Cuando se concibió la audaz acción del asalto a los cuarteles «Moncada» en Santiago de Cuba y «Carlos Manuel de Céspedes» en Bayamo, el entonces joven abogado Fidel Castro Ruz previó, que como en toda lucha armada, existía la posibilidad de sufrir bajas en el combate, tanto entre los militares como entre los propios asaltantes. Por este motivo tuvo en cuenta el aseguramiento médico a la acción y el doctor matancero Mario Muñoz Monroy fue el galeno a quien el líder del movimiento seleccionó para apoyar la acción armada que tomaría la fortaleza militar de Santiago de Cuba.
Mario Muñoz Monroy nació en Colón, provincia de Matanzas, el 26 de julio de 1912, hijo de Marceliano Muñoz Zurra, fotógrafo, y de Catalina Monroy Artiles, ambos naturales del municipio de Colón, quienes contrajeron matrimonio el 18 de agosto del año 1910. Mario recibió el título de Bachiller en Ciencias y Letras en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana en 1934 y matriculó la carrera de Medicina en 1936. Integró el Directorio Estudiantil, pronunciándose contra el régimen tiránico de Gerardo Machado Morales.
El 16 de marzo de 1942, se graduó de Doctor en Medicina y ejerció la profesión de médico en la casa de socorros en Colón, donde ocupó el puesto de radiólogo, pero renunció ante el intento de políticos locales de recurrir a su cargo en favor de la captación de votos.
Después del golpe militar de Fulgencio Batista en 1952, el doctor Mario Muñoz Monroy se unió al grupo de revolucionarios que liderados por Fidel Castro Ruz optaron por la lucha armada contra la dictadura impuesta y la corrupción.
Otra fase de la vida de este glorioso miembro de la Generación del Centenario fue su afición por la radio. Esta afición tiene raíces en la indiscutible influencia paterna, pues su padre, Marceliano Muñoz, tuvo la iniciativa de ser uno de los primeros en su natal Colón en poseer un aparato de onda corta y esto, seguramente, despertó en el hijo ese gran interés por la radio afición. En la década del 30, una casa comercial de esta localidad instaló una estación de radio de onda larga llamada «La Voz de la Casa Grande¨, y a los pocos meses de haber sido inaugurada dicha estación, Mario figuraba como uno de sus locutores de manera voluntaria.
Una vez graduado de médico y establecido en Colón, continuó estudiando con la aspiración de convertirse en un radioaficionado graduado, para lo que contó con su gran amigo y maestro en estos menesteres, el compañero Pablo de la Paz, quien también le construyó la primera planta de radio. Esta planta salía al aire con el indicativo CO5MM y comenzó sus transmisiones en el año 1949, amparado por el Certificado de Capacidad Clase B, obteniendo el de Clase A en noviembre del año 1950.
Es posible que su primer contacto con Fidel se iniciara en esta etapa, pues es un hecho de todos conocidos que la primera planta de radio utilizada por el Movimiento fue solicitada por Fidel al doctor Mario Muñoz Monroy.
Esta planta no solamente trabajaba en los 40 y 80 metros, sino también en 20 y hasta 10 metros, lo que le permitía comunicarse con distintas partes del mundo por distantes que estas fueran.
Otra de las grandes aficiones de Mario era la aviación. Ésta también tiene sus raíces en la influencia que recibiera de su padre, quien en la segunda década de este siglo, junto con un vecino de este pueblo, llamado Victorino Blanco, construyó un aeroplano rudimentario, que de manera mecánica trataron de hacer volar. Esta afición lo llevó a organizar y constituir el Aero Club de Colón, que contó en sus inicios con un avión marca Aeronca cuya adquisición fue financiada por cada uno de los 15 miembros del club. También por esta época se había adquirido el terreno para el aeropuerto o pista de aterrizaje de la localidad, por gestiones realizadas directamente por el propio Mario.
26 de julio de 1953
Mario formó parte del grupo, que dirigido por Abel Santamaría Cuadrado tenía la misión de ocupar el Hospital «Saturnino Lora», ubicado cerca del Cuartel «Moncada», frente a la entrada principal del Regimiento. Una vez ocupado el hospital y preparadas las condiciones, él como médico, sería el responsable de atender a los heridos en la acción armada. Con este propósito, una vez ocupada la institución hospitalaria, se dirigió al cuerpo de guardia en busca de lo necesario para atender a los heridos y crear las condiciones que le permitieran cumplir con la misión encomendada.
En el recorrido hasta el hospital iba conduciendo sereno, habló de su familia, sus hijas. Por desconocedor de la ciudad se extravió y retrasó unos minutos. Al llegar al «Moncada» ya había comenzado el asalto. Llegaron a la posta 3 y en medio de los disparos preguntaron cómo se llegaba al hospital.
El primer asaltante asistido fue Julio Trigo López, no por heridas de proyectiles de armas de fuego de la acción militar, sino por hemoptisis. El joven integrante del movimiento, había ido a Santiago de Cuba para participar en la acción pero la noche anterior no se sintió bien y Abel le ordenó regresar a La Habana. Esa mañana le repitió la hemorragia y fue a buscar atención médica al Hospital «Saturnino Lora», sin saber que sus compañeros estaban en él. Poco después se incorporó al combate, y resultó asesinado junto a otros valerosos compañeros.
Asistido por Melba Hernández y Haydee Santamaría, también atendió uno de los hermanos Matheu Orihuela, por presentar una herida a sedal en la cabeza causada por un proyectil que disparó un cabo del ejército en el vestíbulo del propio hospital. Se interesó por el estado de los enfermos que se encontraban ingresados previamente al asalto, tomando las medidas apropiadas para garantizar la continuidad de la asistencia y el tratamiento médico. A los que se encontraban nerviosos a causa del tiroteo del combate en áreas cercanas, los visitó en sus camas para tranquilizarlos. Les explicó de forma ecuánime los motivos de la acción militar. A pesar de la tensión del momento, dio muestras de su ética profesional y de un humano desempeño.
