Estudios apuntan a crisis de natalidad, y a que un hombre actual tiene, como promedio, la mitad de los espermatozoides de su abuelo a su edad.
La crisis sanitaria provocó un descenso de la natalidad en 2020, en algunos casos sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo en los países desarrollados. Según un artículo del diario francés Le Monde, el miedo a un futuro incierto y las repercusiones económicas de la crisis serían las principales razones para esta disminución de los nacimientos.
A partir de una base de datos sobre la fecundidad humana, los institutos de demografía de la Universidad de Viena (Austria) y Max-Planck (Alemania) compararon las cifras disponibles en 34 países. En contra de lo que se pensaba inicialmente, los confinamientos no provocaron un aumento de los nacimientos.
Además de este reciente resultado, el hecho de que la calidad del esperma humano ha ido en declive en las últimas décadas y que las tendencias demográficas anuncian una franca crisis de fertilidad en el mundo, es una verdad que se ha reiterado por estudios científicos interdisciplinares de los últimos años.
Un estudio publicado en Reproduction Update que demostraba en 2017 que la concentración espermática humana había decaído en porcientos estrepitosos.
Asimismo, un poco después, para 2020, un equipo de investigadores del Instituto de Métricas y Evaluaciones de Salud (IHME) de la Universidad de Washington demostraba con otra investigación que el descenso de la natalidad a nivel mundial tendrá un impacto traumático para finales de siglo, un estudio de campo que publicaba entonces la revista científica The Lancet.
Si le tomamos el pulso a la línea investigativa en este mismo 2021, habrá que decir que las noticias no van en direcciones muy distintas. Ahora, la epidemióloga estadounidense Shanna Swan sugiere que la calidad y cantidad del esperma de los hombres también son fuente de preocupación, por la relación de materiales sintéticos de uso diario que podrían estar alterando su comportamiento para mal. Y sí, según afirma, es una cuenta regresiva.
10, 9, 8…
Aunque se pensaba que el confinamiento traería alzas de reproducción, los datos lo desmienten.
Según expone en el libro Countdown (Cuenta atrás), el estado actual de la salud reproductiva no puede prolongarse por mucho tiempo sin amenazar la supervivencia humana. Si las palabras le parecen fuertes, lea las de la propia doctora: «Es una crisis existencial global», subraya esta científica especializada en fertilidad de la Escuela de Medicina Icahn del hospital Mount Sinai en Nueva York.
En este libro de reciente publicación, Swan señala que, de media, la mujer actual de 20 años es menos fértil de lo que era su abuela a los 35 años y añade que, también de media, un hombre actual tiene la mitad de los espermatozoides que tenía su abuelo a su misma edad.
Pero tal vez la mayor novedad de estos pronósticos es que esta investigadora responsabiliza de gran parte de este deterioro a los químicos tóxicos, en concreto los ftalatos, sustancias sintéticas que se utilizan para afectar la flexibilidad de los plásticos.
Plásticos, ¿le suena? Otro de los problemas, con el tema del consumo inconsciente que hacemos cada día de micro plásticos en nuestros productos de belleza, jabones y hasta envases.
Pero según revela la investigación de esta profesora, dichos componentes están también en objetos de uso común: envases, champús, cosméticos, muebles, pesticidas o alimentos enlatados, entre otros.
Varios estudios de los últimos 20 años han demostrado que alteran hormonas masculinas como la testosterona y causan defectos genitales de nacimiento en los bebés varones.
Además, los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) exponen en su página web que se desconocen los efectos de una leve exposición a los ftalatos, pero reconocen que algunos tipos de estas sustancias han afectado el sistema reproductivo de animales en laboratorio.
Menos soldados en el campo
En cuanto al declive del recuento y concentración de espermatozoides, la doctora reveló a BBC que fue un dato mucho más difícil de establecer y su estudio conllevó un gran metanálisis, un análisis de estudios ya publicados, y revisaron todos aquellos publicados en los últimos 40 años para ver los datos de esperma que reportaron los investigadores en sus países o estudios respectivos.
El resultado reveló que la concentración bajó de 99 millones de espermatozoides por mililitro (casi 100, que es mucho) en 1973 a 47 millones en 2011, lo que la especialista calificó en su libro como una caída «preocupante» y «muy pronunciada», si bien los datos se reducen a países occidentales (Europa, América del Norte, Australia y Nueva Zelanda), porque los países no occidentales tienen muy pocos estudios publicados en inglés, el idioma utilizado en el corpus analizado.
Aún con esa limitación del campo, la especialista asegura que, si se miran los datos de los últimos 30, 20 o diez años, no se ve que la bajada sea más lenta, por lo que no hay indicación de que la caída se esté reduciendo.
Sus augurios apuntan en la misma dirección que muchos otros estudios actuales, por ello, habría que escucharla, cuando asegura que «será más y más difícil tener un hijo, digamos, de la manera tradicional, y necesitaremos acudir a la reproducción asistida».
Soluciones y políticas
Facilitar la entrada de migrantes es una estrategia que se maneja por varios Estados para el futuro, en vista de que diversas fuentes científicas reiteran el vaticinio de la crisis de natalidad. Por ello, se espera que haya incluso cierta competencia por acaparar migración desde países subdesarrollados a los desarrollados, un anuncio que no deja de asombrar por lo irónico de las crisis migratorias actuales.
En esa línea, como comentábamos la última vez que tocamos el tema en esta sección, se estima que una gran masa procedente de África pueble varias naciones en cantidades mucho mayores a las actuales, pues al contrario de la tendencia en el resto del mundo, el continente africano se proyecta como la región que tendrá mayor crecimiento demográfico, con una triplicación de la población subsahariana para 2 100.
«Las cosas que hay que oír», dirían nuestros abuelos. Pero si la ciencia lo reitera en sus estudios de campo, pues habrá que oírlas, abuelos.