¿Por qué tenemos huellas dactilares y para qué sirven realmente?
1 diciembre 2025
Si examinas cuidadosamente la punta de tus dedos, observarás una red de curvas, espirales y ramificaciones. Se llaman crestas papilares y permiten que, junto con los surcos que hay entre ellas y las secreciones de nuestra piel (sudor y grasa) se forme un “dibujo” o huella dactilar al tocar un objeto.
El desarrollo de esas crestas papilares se produce en el feto –entre las semanas 10 y 16 de gestación– y depende de la interacción entre nuestros genes, el crecimiento del tejido de la piel y los movimientos, las presiones y la posición del feto dentro del útero.
Este proceso tan complejo hace que ni siquiera los gemelos idénticos tengan las mismas huellas. Aunque eso sirve para que la policía resuelva delitos, en realidad surgieron para ayudarnos a tocar, agarrar y explorar lo que nos rodea.
Tenerlas da muchas ventajas
Las huellas dactilares tienen, por lo tanto, una función básica: nos ayudan a interactuar con el mundo. Los científicos coinciden en que cumplen tres funciones principales:
1. Mejorar el agarre. Las crestas papilares aumentan el roce o fricción, igual que los dibujos de un neumático o tus zapatillas. Gracias a ellas podemos sujetar objetos pequeños o resbaladizos sin que se nos escapen, incluso con las manos húmedas.
2. Distribuir la presión. Al agarrar algo, las crestas reparten mejor la fuerza y evitan que la piel se dañe o se desgaste con facilidad.
3. Aumentar la sensibilidad táctil. Bajo las crestas hay terminaciones nerviosas que detectan vibraciones y texturas muy finas. Las crestas actúan, pues, como “amplificadores” del tacto, permitiéndonos sentir con mucha más precisión.
En otras palabras, nuestras huellas son una adaptación evolutiva que ha hecho posible que manipulemos herramientas, trepemos o toquemos con más eficacia. Gracias a ellas, acciones tan cotidianas como desbloquear el móvil o abrir un tarro resultan mucho más fáciles.
Pero, además, las crestas papilares tienen otra misión: canalizar el sudor. En la cima de muchas crestas se abren los poros de las glándulas sudoríparas ecrinas, que liberan pequeñas cantidades de agua y sales. Esto no solo ayuda a regular la temperatura corporal, sino que también mejora el contacto con las superficies, aumentando la fricción.
De la evolución al laboratorio forense
Aunque nuestras huellas evolucionaron con esos fines táctiles, tres propiedades la convierten en una herramienta indispensable para la identificación humana:
1. Son únicas: cada persona tiene un diseño que hasta el momento nunca se ha visto repetido.
2. No cambian: permanecen invariables toda la vida, salvo que haya heridas muy profundas.
3. Son perennes: aparecen desde antes de nacer y persisten incluso tras la muerte.
Gracias a esto, la dactiloscopia (la ciencia que estudia las huellas, nacida a finales del siglo XIX) se ha convertido en apoyo fundamental en la investigación criminal.
Nacidos sin huellas
Sin embargo, algunas personas nacen con la piel de los dedos completamente lisa. Sufren un trastorno genético muy raro, localizado en el gen SMARCAD1, que recibe el nombre adermatoglifia. Tan infrecuente es este trastorno que las familias afectadas en el mundo se pueden contar con los dedos de una mano… aunque esa mano no tenga huellas.
En realidad, las personas con adermatoglifia llevan una vida normal, pero pueden tener más dificultades para manipular objetos o regular el sudor en esas zonas. En su día a día, pueden encontrarse con obstáculos curiosos: desde problemas en el control de pasaportes, hasta la dificultades para utilizar los sistemas de reconocimiento dactilar en el móvil.
Mucho más que una “firma” biológica
Ahora que conoces todo esto, la próxima vez que desbloquees el móvil con el dedo o dejes tu huella en un vaso, piensa que las huellas dactilares son el resultado de millones de años de evolución que te ayudan a agarrar, a sentir y a explorar el mundo con las manos.
Al fin y al cabo, cada una de nuestras huellas nos susurra un secreto: nacemos únicos, vivimos únicos y dejamos una marca única en el mundo porque no hubo ni habrá nadie como tú.
El legado genético de Hitler: lo que realmente revela su ADN
15 noviembre 2025
El documental «Hitler’s DNA: Blueprint of a Dictator», que, ochenta años después de la muerte de Adolf Hitler, no solo revela datos médicos sobre el dictador. También intenta explicar su comportamiento a partir del análisis genético, algo altamente cuestionable desde el punto de vista científico.
Síndrome de Kallmann: la rara enfermedad del dictador
Según la secuenciación de ADN, Hitler habría padecido el poco común síndrome de Kallmann, una enfermedad genética que reduce la producción de hormonas sexuales. Sus efectos incluyen ausencia o retraso severo de la pubertad, niveles bajos de testosterona, un sentido del olfato poco desarrollado (anosmia), testículos no descendidos (criptorquidia) y una mayor probabilidad de desarrollar un micropene u otras anomalías genitales.
Como prueba se cita la historia clínica de Hitler en la prisión de Landsberg, donde estuvo encarcelado en 1923 tras el fallido intento de golpe. Allí, el médico de la cárcel le diagnosticó «criptorquidia derecha», es decir, un testículo derecho no descendido.
Además, el médico personal de Hitler, Theodor Morell, le administró inyecciones regulares de testosterona a partir de 1944, lo que también respalda ese diagnóstico.
¿Riesgos psíquicos en el ADN de Hitler?
Según el documental, el análisis genético también mostraría que Hitler tenía un riesgo poligénico muy elevado de padecer trastornos psicológicos, especialmente autismo, esquizofrenia y trastorno bipolar.
Los genetistas y psicólogos que participaron en la producción admiten que no es válido sacar conclusiones solo a partir de un riesgo poligénico elevado, pero aun así especulan sobre posibles diagnósticos o patrones de comportamiento.
Es cierto que estos nuevos hallazgos médicos pueden ayudar a comprender mejor la psicología de Hitler. Y naturalmente es posible que deficiencias físicas y fluctuaciones hormonales influyeran en su conducta. Incluso podría ser que Hitler compensara su fragilidad física con delirios de grandeza. Pero todo esto sigue siendo especulación, porque faltan pruebas concluyentes.
Esto también pone en aprietos a la reconocida Turi King, a quien la productora logró sumar al proyecto. La genetista y arqueóloga canadiense-británica, profesora de Participación Pública y Genética en la Universidad de Leicester, se hizo famosa por el análisis de ADN de los restos de Ricardo III, hallados en un aparcamiento de Leicester.
Turi King tenía previsto enviar sus resultados a una revista médica especializada y someterlos a un proceso de peer review, es decir, a la revisión científica por pares. Pero la productora no quiso esperar ese largo procedimiento académico y King acabó aceptando. Ahora, su prestigio académico está en entredicho.
Triunfo en las habitaciones privadas de Hitler: un soldado estadounidense se encuentra junto al sofá en el que Hitler se suicidó y recoge piezas como recuerdo. Imagen: akg-images/picture alliance
Rumor desmentido: Hitler no era judío
Al menos un rumor persistente pudo ser descartado de forma convincente por el análisis genético: la supuesta ascendencia judía de Hitler.
Aún en 2022, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, afirmó que Hitler tenía un abuelo judío. Pero, según el análisis de ADN, ahora existen pruebas genéticas claras de las raíces austríaco-alemanas de Hitler.
Recuerdo del «sofá de la muerte»: el origen de las muestras de ADN
Según el documental, el material genético analizado proviene de un sofá manchado de sangre en el que Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945. Hitler se disparó con una pistola mientras su esposa, Eva Braun, ingería veneno. Sus cuerpos fueron luego quemados por sus colaboradores para evitar que fueran exhibidos públicamente, como había ocurrido poco antes con el dictador italiano Mussolini.
Más tarde, el coronel Roswell P. Rosengren, oficial de prensa del Ejército estadounidense, se habría llevado como macabro recuerdo un fragmento de la tapicería estampada del sofá desde el búnker del Führer. Ya en Estados Unidos, el trozo de tela permaneció primero en su caja fuerte y, tiempo después, terminó en el Museo de Historia Militar de Gettysburg, en Pensilvania. La historia es verosímil: existen varias fotos de Hitler sobre ese sofá y de soldados rusos y estadounidenses cortando trozos de la tela.
Más problemática es la atribución de la muestra. Según el documental, la autenticidad del ADN se comprobó comparándolo con muestras conocidas de familiares de Hitler. Pero no se aclara quién es ese pariente cuyo raro cromosoma Y coincide a la perfección con la muestra del sofá. Tampoco queda claro si esos descendientes vivos de Hitler dieron su consentimiento para la comparación.
El ADN aporta indicios, pero no pruebas sobre el comportamiento
Es comprensible intentar buscar las causas del comportamiento inhumano de Hitler en posibles trastornos físicos o psicológicos. Pero establecer esa conexión es arriesgado y científicamente cuestionable.
Según el documental, el ADN de Hitler mostraría una probabilidad superior a la media de TDAH, una alta probabilidad de rasgos autistas, esquizofrenia y una tendencia al comportamiento antisocial. Esto puede ser cierto, pero no demuestra que Hitler padeciera realmente estos trastornos ni que influyeran en su conducta. De hecho, una atribución individual tan específica no es válida con los llamados polygenic risk score tests (PRS), que solo permiten comparaciones con la población general.
El comportamiento no puede explicarse únicamente mediante la genética. La aparición de trastornos psicológicos resulta siempre de una interacción compleja entre genética, entorno, historia de vida y experiencias personales. Los test genéticos no permiten diagnosticar enfermedades mentales; para ello se requiere una evaluación clínica basada en síntomas y entrevistas con la persona y su entorno.
Esto también lo sabían los responsables del documental. «El salto de la biología al comportamiento es enorme», admitió el psicólogo británico Simon Baron-Cohen, que participó en la producción, para luego dar igualmente ese enorme salto hacia la especulación.
Adolf Hitler con su esposa, Eva Braun, en el conjunto de sofás con motivos decorativos: se dice que el dictador tenía una relación problemática con las mujeres.Imagen: kpa Keystone/United Archives/picture alliance
Peligrosas conclusiones sobre el comportamiento
Tener una predisposición a trastornos psicológicos -o incluso padecer uno- no permite extraer conclusiones directas sobre el comportamiento de una persona. Esto también lo muestra el libro «A First-Rate Madness»,del psiquiatra Nassir Ghaemi, profesor de Psiquiatría en la Tufts University School of Medicine y docente en la Harvard Medical School de Boston. En su obra, analizó la «inestabilidad mental» de figuras históricas, desde Abraham Lincoln hasta el principal adversario democrático de Hitler, Winston Churchill. Hitler fue el único caso negativo en su estudio.
Ghaemi también está convencido de que Hitler padecía un trastorno maniacodepresivo. Los hallazgos genéticos, afirma el psiquiatra iraní en declaraciones a DW, son «científicamente sólidos y pueden ayudarnos a comprender mejor sus cualidades de liderazgo».
«Los rasgos maníacos potencian la creatividad y la capacidad de resistencia; los síntomas depresivos aumentan la empatía y el realismo: todos ellos son puntos fuertes para un líder. Estas cualidades pueden emplearse en cualquier dirección política, ya sea de forma autocrática y tiránica, como en el caso de Hitler, o democrática, como en el de Churchill».
Según Ghaemi, la «inestabilidad psicológica» de Hitler se agravó a partir de 1937 debido a la administración diaria de anfetaminas por vía intravenosa para tratar su depresión, algo que también respaldan diversas fuentes históricas.
Que Hitler -como menciona el documental- pudiera haber padecido síndrome de Kallmann, podría «explicar por qué, a diferencia de la mayoría de las personas con rasgos maníacos, aparentemente no tenía una libido elevada, pese a presentar muchos otros rasgos maníacos (verborrea, alta energía física, poco sueño, autoestima inflada)». Pero todos esos son indicios, no pruebas.
En aquel entonces aún unidos en la lucha contra la Alemania nazi: la fotografía de un soldado estadounidense muestra a un soldado soviético en el «búnker del Führer», en el sofá en el que Hitler se quitó la vida.Imagen: SZ Photo/picture alliance
Riesgo de estigmatización y de trivialización
Los investigadores que participaron en el documental eran conscientes de que vincular el autismo o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) con Hitler -considerado el epítome del mal- es extremadamente problemático. «Existe un alto riesgo de estigmatización», advierte el psicólogo Simon Baron-Cohen en el documental. Una asociación así podría llevar a que personas con enfermedades mentales sean injustamente relacionadas con un asesino en masa.
También existe el riesgo de que, al patologizar a Hitler como un «loco», su comportamiento inhumano se atribuya a una predisposición genética y, en consecuencia, se trivialicen sus crímenes. Según Ghaemi, esta es «una preocupación constante de algunos científicos y activistas alemanes». Las afirmaciones sobre la salud de Hitler «no afectan en absoluto su responsabilidad moral por sus crímenes», subraya el psiquiatra en declaraciones a DW.
«La presencia o ausencia de una enfermedad mental no determina si alguien es moral o legalmente responsable de sus actos. El criterio moral y jurídico es si una persona podía haber actuado de otra manera.»
El ADN de Hitler y el mito de la «raza aria superior»
La ironía de la historia: según las propias leyes nazis, Hitler habría sido considerado «enfermo hereditario» e «indigno de vivir», y por tanto víctima de sus propios programas de eutanasia.
Según la llamada «doctrina racial» nazi, el destino humano residía en la sangre. «La capacidad de tomar decisiones positivas o negativas es un rasgo determinado por la sangre», escribió en su libro Mein Kampf, comenzado en la prisión de Landsberg.
La pureza de la sangre, sostenía, permitiría al individuo tomar «decisiones correctas» y reforzaría la cohesión de una nación. En cambio, la mezcla de sangre -la «mezcla racial»- conduciría a un comportamiento «ilógico» y arrastraría a las civilizaciones a la ruina.
Justamente a la ruina fue donde Hitler, durante sus doce años de dictadura violenta, llevó a gran parte del mundo.
El Código Sanitario Panamericano vigente, se firmó en Cuba en el año 1924.
22 septiembre 2025
El Código Sanitario Panamericano, vigente hoy día, se firmó ad referendum en dos ejemplares originales en inglés y español, por los representantes de dieciocho naciones de las Américas que asistieron a la VII Conferencia Panamericana celebrada en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, el 14 de noviembre de 1924. Ambas versiones se depositaron en la Secretaría de Estado de la República de Cuba a fin de que pudieran sacarse copias certificadas, para ser remitidas por vía diplomática a cada uno de los gobiernos signatarios.
La VII Conferencia Sanitaria Panamericana, encargada del estudio y aprobación del Código Sanitario Panamericano, se efectuó en La Habana del 5 al 15 de noviembre de 1924, con delegaciones de: Argentina (2), Brasil (2), Chile (1), Colombia (1), Costa Rica (1), Cuba (6), El Salvador (1), Estados Unidos de América (3), Guatemala (1), Haití (1), Honduras (1), México (1), Paraguay (1), Panamá (1), Perú (1), República Dominicana (1), Uruguay (1) y Venezuela (2). Para un total de 28 delegados. No estuvieron representados: Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Además de los seis delegados de Cuba, eran de nacionalidad cubana los representantes de Guatemala, Costa Rica, Honduras y el de Colombia, que, aunque nacido en esa hermana república, llevaba casi medio siglo de ejercicio médico en La Habana. También estaban representadas la Oficina Sanitaria Panamericana y la Sección de Higiene de la Liga de las Naciones.
Presidió la Comisión Ejecutiva de la Conferencia, el Dr. Mario García-Lebredo (Cuba), después Director de Honor de la Oficina Sanitaria Panamericana; y la integraban como secretario el Dr. Francisco María Fernández (Cuba), como vocales los Dres. Hugh S. Cumming (EE.UU), Director de la Oficina Sanitaria Panamericana durante veintiséis años y Cirujano General Jefe de Servicios de Sanidad Pública de los Estados Unidos, Nascimento Gurgel (Brasil), Joaquin Llambias (Argentina), Alfonso Pruneda (México) y Carlos Enrique Paz Soldán (Perú) . Todas figuras ilustres de la salud pública en América.
Los fines de este Código son los siguientes: 1. Prevenir la propagación internacional de infecciones o enfermedades susceptibles de trasmitirse a seres humanos. 2. Estimular o adoptar medidas cooperativas encaminadas a impedir la introducción y propagación de enfermedades en los territorios de los gobiernos signatarios o procedentes de estos. 3. Uniformar la recolección de datos estadísticos relativos a la morbilidad en los países de los gobiernos signatarios. 4. Estimular el intercambio de informes que puedan ser valiosos para mejorar la sanidad pública y combatir las enfermedades humanas. 5. Uniformar las medidas empleadas en los lugares de entrada para impedir la introducción de enfermedades trasmisibles propias del hombre, a fin de que pueda obtenerse mayor protección contra ellas y eliminarse toda barrera o estorbo innecesarios.
El segundo artículo del Capítulo I está destinado a la definición de once términos contenidos en el Código. El Capítulo II lo forman tres secciones en las que se tratan: notificaciones e informes ulteriores a otros países (6 artículos), publicación de las medidas preventivas (3) y estadísticas de morbilidad y mortalidad (4). El Capítulo III está dedicado a documentos sanitarios y consta de dos secciones: la primera, de patentes de sanidad (11 artículos) y la segunda, de otros documentos (2).
Los Capítulos del IV al VIII comprenden aspectos como: la clasificación de los puertos (6 artículos), la clasificación de buques (3), el tratamiento de los buques (10), los modelos de fumigación (3), y los médicos de los buques (3). El Capítulo IX es de gran importancia pues está dedicado a la Oficina Sanitaria Panamericana, sus funciones y deberes.
El Capítulo X comprende un artículo dedicado a naves aéreas. En el XI se declara en su único artículo que «Excepción hecha de los casos que estén en conflicto con las prescripciones de la presente Convención, continuarán en todas sus fuerzas y vigor los artículos 5, 6, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 25, 30, 32, 33, 34, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 49 y 50 de la II Convención Sanitaria Panamericana celebrada en Washington el 14 de octubre de 1905 o primer Código Sanitario.»
El Capítulo XII aclara que: «Se tiene por entendido que el presente Código no anula ni altera la validez o fuerza de ningún tratado, convención o acuerdo que exista entre algunos de los gobiernos signatarios y cualquier otro gobierno.» El Capítulo XIII, final, dedica su único artículo a disposiciones transitorias.
Los participantes por Cuba fueron: Los Dres. Mario G. Lebredo, Jose A. López del Valle, Hugo Roberts, Diego Tamayo, Francisco M. Fernández y Domingo F. Ramos.
Referencias 1. El Código Sanitario Panamericano: 100 años de colaboración en salud Disponible en: https://www.paho.org/es/codigo-sanitario-panamericano-100-anos-colaboracion-salud [Consultado: 22 de septiembre de 2025] 2. Protocolo anexo al Código Sanitario Panamericano. Departamento de Asuntos Jurídicos Internacionales, Oficina de Cooperación Jurídica. Disponible en: https://iris.paho.org/handle/10665.2/4893 [Consultado: 22 de septiembre de 2025] 3. DELGADO GARCÍA, G. El Código Sanitario Panamericano: aspectos históricos. En: Cuadernos de Historia No. 80, 1995. Disponible en: http://www.bvs.sld.cu/revistas/his/vol_1_95/his03195.htm [Consultado: 22 de septiembre 2025]. 4. Delgado García, Gregorio,Estrella, Eduardo,Navarro, Judith (1999) El código sanitario panamericano: hacia una política de salud continental. Rev Panam Salud Publica;6(5) -,nov. 1999. Retrieved from http://www.scielosp.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1020-49891999001000012&lng=pt&nrm=iso [Consultado: 22 de septiembre 2025].