Tras fallar la acción de tomar el cuartel, quedó solo el Hospital Civil en manos de los rebeldes, cercado y tiroteado por el enemigo, que concentró sus esfuerzos en este reducto.
Cuando ya se veían perdidos Muñoz se quitó el bolsillo donde tenía impreso su nombre y el Dr. Chamat le aconsejó que no debía haberlo hecho pues esa identificación podría salvarle la vida. Las enfermeras le pusieron un esparadrapo con su nombre, pero este le fue arrancado por uno de los soldados al detenerlo. Fue conducido por los esbirros junto a Haydee Santamaría y Melba Hernández, en calidad de detenidos. En el trayecto hacia el cuartel, antes de llegar a la posta 4, Mario Muñoz fue brutalmente maltratado, golpeado y asesinado por la espalda, cayendo en una calle interior del «Moncada» en presencia de las dos mujeres.
A petición del Dr. Enrique Castellanos el cadáver del Dr. Muñoz no fue arrojado a una fosa común junto con los otros asaltantes. Le entregaron el cadáver, que fue conservado en frio hasta la llegada del padre y la esposa de Mario. En presencia de ellos y unos pocos doctores de la ciudad, fue enterrado el 28 de julio, cerca de las once y media de la mañana, en el panteón del santiaguero Gabriel Vidal Yebra, del cementerio «Santa Ifigenia». Catalina, la madre de Mario, no se recuperó nunca mentalmente de ese golpe y falleció en 1964. En octubre de 1955 sus restos fueron trasladados al cementerio de «San Rafael» en Colón, y colocados en un osario de mármol. A la ceremonia sólo pudieron asistir los familiares y unos miembros del Colegio Médico, por exigencia de las autoridades de no poder hacer manifestaciones populares.
El carácter humanitario que caracterizó el aseguramiento médico de la acción quedó firmemente testimoniado en La historia me absolverá, alegato de autodefensa de Fidel ante el tribunal que lo juzgó por su participación en las acciones del «Moncada». En el histórico documento se denuncian los crímenes cometidos por la soldadesca aquel 26 de julio y los días siguientes. Fidel señala que:
El primer prisionero asesinado fue nuestro médico, el doctor Mario Muñoz Monroy, que no llevaba armas ni uniforme y vestía su bata de galeno, un hombre generoso que hubiera atendido con la misma devoción tanto al adversario como al amigo herido. En el camino del hospital civil al cuartel le dieron un tiro por la espalda y allí lo dejaron tendido boca abajo en un charco de sangre.
En el comportamiento de los militares del ejército constitucional, los que a pesar de una supuesta «preparación profesional», muchos actuaron movidos por sentimientos vengativos que los llevaron a violar los más elementales aspectos referentes al trato al personal sanitario en una situación de conflicto armado. El doctor Muñoz se encontraba perfectamente identificado con la bata sanitaria, no portaba armas y no mostró una actitud hostil, más que la que se enmarcaba justamente en exigir el respeto al derecho humanitario y ético que lo debió proteger, en correspondencia con su misión de asistir de los heridos.
Al igual que los médicos mambises que en la segunda mitad del siglo XIX marcharon a la manigua junto a las tropas insurrectas, que lucharon contra el colonialismo español, el doctor Mario Muñoz Monroy dejó a un lado el bienestar personal, para emprender el viaje que le reclamó el deber y por el que dio la vida, al pretender curar al más grave de sus enfermos, la Patria. Fue un activo profesional de la salud, una persona jovial y de ideas liberales, que se unió a la lucha contra la tiranía batistiana y fue ultimado criminalmente en pleno goce de sus facultades como profesional, el mismo día en que cumplía 41 años de edad.
Homenaje
La última casa del Médico del Moncada, sita en la actual calle Mario Muñoz No. 74, entre Rafael Águila y Alberto Nodarse, en la ciudad de Colón, en Matanzas, fue convertida en museo. El principal gestor de esta acción, fue su hermano Roberto Muñoz Monroy, en ese entonces, presidente de la Comisión de Historia del Partido Comunista de Cuba (PCC) Regional en Colón.
Inicialmente se pensó en un memorial dedicado sólo a Mario, pero al ser difícil la recuperación del mobiliario y equipos de la vivienda, dicha comisión optó por darle un carácter más amplio y sugirió convertirla en el museo de todos los caídos de la región de Colón, desde las acciones del 26 de Julio de 1953, hasta la lucha contra bandidos, desarrollada los años iniciales, después del triunfo de la Revolución del 1 de enero de 1959.
En el año 1972, comenzaron los trabajos de reconstrucción y conservación del inmueble, así como la búsqueda de datos históricos y piezas de los mártires. El 21 de julio de 1974, se inauguró el museo con el nombre Casa de los Mártires de la Región de Colón, como centro permanente de enseñanza para las nuevas generaciones, al exponer en sus salas el esfuerzo, el sacrificio, el ejemplo y la vida aportada por esos valiosos y valerosos mártires matanceros, en aras de la libertad de la Patria.
Roberto Muñoz Monroy, fue también un destacado colombino, quien además de optometrista, incursionó en la música, el teatro y ocupó responsabilidades en la comisión de historia del territorio. Lo unían a su hermano fuertes lazos familiares, de convicción revolucionaria, admiración y amor por Cuba.
Edición: Lic. Tania izquierdo Pamias y Dra. Mirta Núñez Gudás
Referencias: