.
Las imágenes eran deficientes, el texto estaba lleno de errores, y la comunidad médica… no le creyó.
El científico era George Papanicolaou, y lo que proponía era la ahora famosa prueba de Papanicolaou o “Pap”. A pesar del escepticismo, él había notado algo que otros ignoraban: que los cambios en las células precedían al cáncer invasivo por años, y que eso podía aprovecharse para salvar vidas.
Pero el mundo aún no estaba listo.
Decepcionado, Papanicolaou guardó su investigación en un cajón. Hasta que, una década después, encontró el apoyo del ginecólogo Herbert Traut y retomó su trabajo con nuevos estudios que ahora sí captaron la atención del mundo médico.
El resultado fue una revolución.
La prueba de Papanicolaou se convirtió en un procedimiento de rutina. Permitió detectar lesiones precancerosas con años de anticipación. Desde entonces, millones de mujeres en todo el mundo han salvado la vida gracias a ese pequeño frotis de células.
Homenaje al Doctor Santiago Ramón y Cajal en el 125 aniversario de haber obtenido el Premio Moscú el 9 de agosto de 1900.
El español Santiago Felipe Ramón y Cajal nació el 1o de mayo de 1852 en Petilla de Aragón, localidad navarra dentro de tierra aragonesa. En junio de 1873, en los predios de la Universidad Literaria de Zaragoza, obtuvo el título de Licenciado en Medicina. Su primera labor como médico la realizó, como miembro de la Sanidad Militar, en el Regimiento de Burgos, luego fue designado a la guerra de Cuba. El miércoles 17 de junio de 1874, con 22 años de edad y grado de capitán, desembarcó en La Habana.
En la isla caribeña se desarrollaba la Guerra de los Diez Años y Cajal fue ubicado en el Hospital de Campaña de Vista Hermosa, Puerto Príncipe (actual Camagüey), luego fue trasladado por enfermedad al Hospital de Puerto Príncipe para regresarlo más tarde a San Isidro, en la trocha del este. El 15 de mayo de 1875, con diagnóstico de caquexia palúdica grave, le conceden la licencia absoluta del ejército.
De regreso a España desarrolló una ascendente carrera científica que fue reconocida con múltiples galardones. Entre el otoño y el invierno de 1899 el galeno se encontraba enfermo. Según sus propias palabras «invadióme la neurastenia, acompañada de palpitaciones, arritmias cardíacas, insomnios, etc., con el consiguiente abatimiento de ánimo». En consecuencia, decidió alejarse del constante ajetreo de Madrid e irse a vivir en un lugar más tranquilo en los alrededores de la ciudad. Compró una huerta en Cuatro caminos y mandó a construir una modesta quinta, circundada de un bello jardín, emparrado e invernadero liliputienses, escalonados en cuesta y expuestos al sol del mediodía.
En la tranquilidad de su jardín recibió Cajal la agradable noticia del Premio Moscú, información que le llegó en un telegrama enviado por el doctor Julián Calleja, colega español que estuvo presente en la capital francesa al emitirse el fallo del jurado. La reunión donde se decidió el ganador del reconocido galardón comenzó a las 9 y media de la mañana del 8 de agosto de 1900, en la Facultad de Medicina de París, presidida por el destacado cirujano francés Odilon Marc Lannelonge. Al día siguiente, 9 de agosto, la noticia se hizo pública en el XIII Congreso Internacional de Medicina reunido en la ciudad francesa; en la misma sesión se acordó celebrar en Madrid el siguiente Congreso de 1903.
Por testigos presenciales se conoce del entusiasmo de los delegados y congresistas de los países latinos, incluso se escucharon gritos de vivas a España. En nombre del país ibérico y de la ciencia española, el doctor Calleja, quien como señalamos fue el encargado de trasmitir la noticia a Cajal, pronunció, con marcada emoción, un elocuente y sentidísimo discurso de agradecimiento. Fue casi una fiesta de cordial hispanidad, porque del inesperado triunfo se congratularon, con noble y profunda emoción, todos los congresistas de España y de las Repúblicas hispanoamericanas.