George Papanicolaou, el hombre que inventó el Pap, «una de las armas más poderosas contra el cáncer»
25 agosto 2025
Cuando George Papanicolaou llegó a Estados Unidos, procedente de Grecia, ya era un médico experimentado que había servido como cirujano militar en la primera guerra de los Balcanes. Tras durar solo un día vendiendo alfombras, volvió a su pasión de adolescente: tocar el violín, esta vez en restaurantes.
Nadie imaginaba que poco tiempo después él y su esposa trabajarían juntos en el desarrollo de una prueba sencilla querevolucionó la detección temprana del cáncer cervical y ha salvado la vida de millones de mujeres: el llamado test de Papanicolaou, también conocido como Pap o citología vaginal.
Nacido hace 142 años,el 13 de mayo de 1883, en la isla de Eubea como Georgios Papanikolaou, el padre del Pap se graduó en medicina con honores a los 21 años, luego de haber estudiado música y humanidades. Tras un año en EE.UU. sin ejercer como médico, en 1914 fue contratado por el Departamento de Anatomía de la Universidad Cornell, en Nueva York, como investigador.
En 1928, durante una conferencia médica en Michigan, un joven científico griego subió al escenario con una idea revolucionaria. No traía bisturís, ni fármacos milagrosos. Solo un portaobjetos de vidrio y la firme convicción de que el cáncer podía detectarse antes de que fuera tarde.
Su propuesta era sencilla y radical para su época: recoger células del tracto vaginal, examinarlas al microscopio y descubrir allí los primeros signos del cáncer de cuello uterino. Se trataba de una técnica no invasiva, accesible y basada en la observación celular.
Pero aquella primera presentación fue un fracaso.
Las imágenes eran deficientes, el texto estaba lleno de errores, y la comunidad médica… no le creyó.
El científico era George Papanicolaou, y lo que proponía era la ahora famosa prueba de Papanicolaou o “Pap”. A pesar del escepticismo, él había notado algo que otros ignoraban: que los cambios en las células precedían al cáncer invasivo por años, y que eso podía aprovecharse para salvar vidas.
Pero el mundo aún no estaba listo.
Decepcionado, Papanicolaou guardó su investigación en un cajón. Hasta que, una década después, encontró el apoyo del ginecólogo Herbert Traut y retomó su trabajo con nuevos estudios que ahora sí captaron la atención del mundo médico.
El resultado fue una revolución.
La prueba de Papanicolaou se convirtió en un procedimiento de rutina. Permitió detectar lesiones precancerosas con años de anticipación. Desde entonces, millones de mujeres en todo el mundo han salvado la vida gracias a ese pequeño frotis de células.
Santiago Ramón y Cajal a 125 años del Premio Moscú
9 agosto 2025
Homenaje al Doctor Santiago Ramón y Cajal en el 125 aniversario de haber obtenido el Premio Moscú el 9 de agosto de 1900.
El español Santiago Felipe Ramón y Cajal nació el 1o de mayo de 1852 en Petilla de Aragón, localidad navarra dentro de tierra aragonesa. En junio de 1873, en los predios de la Universidad Literaria de Zaragoza, obtuvo el título de Licenciado en Medicina. Su primera labor como médico la realizó, como miembro de la Sanidad Militar, en el Regimiento de Burgos, luego fue designado a la guerra de Cuba. El miércoles 17 de junio de 1874, con 22 años de edad y grado de capitán, desembarcó en La Habana.
