Archivos Mensuales febrero 2025

Primera investigación realizada en Cuba

Los primeros trabajos de investigación llevados a cabo en Cuba en el campo de las ciencias médicas fueron realizados para comprobar la efectividad de la vacunación antivariólica, por el doctor Tomás Romay Chacón, en los primeros años del siglo XIX. Estos experimentos, por voluntad propia del investigador, no se hicieron en el seno de ninguna institución, sino en su hogar o en el de las personas que participaron en los ensayos.

El doctor Tomás Romay Chacón, a partir de los granos de tres niños vacunados nueve días antes en Puerto Rico, comenzó a vacunar en La Habana el 10 de febrero de 1804. Sus primeros resultados los informó en una detallada memoria sobre la introducción y progreso de la vacuna en la Isla de Cuba que leyó en la junta general de la Real Sociedad Económica de La Habana el 12 de diciembre de 1804.

Su notable labor, sin embargo, no puede ser considerada como una verdadera investigación médica en sujetos humanos, pues Romay no estaba ensayando un método original cuyos resultados se ignoraban, sino que ya eran conocidos los beneficios de esta inoculación y él quería, con la aplicación de la vacuna, inmunizar a la población del país contra la viruela.  Pero el doctor Romay quiso además probar la efectividad de la vacuna, para lo cual sí realizó una verdadera investigación en humanos. La misma consistió en inocular pus virulento, proveniente de lesiones de pacientes afectados de viruelas naturales, a cuatro niños vacunados un mes y medio antes y así demostrar si habían alcanzado o no la inmunidad contra la enfermedad por el uso de la vacuna, dos de los cuales eran hijos suyos. Este experimento se realizó el 23 de marzo de 1804.

El resultado de esta demostración fue informado por el doctor Nicolás del Valle y de la Vega, Protomédico Regente de la ciudad de La Habana, al Gobernador General de la Isla, Marqués de Someruelos, y publicado en el Papel Periódico, Suplemento No. 34 del 26 de abril de 1804. En él se expresa que, “el doctor Romay, convencido de un modo incontestable que la vacuna preserva de las viruelas naturales, participa a V. S. que intenta inocular el pus varioloso a algunos niños vacunados y que ejecutó dicha operación en presencia de los siguientes facultativos: Roque Oyarvide, José Bohorques, Bernardo Cózar, Francisco Xavier Córdova y Marcos Sánchez Rubio. Que reunidos estos médicos, sin la presencia de Romay, concluyen que los resultados en nuestro país son idénticos a los obtenidos en Europa hasta el presente”. Estos resultados y otras observaciones de casos no provocados experimentalmente los informará el sabio médico cubano en su artículo “Refutación a los anti vacunadores”.

Este aporte como introductor y propagador de la vacuna fue el motivo justificante para que el Rey de España le concediera el honroso título de Médico de la Real Familia en 1985.

Referencias:
1.  DELGADO GARCIA, Gregorio.  Los Institutos de Investigaciones en Ciencias Médicas y el Tercer Nivel de Atención Médica en Cuba. Cuadernos de Historia de la Salud Pública. [Online]No.95.Ed.Cien.Med. La Habana. 2004. Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0045-91782004000100008http://bvs.sld.cu/revistas/his/his%2095/hist0895.htm [Consultado: 22 de febrero 2025].
2.  DELGADO GARCÍA Gregorio. La investigación médica en sujetos humanos en Cuba (1804-1960). En: Delgado García G. Oficiando ante Higea. Cuaderno de Historia de la Salud Pública [online] No. 90. Ed. Cien.Med. La Habana.2001. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/his/cua_90/his1790.htm [Consultado: 2 de junio de 2007].
3. LOPEZ ESPINOSA, José Antonio. Bio-bibliografía del doctor Tomás Romay Chacón. ACIMED. [Online]. Mayo-jun. 2004, vol.12, no.3 [citado 02 Junio 2007], p.1-1. Disponible en http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1024-94352004000300006&lng=es&nrm=iso&tlng=es. ISSN 1024-9435.

El primer trabajo científico publicado por el doctor Carlos J. Finlay

La primera publicación en la isla de Cuba de un trabajo sobre un padecimiento de las glándulas endocrinas tuvo lugar el 12 de mayo de 1813, fecha en la que el célebre sabio habanero, el doctor Tomás Chacón (1764-1849) hizo público en el Diario del Gobierno de la Habana un artículo sobre hermafroditismo en un marinero, pero, no fue hasta transcurridos algunos años de la segunda mitad del siglo XIX que apareció el primer trabajo científico en relación con el bocio exoftálmico propiamente dicho.

Este trabajo, que constituye nuestro objetivo central, fue dado a conocer por el célebre médico cubano Carlos J. Finlay Barrés (1833-1915) en la sesión celebrada el 8 de febrero de 1863 en la sede de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.

La bibliografía activa de Finlay

Con su genial descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla, el doctor Finlay abrió un nuevo capítulo en la patología tropical, a saber, el de la teoría metaxénica de la transmisión de enfermedades por vectores biológicos; con independencia de que contribuyó también de modo considerable al desarrollo de disciplinas tales como la Entomología y la Virología. De todos es sabido que el científico cubano consagró la mayor parte de su vida al estudio de esta enfermedad y que, por ende, la abordó en un gran porcentaje de su amplia producción científica publicada.

Sin embargo, un examen detenido de su bibliografía activa demuestra que, a su abundante obra sobre la fiebre amarilla, ascendente a un aproximado de 90 documentos procesados desde el punto de vista editorial, se agregan cerca de 100 más en los que trató acerca de otros aspectos. Destacan entre ellos los relativos a las enfermedades de la visión, pues fue la Oftalmología la especialidad con la que dio inicio a su ejercicio profesional; así como a los asuntos de salud pública (desde mayo de 1902 hasta diciembre de 1908 aparecieron cada mes y año en el Informe Sanitario y Demográfico de la República de Cuba, tanto en español como en inglés, sus observaciones como jefe de la Sanidad Cubana).

Otras dolencias humanas objeto de sus investigaciones reflejadas en su bibliografía activa fueron la filariasis (a él corresponde también el mérito de haber descubierto la existencia de este mal en Cuba), el cáncer, la lepra, el tétanos infantil, la malaria, el beriberi, la corea, la tuberculosis y el absceso hepático, por sólo citar algunas. También dedicó sus esfuerzos al estudio de la patología vegetal, principalmente a las afecciones de los cocoteros, y animal, sobre todo al muermo.

Bocio exoftálmico. Observación

Con este encabezamiento puso Finlay a la consideración de sus colegas académicos el 8 de febrero de 1863 su comunicado sobre el trastorno, que luego se publicó con el mismo título en el primer número de los Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, revista surgida en agosto de 1864 como órgano oficial de esa corporación. Procede informar de paso que la publicación se mantuvo durante casi un siglo divulgando principalmente las contribuciones de los miembros de la Academia, además de las de otras personalidades de las ciencias y que ha sido hasta ahora la más trascendental y la de más larga vida entre todas las revistas científicas cubanas (su último número salió en 1958).

Finlay dio inicio a su comunicado sobre el bocio exoftálmico con mención al interés que habían suscitado en Europa las discusiones de la Academia de París respecto a la entonces extraña enfermedad, lo que le sirvió de motivación para recoger los apuntes de un caso, el primero detectado en Cuba, ocurrido en la ciudad de Matanzas en diciembre de 1862. En su intervención hizo el sabio una exhaustiva descripción de los síntomas de la paciente objeto de sus observaciones, una negra partera de 37 años llamada Inés Sosa, coincidentes todos con los descritos por Graves y Basedow.

En ese trabajo hizo Finlay un pormenorizado recuento del examen y de las pruebas que practicó a la enferma, así como de los signos que halló, con los que llegó a la conclusión de que se trataba del bocio exoftálmico. Asimismo informó en detalle acerca de la estrategia terapéutica que puso en práctica y de los favorables resultados que obtuvo al cabo de las tres semanas con su aplicación. Finalmente, dedicó gran una parte del texto al análisis y discusión de los resultados, sobre la base del pronóstico de la evolución de la enfermedad observada por sus colegas de Europa. En esa discusión fundamentó y defendió su criterio de clasificar el mal entre las neurosis del nervio gran simpático, a partir de los fenómenos por él observados tales como la dilatación de los vasos y la elevación de la temperatura del cuello y de la cara; las palpitaciones del corazón; la prominencia del globo ocular y la dilatación de las pupilas. Otra circunstancia que alegó para defender su posición acerca del origen nervioso del trastorno fue la posibilidad de curación de la dilatación hipertrófica del corazón.

Consideraciones generales

Con este interesante bosquejo del bocio exoftálmico hizo Finlay un importante aporte al conocimiento de la enfermedad en Cuba, por cuanto llamó la atención de sus compatriotas en relación con su existencia en el territorio nacional y puso sobre aviso la necesidad de su estudio, ya no como un objeto de mera curiosidad, sino como una exigencia impuesta por los nuevos tiempos de su época.

Ese comunicado, expuesto por el sabio cubano en febrero de 1863 tiene, además, desde el punto de vista bibliográfico, la doble significación de haber sido el primer trabajo científico que él publicó y el primer artículo sobre bocio exoftálmico que vio la luz en una revista científica editada en el archipiélago cubano.

Fuente: López Espinosa José Antonio. El primer trabajo científico publicado por el doctor Carlos J. Finlay. ACIMED  [Internet]. 2004  Abr [citado  2025  Feb  14] ;  12( 2 ): 1-1. Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1024-94352004000200008&lng=es.

No lo salva ni el médico chino…

Frase muy popular entre los cubanos aunque no todos conocen su origen

Esta expresión se refiere a la fama de un supuesto doctor chino Cham Bom-Biá que fue uno de los tantos botánicos radicados en Cuba considerado el precursor de la medicina tradicional china en la isla.

Su nombre real era Chang Pon Piang, cuyo significado en castellano es Sol Amarillo. Ajustado al cristiano comenzó a ser llamado Juan.

Entonces Juan Cham Bom-Biá, es posible que haya venido a Cuba con el propósito de ayudar a sus coterráneos chinos quienes, desde la década de 1840, fueron traídos a la mayor de las Antillas en calidad de esclavos.

Llegó a La Habana en 1858, en medio del gran auge migratorio proveniente de China, poco después estableció su consulta, que era visitada por pacientes de todas las clases sociales. Sin lugar a dudas, era el más conocido.

Sin títulos académicos, pero con amplios conocimientos sobre las plantas medicinales de Cuba, y de los adelantos de la medicina occidental preparaba el mismo los medicamentos que utilizaba en su ejercicio médico.

Por el carácter humano, generoso, solidario y el desinterés monetario de este médico con las personas necesitadas, ejercía la medicina gratuita cosa inusual en esa época.

De todo el país venían a su consulta, donde se dice, encontraban solución los pacientes sin esperanzas de salvación y que ya otros médicos habían desahuciado.

Acusado de ejercicio ilegal de la medicina en La Habana, decide abandonar esta capital y se establece en Cárdenas.

Una mañana de 1872 vecinos del lugar hallaron sin vida a Cham Bom-Biá, tendido sobre su camastro, en la modesta casa donde habitó solo y sin familia.

Al pasar de los años, la creencia popular lo convierte en leyenda, por su prestigio como curador de enfermos y por haber salvado a muchos.

El pueblo que es quien definitivamente acredita, como eminencia médica y sabiduría general al médico chino Chag Bom Biá.

Y así, cada vez que se conoce de un paciente que esté muy mal, sin esperanzas de vida o se hace referencia a alguien que se ha metido en problemas mayores, la gente dice “¡ A ese no lo salva ni el médico chino!” o “!Eso no lo arregla ni el médico chino!”.

Fuente: Radio Habana Cuba. Caleidoscopio

Más información: Alpizar Caballero Lourdes Bárbara. Leyenda y realidad de la frase «A ese no lo salva ni el médico chino». Rev Hum Med  [Internet]. 2017  Dic [citado  2025  Feb  10] ;  17( 3 ): 604-619. Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1727-81202017000300012&lng=es.