La historia de este importante galardón comenzó años antes, en 1897, cuando en el XII Congreso Internacional de Medicina, en la ciudad moscovita se decidió crear un premio. Así las cosas, en sesión de trabajo del Ayuntamiento de Moscú se acordó que: «El premio de la ciudad de Moscú será otorgado al mejor trabajo científico en el campo de la medicina y de la higiene, o por los servicios excepcionales ofrecidos en la lucha por aliviar el sufrimiento de la humanidad». También quedó pautado entregarlo cada tres años.
Cajal, quien disfrutó inmensamente el reconocimiento, no pudo personarse a recibir el mencionado lauro, decidió quedarse en su recién estrenada casa de Cuatro caminos. Desde allí trasmitió un cálido agradecimiento donde expresó: «A mí, personalmente, las 6,000 pesetas, si llego a cobrarlas, que lo dudo, me vendrán como pedrada en ojo de boticario, pues cabalmente tengo atascado el segundo tomo de los Centros, el segundo número de la Revista y la tercera edición de la Histología, por falta de sebo; quiero decir, de recursos y de humor para escribir».
Si bien el galeno necesitaba el dinero, después de la inversión que había realizado para construir su nueva casa, es evidente que su mayor deseo iba encaminado en el orden académico, pues tenía múltiples publicaciones pendientes que precisamente no habían salido a la luz por falta de dinero y este premio le daba la posibilidad de darlos a conocer. Muchas fueron las felicitaciones y elogios recibidos. Destacan entre otros el telegrama de Su Majestad, la reina Cristina, la carta afectuosa del presidente del Consejo de Ministros, D. Francisco Silvela; y la no menos cariñosa del ministro de Fomento y el mensaje del Ayuntamiento de Zaragoza.
La prensa también se hizo eco de la noticia. El rotativo El Heraldo reseñó una elocuente biografía escrita por el doctor Amalio Gimeno; por su parte El Imparcial publicó sentidas palabras de Mariano Cávia. Otros artículos lauditorios aparecieron también en El Liberal, La Época y La Correspondencia. El doctor Márquez firmó una nota muy halagadora para un periódico médico que fue celebrada por el propio Cajal. La sociedad española disfrutó ampliamente el éxito de su hijo ilustre. Puede decirse que fue este el premio que dio a conocer al sabio entre sus coterráneos, anteriormente sus éxitos eran más conocidos en otros países.
Entre los reconocimientos oficiales recibió la Gran Cruz de Isabel la Católica, la condecoración de la Gran Cruz de Alfonso XII y fue nombrado consejero de Instrucción Pública. La elección del sabio al apetecido Premio Moscú hizo crecer la alegría de la ciudadanía hispana, extensiva a todos los países de habla castellana, considerándose tal distinción como un auténtico triunfo hispanoamericano.
Es interesante destacar que desde el pueblo cubano también le llegó al sabio español un cordial mensaje de felicitación firmado por el doctor Pedro Albarrán, quien un mes después, el 16 de septiembre de 1900, fue electo Presidente de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana. Su hermano, el ilustre científico cubano doctor Joaquín Albarrán, ya para esa fecha era reconocido por sus aportes a la Urología. El elogio fue publicado en el periódico El Fígaro de La Habana, en octubre de ese año 1900.
El doctor Pedro Albrarrán destaca del maestro español su humilde laboratorio, su entrega a la labor científica, así como sus procedimientos de investigación. Lo describe como un hombre superior por su inteligencia, y subraya su amor a la justicia y a la suprema ley. Termina escribiendo: «Reciba el sabio español, juntamente con los aplausos de los demás pueblos de la tierra, el aplauso del pueblo cubano ¡y ojalá que sea grato para sus notas distintas! Nuestro aplauso no expresa solamente la admiración que inspira el hombre aclamado por su ciencia: es también la expresión sincera de naturales inextinguibles afectos, de íntimas alegrías que sentimos porque algo bueno pasa en el viejo solar de nuestros padres». La alusión final hace clara referencia al padre de los hermanos Albarrán, Don Pedro Albarrán y de la Calle, quien era natural de Cádiz, en el país ibérico.