En la isla caribeña se desarrollaba la Guerra de los Diez Años y Cajal fue ubicado en el Hospital de Campaña de Vista Hermosa, Puerto Príncipe (actual Camagüey), luego fue trasladado por enfermedad al Hospital de Puerto Príncipe para regresarlo más tarde a San Isidro, en la trocha del este. El 15 de mayo de 1875, con diagnóstico de caquexia palúdica grave, le conceden la licencia absoluta del ejército.
De regreso a España desarrolló una ascendente carrera científica que fue reconocida con múltiples galardones. Entre el otoño y el invierno de 1899 el galeno se encontraba enfermo. Según sus propias palabras «invadióme la neurastenia, acompañada de palpitaciones, arritmias cardíacas, insomnios, etc., con el consiguiente abatimiento de ánimo». En consecuencia, decidió alejarse del constante ajetreo de Madrid e irse a vivir en un lugar más tranquilo en los alrededores de la ciudad. Compró una huerta en Cuatro caminos y mandó a construir una modesta quinta, circundada de un bello jardín, emparrado e invernadero liliputienses, escalonados en cuesta y expuestos al sol del mediodía.
En la tranquilidad de su jardín recibió Cajal la agradable noticia del Premio Moscú, información que le llegó en un telegrama enviado por el doctor Julián Calleja, colega español que estuvo presente en la capital francesa al emitirse el fallo del jurado. La reunión donde se decidió el ganador del reconocido galardón comenzó a las 9 y media de la mañana del 8 de agosto de 1900, en la Facultad de Medicina de París, presidida por el destacado cirujano francés Odilon Marc Lannelonge. Al día siguiente, 9 de agosto, la noticia se hizo pública en el XIII Congreso Internacional de Medicina reunido en la ciudad francesa; en la misma sesión se acordó celebrar en Madrid el siguiente Congreso de 1903.
Por testigos presenciales se conoce del entusiasmo de los delegados y congresistas de los países latinos, incluso se escucharon gritos de vivas a España. En nombre del país ibérico y de la ciencia española, el doctor Calleja, quien como señalamos fue el encargado de trasmitir la noticia a Cajal, pronunció, con marcada emoción, un elocuente y sentidísimo discurso de agradecimiento. Fue casi una fiesta de cordial hispanidad, porque del inesperado triunfo se congratularon, con noble y profunda emoción, todos los congresistas de España y de las Repúblicas hispanoamericanas.
La historia de este importante galardón comenzó años antes, en 1897, cuando en el XII Congreso Internacional de Medicina, en la ciudad moscovita se decidió crear un premio. Así las cosas, en sesión de trabajo del Ayuntamiento de Moscú se acordó que: «El premio de la ciudad de Moscú será otorgado al mejor trabajo científico en el campo de la medicina y de la higiene, o por los servicios excepcionales ofrecidos en la lucha por aliviar el sufrimiento de la humanidad». También quedó pautado entregarlo cada tres años.
Cajal, quien disfrutó inmensamente el reconocimiento, no pudo personarse a recibir el mencionado lauro, decidió quedarse en su recién estrenada casa de Cuatro caminos. Desde allí trasmitió un cálido agradecimiento donde expresó: «A mí, personalmente, las 6,000 pesetas, si llego a cobrarlas, que lo dudo, me vendrán como pedrada en ojo de boticario, pues cabalmente tengo atascado el segundo tomo de los Centros, el segundo número de la Revista y la tercera edición de la Histología, por falta de sebo; quiero decir, de recursos y de humor para escribir».
Si bien el galeno necesitaba el dinero, después de la inversión que había realizado para construir su nueva casa, es evidente que su mayor deseo iba encaminado en el orden académico, pues tenía múltiples publicaciones pendientes que precisamente no habían salido a la luz por falta de dinero y este premio le daba la posibilidad de darlos a conocer. Muchas fueron las felicitaciones y elogios recibidos. Destacan entre otros el telegrama de Su Majestad, la reina Cristina, la carta afectuosa del presidente del Consejo de Ministros, D. Francisco Silvela; y la no menos cariñosa del ministro de Fomento y el mensaje del Ayuntamiento de Zaragoza.
