En la realización del primer trasplante renal exitoso en humanos sobresalen la dedicación y sacrificio de un médico extraordinario. Su herencia perdura en cada paciente trasplantado. Uno de los hechos más trascendentales en la historia de la medicina tuvo lugar el 23 de diciembre de 1954, cuando un equipo dirigido por el profesor doctor Joseph E. Murray (1919-2012) realizó el primer trasplante renal exitoso en humanos.
El suceso tuvo lugar en una prestigiosa institución médica de Boston, Massachusetts, Estados Unidos: el Hospital Peter Bent Brigham (en la actualidad se conoce como Hospital Brigham y de Mujeres). La audaz operación le fue realizada a Richard Herrick, un joven de 24 años que habÃa ingresado por vez primera a finales de octubre de 1954 con el diagnóstico de nefritis crónica.  Con agilidad se supo del mal pronóstico de su afección y el destino vaticinado era el del sufrimiento y de una muerte prematura.
Posiblemente Ronald, su hermano gemelo, fue el espectador más cercano que percibió con angustia cómo las energÃas de Richard se doblegaban ante la enfermedad. Él, que estaba sano, se brindó para hacer algo extraordinario, inesperado para aquellos tiempos: donar uno de sus riñones.
Esta acción se recoge en la historia de la medicina como la primera vez que una persona saludable se sometÃa por voluntad propia a una operación de gran magnitud sin obtener otro beneficio que no fuera la satisfacción de poder salvar a otro ser humano. Era algo que ocurrÃa cuando estaban por usarse los medicamentos inmunosupresores para evitar el rechazo al órgano transplantado.
La esperanza acompañaba al doctor Joseph E. Murray, quien pensaba que por ser gemelos no debÃan existir barreras inmunológicas entre ambos pacientes y el trasplante era posible. Richard se entregó a las manos del consagrado médico y de su equipo.
Previamente, el especialista realizó un experimento al injertar piel de Ronald en su hermano enfermo. La prueba fue exitosa y asà perduraban las esperanzas de que el órgano que se debÃa trasplantar no fuera rechazado.
Distintos y complicados dilemas éticos mediaron en los preparativos. Se realizaron pruebas dactilares en una estación policial como obligado recurso legal. Tampoco faltaron los toques sensacionalistas de la prensa del momento.
Acompañaban a Murray los doctores John Merrill (nefrólogo), J. Hartwell Harrison (urólogo) y Gustave Dammin (patólogo), entre otros profesionales. El dÃa escogido para el trasplante, este bajo fuerte presión de los periodistas, comenzaba a las 8:15 de la mañana. Estaban listos dos salones de operaciones.
Mientras el doctor preparaba el campo operatorio que alojarÃa el nuevo riñón, Harrison extraÃa con sumo cuidado el preciado órgano del cuerpo de Ronald. Ambos equipos mantenÃan comunicación constante y asà lograron un engranaje con precisión de relojerÃa.
A las 9:53 de la mañana se trasladaba el riñón de un salón a otro, y durante una hora y 25 minutos fueron acopladas las estructuras anatómicas del órgano donante con las del receptor. Cuentan que al llegar el momento de permitir que la sangre circulara dentro del riñón trasplantado, el silencio era prueba de una gran tensión.
El órgano empezó a tomar un color rojo advirtiendo el éxito inicial y empezaba a producirse, de manera inmediata, la orina: la alegrÃa reinaba entre los presentes.
De aquellos momentos trascendentales Murray dijo: «No pensábamos ni siquiera en hacer historia; pensábamos solamente en que fuimos a salvar a un paciente».
Murray, cuya especialidad fue la cirugÃa plástica y reconstructiva, siguió realizando trasplantes entre gemelos idénticos durante varios años, y profundizó en los conocimientos sobre la muerte cerebral y cómo suprimir el rechazo. Con el desarrollo de los fármacos inmunosupresores el afamado cirujano y su equipo también tuvieron el mérito de realizar el primer trasplante renal exitoso entre personas no relacionadas y de donantes cadavéricos.
Por su trabajo Murray recibió el Premio Nobel en Medicina en 1990, honor que compartió ese año con E. Donnall Thomas, el pionero en el trasplante de médula ósea, que murió el pasado 22 de octubre de 2012.
Coincidentemente en este año, pero el 27 de noviembre, Murray falleció a los 93 años de edad en el mismo hospital de Boston que lo vio formarse como cirujano, lo aceptó como profesional y le posibilitó hacerse famoso. Su memoria perdura en muchos rincones de este mundo, como en Cuba.
En Cuba
En nuestro paÃs el primer trasplante renal se realizó el 24 de febrero de 1970 por un grupo multidisciplinario dirigido por el doctor Abelardo Bush (director-fundador del Instituto de NefrologÃa), e integrado por los profesores Oscar Suárez Savio, Alfredo Gómez Sampera, Charles Magrans, Reynaldo Mañalich, Sergio Arce, Olga González Sureda y Armando Heras, entre otros.
El paciente VÃctor Blanco Conde, de 16 años, fue trasplantado con el órgano de una persona fallecida y vivió por más de 20 años.
Hasta noviembre de 2012, según información dada por la Organización Nacional de Trasplantes, se han realizado en Cuba 5 247 trasplantes renales; de estos, 397 y 4 850 de donantes vivos y cadavéricos, respectivamente. En todos, junto a los tantos realizados en otras latitudes del mundo, está el legado de Joseph E. Murray.
Reseña de la publicación original realizada por el Dr.C. Julio César Hernández Perera en el periódico Juventud Rebelde | 19/01/2013.
Edición: Lic. Tania izquierdo Pamias y Dra. Mirta Núñez Gudás
Fuentes bibliográficas:
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