De todos los homenajes recibidos consideramos que el más importante fue realizado en el Paraninfo de la Universidad Central de Madrid. Allí el eminente histólogo pronunció un encendido discurso de alto contenido patriótico, donde dejó para la historia importantes consejos a los jóvenes. En esa histórica pieza de la oratoria exhortó a combatir al extranjero con ideas, con hechos nuevos, con invenciones originales y útiles. Ahí afirmó: «Mi fuerza fue el sentimiento patriótico; mi norte, el enaltecimiento de la toga universitaria; mi ideal, aumentar el caudal de ideas españolas circulantes por el mundo, granjeando respeto y simpatía para nuestra Ciencia, colaborando, en fin, en la grandiosa empresa de descubrir la Naturaleza, que es tanto como descubrirnos a nosotros mismos».
Como colofón se puede afirmar que el Premio Moscú significó para el doctor Cajal no solo el reconocimiento de su país, sino también la posibilidad de darse a conocer como el gran patriota que desde la ciencia defendía al país ibérico, así como la apertura de nuevos horizontes en favor de sus investigaciones científicas que lo llevarían en 1906 a obtener el Premio Nobel de Medicina y Fisiología. Este 9 de agosto de 2025 se conmemoran 125 años del Premio Moscú, rindamos tributo al doctor Santiago Ramón y Cajal, el más ilustre de los científicos españoles, quien se consideraba asimismo como un «obrero infatigable de voluntad indomable».
El oftalmoscopio es un instrumento optométrico cuya principal aplicación es observar una ampliación del fondo de ojo, lugar donde se encuentra la retina y, posiblemente, sea el instrumento de mayor uso en la historia de la Oftalmología.
El desarrollo del oftalmoscopio permitió el estudio clínico de las enfermedades del fondo de ojo. Hermann von Helmholtz, médico y físico alemán (1821-1894), anunció en el año 1850, su invención en la Sociedad de Física de Berlín, y un año más tarde, en octubre de 1851, publicó la descripción de su invento en el artículo Beschreibung eines Augenspiegels zur Untersuchung der Netzhaut im lebenden Auge. Sus trabajos revolucionaron esta especialidad.
El eficaz instrumento, permitía observar el fondo de ojo mediante espejos planos combinados con lentes cóncavas: se miraba a través de uno de los lados de un cristal mientras que la luz se reflejaba en el ojo del paciente por el lado opuesto. Sus experimentos demostraron que la luz que entra a través de la pupila se refleja y retorna al origen usando el mismo camino.
Helmholtz denominó a su invento «Augenstegel». En las primeras publicaciones en lengua inglesa fue denominado speculum, por ser similar a un instrumento que en Inglaterra tenía ese nombre. En 1853, el término oftalmoscopi apareció por primera vez en la literatura inglesa, y tres años más tarde, este vocablo comenzó a ser empleado en la literatura americana.
En los años siguientes, se le hicieron importantes mejoras al oftalmoscopio de Helmholtz y en las técnicas de observación del fondo de ojo. El invento de Helmholtz revolucionó a la oftalmología, al permitir observar el interior del ojo de las personas y examinar las características de la retina, diagnosticar enfermedades oculares y prevenir la ceguera.
La vacuna conjugada para la inmunización activa contra enfermedades causadas por Haemophilus influenzae tipo b (Hib), diseñada para niños desde los 2 meses y hasta los 5 años de edad. Quimi-Hib® es segura, muy bien tolerada y poco reactogénica. Su producción cumple los requisitos de la Organización Mundial de la Salud.
Cuba fue el primer país del mundo en desarrollar una vacuna obtenida por síntesis química contra el Haemophilus influenzae tipo b.
La vacuna cubana #Quimi_Hib® contra Haemophilus influenzae tipo B, revolucionó la inmunización infantil, al ser la primera vacuna en el mundo lograda mediante síntesis química: un resultado en el que no se emplearon cultivos bacterianos.
Este hito científico fue fruto de la integración y colaboración científica del Laboratorio de Antígenos Sintéticos de la Facultad de Química de la Universidad de La Habana – UH, la Universidad de Ottawa, en Canadá; y más adelante, de instituciones como el CIGB, perteneciente al entonces llamado Polo Científico del Oeste de La Habana.