La prensa también se hizo eco de la noticia. El rotativo El Heraldo reseñó una elocuente biografía escrita por el doctor Amalio Gimeno; por su parte El Imparcial publicó sentidas palabras de Mariano Cávia. Otros artículos lauditorios aparecieron también en El Liberal, La Época y La Correspondencia. El doctor Márquez firmó una nota muy halagadora para un periódico médico que fue celebrada por el propio Cajal. La sociedad española disfrutó ampliamente el éxito de su hijo ilustre. Puede decirse que fue este el premio que dio a conocer al sabio entre sus coterráneos, anteriormente sus éxitos eran más conocidos en otros países.
Entre los reconocimientos oficiales recibió la Gran Cruz de Isabel la Católica, la condecoración de la Gran Cruz de Alfonso XII y fue nombrado consejero de Instrucción Pública. La elección del sabio al apetecido Premio Moscú hizo crecer la alegría de la ciudadanía hispana, extensiva a todos los países de habla castellana, considerándose tal distinción como un auténtico triunfo hispanoamericano.
Es interesante destacar que desde el pueblo cubano también le llegó al sabio español un cordial mensaje de felicitación firmado por el doctor Pedro Albarrán, quien un mes después, el 16 de septiembre de 1900, fue electo Presidente de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana. Su hermano, el ilustre científico cubano doctor Joaquín Albarrán, ya para esa fecha era reconocido por sus aportes a la Urología. El elogio fue publicado en el periódico El Fígaro de La Habana, en octubre de ese año 1900.
El doctor Pedro Albrarrán destaca del maestro español su humilde laboratorio, su entrega a la labor científica, así como sus procedimientos de investigación. Lo describe como un hombre superior por su inteligencia, y subraya su amor a la justicia y a la suprema ley. Termina escribiendo: «Reciba el sabio español, juntamente con los aplausos de los demás pueblos de la tierra, el aplauso del pueblo cubano ¡y ojalá que sea grato para sus notas distintas! Nuestro aplauso no expresa solamente la admiración que inspira el hombre aclamado por su ciencia: es también la expresión sincera de naturales inextinguibles afectos, de íntimas alegrías que sentimos porque algo bueno pasa en el viejo solar de nuestros padres». La alusión final hace clara referencia al padre de los hermanos Albarrán, Don Pedro Albarrán y de la Calle, quien era natural de Cádiz, en el país ibérico.
De todos los homenajes recibidos consideramos que el más importante fue realizado en el Paraninfo de la Universidad Central de Madrid. Allí el eminente histólogo pronunció un encendido discurso de alto contenido patriótico, donde dejó para la historia importantes consejos a los jóvenes. En esa histórica pieza de la oratoria exhortó a combatir al extranjero con ideas, con hechos nuevos, con invenciones originales y útiles. Ahí afirmó: «Mi fuerza fue el sentimiento patriótico; mi norte, el enaltecimiento de la toga universitaria; mi ideal, aumentar el caudal de ideas españolas circulantes por el mundo, granjeando respeto y simpatía para nuestra Ciencia, colaborando, en fin, en la grandiosa empresa de descubrir la Naturaleza, que es tanto como descubrirnos a nosotros mismos».
Como colofón se puede afirmar que el Premio Moscú significó para el doctor Cajal no solo el reconocimiento de su país, sino también la posibilidad de darse a conocer como el gran patriota que desde la ciencia defendía al país ibérico, así como la apertura de nuevos horizontes en favor de sus investigaciones científicas que lo llevarían en 1906 a obtener el Premio Nobel de Medicina y Fisiología. Este 9 de agosto de 2025 se conmemoran 125 años del Premio Moscú, rindamos tributo al doctor Santiago Ramón y Cajal, el más ilustre de los científicos españoles, quien se consideraba asimismo como un «obrero infatigable de voluntad indomable».