Representó un avance pionero en el diseño de vacunas conjugadas contra la Haemophilus influenzae tipo B: bacteria causante de varias enfermedades; sobre todo en los niños.
Se demostró que esta vacuna con antígeno sintético es tan segura e inmunogénica en niños pequeños como otras vacunas, con un 99,7 % de protección a largo plazo.
#Quimi_Hib fue registrada por el Centro Estatal de Control de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos de Cuba en noviembre del año 2003.
Con la obtención de este antígeno sintético, se logró, por vez primera, saltar la brecha entre la química, la tecnología y la medicina.
La patente de esta vacuna recibió la Medalla de Oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual en el año 2005 y el premio en la categoría Salud del Museo para la Innovación de San José, California, EE.UU.
Actualmente forma parte de los componentes de la vacuna cubana pentavalente Heberpenta-L.
Hoy, la vacuna Quimi_Hib® integra el esquema de vacunación cubano. Está indicada en la inmunización activa de niños desde los 2 meses de nacido y hasta los 5 años de edad.
Esta innovación no solo demostró la capacidad científica de los cubanos, sino que resultó muy segura, eficaz y muy estable. Gracias a ella, Cuba eliminó complicaciones graves como la meningitis, neumonías y otras afecciones causadas por esta bacteria.
El objetivo principal de la vacuna es reducir la tasa de mortalidad infantil asociada con la infección por Haemophilus influenzae tipo B.
Este es un ejemplo de cómo la ciencia puede salvar vidas con soluciones únicas.
¡Un logro que enaltece a la química y la biotecnología cubanas!
Carlos de la Torre y Huerta fue un antropólogo, malacólogo y zoólogo cubano natural de Matanzas. Eminente investigador y profesor universitario, discípulo de Felipe Poey. Llegó a poseer la más completa colección conocida en Cuba de especies terrestres de moluscos.
Carlos de la Torre era hijo de Bernabé de la Torre y Fernández, profesor santiaguero radicado en Matanzas, y de Rosa de la Huerta y Roque, natural de la Atenas de Cuba. Cursó sus primeras letras en el Colegio La Empresa, de Matanzas, donde su padre ejercía la docencia, hasta que dicha escuela fue clausurada por las autoridades españolas al considerarla como un foco independentista, y sería sustituida más adelante por el Colegio Los Normales, fundado por su progenitor.
A los diez años de edad ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas, hasta que también esta institución fue clausurada como resultado de la situación creada con motivo del estallido de la Guerra de los Diez Años.
Tras iniciarse como maestro en el colegio de su padre, continuó sus estudios en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, donde obtuvo el título de bachiller en Artes en 1874. En ese propio año ingresó en el curso preparatorio de Medicina de la Universidad de La Habana, el cual concluyó con notas de sobresaliente.
Incursiones en la Malacología
Durante esta etapa entró en contacto con el afamado catedrático de Zoología y Mineralogía, Felipe Poey Aloy, y realizó sus primeras incursiones en lo que sería su profesión definitiva, la Malacología. Fue así como durante 1876 se vio obligado a regresar a Matanzas, producto de haber adquirido fiebres palúdicas en su búsqueda de caracoles terrestres por los Pantanos de Atarés. De nuevo en su ciudad natal se incorporó como profesor al Colegio San Carlos, fundado por su padre con ese nombre en honor al joven maestro.
A invitación del director del Instituto de Segunda enseñanza de La Habana, se presentó en 1880 al ejercicio de oposición por la plaza de ayudante preparador de Física y Química y conservador del Museo de Historia Natural, la cual obtuvo finalmente. Ese mismo año matriculó en la Universidad de La Habana, y en abril de 1881 alcanzó el título de licenciado en Ciencias, con notas de sobresaliente y el premio extraordinario con matrícula de honor, para realizar el doctorado en la Universidad Central de Madrid. Tras participar en la fundación de la Escuela de Artes y Oficios de La Habana, así como figurar desde enero de 1882 en su claustro, como profesor tecnológico, partió hacia España.
Ya en la península, defendió exitosamente su Tesis: Distribución geográfica de los moluscos terrestres de la Isla de Cuba, en sus relaciones con las tierras vecinas, y recibió el título de doctor en Ciencias Naturales, en 1883.
Labor como profesor
A fines de ese año, ganó por oposición la plaza de profesor de Historia natural,Fisiología e Higiene, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Puerto Rico, labor que desempeñó hasta que, tras la defensa de su trabajo titulado Anatomía comparada de la Columna Vertebral, obtuvo con felicitaciones del tribunal y en particular de su maestro, el sabio Felipe Poey, la cátedra de profesor de Anatomía Comparada en la Universidad de La Habana, en 1884, la cual asumiría en abril del siguiente año, cuando comenzó a impartir las asignaturas de Zoografía de moluscos y zoofitos, y de Zoografía de vertebrados y entomología.
La Sociedad Económica de Amigos del País le encargó en 1890 la realización de una expedición a Puerto Rico, Santo Domingo y la región oriental de Cuba, en búsqueda de piezas antropológicas y arqueológicas, como resultado de la cual pronunció en 1891 una valiosa conferencia en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana sobre cráneos deformados y objetos arqueológicos descubiertos en las Cavernas de Maisí.
En esta última zona, estudió además la enfermedad de los cocoteros que asolaba el territorio, y descubrió la causa que la producía; de igual forma, colaboró con Fermín Valdés Domínguez y otros patriotas cubanos, quienes trabajaban en los preparativos del futuro estallido independentista.
Tras la muerte de Felipe Poey, el 28 de enero de 1891, escribió una nota biográfica sobre la figura de aquel destacado científico, la cual apareció en los anales de la Real Academia de Ciencias de La Habana.
Desde el punto de vista profesional, fue profesor de Geología, Paleontología y Antropología de la Universidad de La Habana, a partir de 1900, así como decano de la Facultad de Letras y Ciencias, en 1920, y rector del propio alto centro docente, a la altura de 1921. Alcanzó también los grados de doctor en Farmacia y de doctor en Medicina, por la propia Universidad de La Habana, en 1921 y 1922 respectivamente. Publicó numerosos libros de texto como el Manual o Guías para los Exámenes de los Maestros, y se considera como uno de los fundadores de la ciencia pedagógica cubana, junto a figuras como Aguayo, Heredia, Vidal Morales y Borrero Echeverría, entre otros.
Su actitud de enfrentamiento a la dictadura de Gerardo Machado, y el Manifiesto que dirige a los graduados universitarios en 1930, incitándolos a enfrentarse al gobierno, le valieron la represión por parte del régimen y la necesidad de un nuevo exilio en los Estados Unidos, etapa donde residió en las ciudades de Miami, Washington y Nueva York, desempeñando por ese entonces la presidencia de la Junta Revolucionaria. Tras la caída de la tiranía regresó a Cuba y a solicitud del gobierno provisional de Carlos Mendieta, ocupó el cargo de presidente del Consejo de Estado, en 1934, responsabilidad a la cual renunció pocos meses más tarde, defraudado por la realidad política del país, reincorporándose nuevamente a la cátedra universitaria. Fue nombrado miembro técnico del Instituto Finlay y director del Departamento de Biología, en 1935.
En su etapa de rector de la Universidad de La Habana (1921-1923) comenzó la Reforma Universitaria liderada por los estudiantes, con Julio Antonio Mella a la cabeza. Es muy real que los acontecimientos lo superaron y que renunció ante la oposición del claustro a los cambios propuestos. Pero también es cierto que jamás defraudó a sus estudiantes, siempre los defendió y acompañó.
Para Mella fue un hombre que respetaba «la verdad» y eso, en aquellos tiempos, y también en estos, no es poca cosa. En la foto aparece Carlos de la Torre, quien ya tenía un prestigio mundial bien consolidado como hombre de ciencia, junto a los alumnos detenidos por el régimen de Machado en el Castillo del Príncipe. Allí está, con otros profesores, acompañando a Pablo de la Torriente, Raúl Roa, Carlos Prío y otros más. Hechos y posturas dignas de nuestra historia que conviene no olvidar.
Secada Cárdenas Eneyda, Cárdenas González Ciria Zulema, Secada Cárdenas Luis, Escobar Blanco Libertad Manuela, Buides Secada Leysa, Fernández Alfonso Odalis Marisela. Un acercamiento a la labor científica de Carlos de la Torre y Huerta. Rev.Med.Electrón. [Internet]. 2015 Jun [citado 2025 Jun 10] ; 37( 3 ): 293-299. Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1684-18242015000300013&lng=es.
Un equipo internacional ha logrado algo extraordinario: seguir el rastro genético de Leonardo da Vinci hasta el presente.
Leonardo da Vinci (1452-1519), el extraordinario genio del Renacimiento que revolucionó el arte y la ciencia hace más de 500 años, sigue sorprendiendo al mundo desde la tumba, ahora gracias a la genética.
Tras 30 años de intensa investigación genealógica, un equipo internacional conocido como «Proyecto ADN Leonardo» acaba de publicar un libro titulado Genìa da Vinci. Genealogía y genética del ADN de Leonardo con revelaciones fascinantes sobre el árbol genealógico del genio renacentista, que se remontaría hasta 1331, abarcando 21 generaciones y más de 400 individuos, según un comunicado de prensa del proyecto.
Aunque Leonardo nunca tuvo hijos, sus numerosos hermanastros –hasta 22, según reportan algunos medios– han permitido seguir el rastro de su linaje hasta nuestros días.
Descendientes de Leonardo da Vinci: cromosoma Y intacto
El hallazgo más sorprendente es la identificación de 15 descendientes por línea masculina de la familia Da Vinci, relacionados con su padre y su hermanastro Domenico Benedetto. Aunque el comunicado del proyecto no especifica si todos estos descendientes están vivos, sí aclara que seis de ellos, aún vivos, fueron sometidos a análisis genéticos. Lo verdaderamente revolucionario es que estos seis comparten segmentos idénticos del cromosoma Y, el que se transmite de padres a hijos.
Según David Caramelli, director del proyecto desde la Universidad de Florencia, esto sugiere que la línea masculina de los da Vinci ha permanecido genéticamente intacta durante al menos 15 generaciones.
Los investigadores confirmaron por otra parte la existencia de una tumba familiar en la iglesia de Santa Croce de Vinci, donde podrían estar enterrados el abuelo de Leonardo, Antonio, su tío Francesco y varios hermanastros. Los antropólogos de la Universidad de Florencia han recuperado fragmentos óseos que están siendo analizados. Según Caramelli, uno de los especímenes corresponde a un varón cuya edad coincide con la de los presuntos parientes del artista.
«Nuestro objetivo al reconstruir el linaje de la familia da Vinci hasta nuestros días es permitir la investigación científica de su ADN», explica Alessandro Vezzosi, coautor del libro, en el comunicado. «Esperamos comprender las raíces biológicas de su extraordinaria agudeza visual, creatividad y posiblemente incluso aspectos de su salud y causas de muerte», agrega.
Los investigadores analizaron fragmentos óseos recuperados de la tumba familiar en Santa Croce de Vinci para identificar el ADN de los parientes de Leonardo.
El libro va mucho más allá de la genética, revelando aspectos desconocidos de la vida del genio florentino. Por ejemplo, mediante el análisis de antiguos registros catastrales, los autores identificaron siete casas de la familia Da Vinci en el pueblo y castillo de Vinci, así como dos propiedades del propio Leonardo, heredadas de su tío Francesco.
Entre los hallazgos más intrigantes destaca un misterioso dibujo al carboncillo descubierto en la repisa de una chimenea de un antiguo edificio de Vinci. La obra, bautizada como el «Dragón Unicornio», representa una criatura fantástica con un cuerno en espiral, hocico alargado, dientes ganchudos, lengua flamígera, escamas pronunciadas y una gran ala membranosa. Los expertos sugieren que la obra, de «rara intensidad expresiva», podría ser del propio Leonardo.
¿Leonardo, pionero de la epigenética?
Quizás uno de los aspectos más fascinantes del libro es la sugerencia de que Leonardo fue uno de los primeros pioneros de lo que hoy llamamos epigenética. Según explican, sus escritos sobre la herencia apuntan a la posible influencia de la dieta, la sangre y el comportamiento de los padres en la descendencia, anticipándose siglos a los descubrimientos modernos sobre cómo los factores externos pueden modificar la expresión de los genes.
«En sus estudios sobre la generación, la concepción se convierte en un acto complejo en el que se entrecruzan la naturaleza, la emoción y el destino», señala Agnese Sabato, coautora del trabajo.
Los investigadores sugirieron que Leonardo da Vinci anticipó conceptos de epigenética al estudiar cómo la dieta y el comportamiento de los padres influían en la descendencia.
Jesse H. Ausubel, director del proyecto desde la Universidad Rockefeller, es optimista sobre las posibilidades: «Incluso una diminuta huella dactilar en una página podría contener células para secuenciar. La biología del siglo XXI está moviendo la frontera entre lo incognoscible y lo desconocido».
Limitaciones y futuro de la investigación genética de Leonardo
Sin embargo, los investigadores se mantienen cautos. Caramelli recuerda que todavía deben hacerse más análisis detallados para verificar si el ADN recuperado de restos óseos familiares está lo suficientemente bien conservado para confirmar plenamente estos hallazgos.
Es importante señalar también que el trabajo no es una investigación revisada por pares, como indica IFL Science. Además, según la misma fuente, nunca se ha identificado el ADN confirmado del propio Leonardo da Vinci. En el caso del proyecto, además de la investigación genealógica, se analizaron fragmentos óseos recuperados de la tumba de la iglesia de Santa Croce de Vinci, donde se cree que se encontraban algunos familiares de Leonardo.
El proyecto, iniciado en 2016 y coordinado desde la Universidad Rockefeller con la participación del Instituto J. Craig Venter y la Universidad de Florencia, representa un hito en la intersección entre ciencia, historia y cultura. Si los investigadores logran secuenciar suficientes fragmentos de ADN, podríamos estar ante una nueva era en nuestra comprensión del hombre que pintó la Mona Lisa y diseñó máquinas voladoras siglos antes de su tiempo.
Concepción Campa Huergo (1951-) investigadora cubana, graduada en Ciencias Farmacéuticas en 1974, es la autora de la primera vacuna comercializable en el mundo, con eficacia comprobada contra el meningococo tipo B, VA-MENGOC-BC.
El trabajo de obtención de esta vacuna comenzó en 1982, pues por sus relevantes méritos en el campo del control de calidad de productos vacunales, fue seleccionada para formar parte del Grupo Especial para el Desarrollo de la vacuna antimeningocócica. Cinco años más tarde, se realizó la prueba de eficacia de terreno que comprobó que se había obtenido, por primera vez, este importante producto.
Durante esos cinco años muchos fueron los retos impuestos al equipo de investigación, la exposición directa a la temible bacteria, los cuidados para no contaminarse ellos, ni la familia, las largas jornadas de trabajo, la prueba, en sus propias personas de los primeros preparados vacunales; luego, en el momento de realizar el ensayo clínico en niños, fueron sus hijos los pioneros.
Como una historia de amor, define Conchita el nacimiento y la aplicación de ese fármaco, concebido, para disfrutar la sonrisa plena de los niños y las niñas y por el que se le otorgó la Medalla de Oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).
A partir de 1988, la VA MENGOC.BC, se aplica masivamente a niñas y niños de Cuba, durante los primeros seis meses de vida. Más de 55 millones de dosis de la vacuna, que revolucionó al mundo científico, han sido aplicadas con éxito en varios países del continente, especialmente en Brasil.
En el año 2001 se realizaron varios ensayos clínicos de la vacuna en Bélgica con resultados positivos lo que llevó a un acuerdo con la compañía norteamericano-británica SmithKline Beecham y así, la vacuna, en la actualidad está disponible en todo el mundo subdesarrollado. Este preparado vacunal cuenta con diferentes estudios de eficacia y de efectividad realizados tanto en Cuba, como en Brasil, Colombia y Argentina. Todos avalan su calidad.
Por los logros obtenidos es Doctora Honoris Causa de la Universidad de La Habana, Investigadora Titular del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y Profesora Invitada del Instituto Superior Politécnico José A. Echeverría. Miembro de varios Consejos Científicos y de Comités de Expertos en Cuba, así como de Organismos Internacionales. Se desempeña como Presidenta-Directora del Instituto Finlay que es un Centro de Investigación y Producción de Vacunas y Sueros. En el año 2003 recibió el Premio Iberoamericano “José Martí”.
Conchita, como se le conoce en Cuba, es, además, una estudiosa de la medicina natural y de las técnicas de la medicina tradicional.
La Dra. Liane Borbolla (1920-1993) realizó estudios primarios y secundarios en Francia, pero estudió medicina en La Habana y se graduó en 1949. Fue la primera mujer en obtener el primer expediente de su graduación en dicha carrera. Fue alumna externa, médico interno y residente del Hospital Universitario “General Calixto García».
Después, profesora adscrita y adjunta, en calidad de honoraria, de la cátedra de Pediatría del Hospital «Reina Mercedes» de La Habana. Allí ganó, por oposición, la plaza de jefe del Servicio de Pediatría, y comenzó a impartir clases a los estudiantes de Medicina y a atender también la formación de residentes. Fue nombrada profesora titular de Pediatría en el año 1961, y se convirtió en uno de los cuatro pediatras designados para desarrollar la docencia de la especialidad en la única facultad de Medicina que existía en el país.
En 1967, en el Hospital pediátrico «William Soler», fundó el primer laboratorio de Citogenética en Cuba. En ese centro, en el que laboró veinticinco años, realizó por vez primera en Cuba el diagnóstico prenatal del sexo de un feto por medio del estudio de la cromatina sexual en las células de líquido amniótico. En este servicio brindó más de 25,000 consultas, analizó más de 7 500 estudios de dermatoglifos y 6 000 exámenes de cariotipo, para identificación de cromosomas en niños.
En dos ocasiones diferentes realizó estudios de postgrado en París (1968 y 1980). Posteriormente, también en Montreal, Canadá.
Creó la primera consulta de Genética Médica en Cuba. Estuvo vinculada a la docencia hasta su muerte, acaecida en México el 5 de agosto de 1993 mientras participaba en el Congreso Mundial de Antropología donde se le rendía homenaje por su contribución al desarrollo del estudio de los dermatoglifos en humanos.
Participó en más de 50 congresos nacionales e internacionales, publicó más de 150 trabajos científicos en revistas nacionales y extranjeras y fue autora de varios textos de Pediatría y Genética Médica. Miembro activo de varias sociedades científicas: Sociedad Cubana de Pediatría, Sociedad Cubana de Genética, Sociedad Jaliscense de Genética Humana y la Asociación Latinoamericana de Pediatría.
La Dra. Borbolla fue la primera mujer en recibir el título de Doctora en Ciencias Médicas en Cuba. También fue la primera, y hasta ahora la única mujer, que ha ocupado la presidencia de la Junta de Gobierno de la Sociedad Cubana de Pediatría. Por todo ello, se le otorgó el título de Miembro de Honor de esta sociedad científica.
Estudiaba incansablemente, todos los días. Poseía una gran cultural general, fue excelente lectora de los clásicos y de los grandes de la literatura universal. Durante los fines de semana frecuentaba el cine, el teatro, asistía a conciertos, a funciones de ópera y de ballet; expresaba con elocuencia su entusiasmo ante la maestría artística que tanto solía disfrutar.
En cierta ocasión en que accedió a que la entrevistaran, algo difícil dada su gran modestia, dijo: «Nunca he ambicionado algo más que ser médico”. Los médicos cubanos recordaremos siempre a la Dra. Liane Borbolla, como una mujer físicamente pequeña, pero inmensa en espíritu. Fue maestra de maestros, de refinada cultura, sabia en conocimientos, llena de bondad y con una elevada ética, única en el ejercicio de la discusión diagnóstica y en el arte de impartir conferencias magistrales.