Jean-Henri Dunant (1828-1910) fue un filántropo suizo cuya visión condujo a la creación del movimiento mundial de la Cruz Roja. Pasó de la riqueza a los harapos, pero se convirtió en ganador del primer premio Nobel de la Paz.
El hogar de Ginebra, Suiza, en el que nació Henry Dunant un 8 de mayo, era religioso, humanitario y cívico. En la primera etapa de su vida, Dunant participó en actividades religiosas y, durante un tiempo, trabajó como representante de la Asociación Cristiana de Hombres Jóvenes, viajando por Francia, Bélgica y Holanda.
El joven Dunant se hizo comerciante y banquero del patriciado de Ginebra. Cuando tenía veintiséis años, entró en el mundo de los negocios como representante de la Compagnie genevoise des Colonies de Sétif en el norte de África y Sicilia. En 1858 publicó su primer libro, Notice sur la Régence de Tunis (Cuenta de la Regencia en Túnez), compuesto en su mayor parte por observaciones de viajes, pero que contenía un capítulo notable, largo, que publicó por separado en 1863, titulado L’Esclavage chez les musulmans et aux États-Unis d’Amérique (La esclavitud entre los musulmanes y en los Estados Unidos de América).
En 1859, mientras intentaba reunirse con Napoleón III para exponerle los problemas de sus negocios en Argelia, contempló el campo de batalla de Solferino después del enfrentamiento de los ejércitos austriaco y franco-piamontés que combatían en la guerra de unificación italiana. Impresionado por aquel espectáculo de horror y por la ineficacia de los servicios sanitarios de la época, escribió Un Souvenir de Solférino (Un recuerdo de Solferino), libro que publicaría en 1862 y que lo haría mundialmente famoso.
Desde entonces se lanzó a una campaña de sensibilización de los gobiernos y la opinión pública acerca de los sufrimientos de los heridos de guerra, luchando por mitigar las consecuencias humanas de los enfrentamientos bélicos, ya que no era posible acabar con ellos. Fruto de sus esfuerzos fueron la fundación de un servicio sanitario neutral para actuar en los campos de batalla la Cruz Roja Internacional (1863) y la reunión de la conferencia internacional que adoptó la Convención de Ginebra sobre heridos de guerra (1864).
La dedicación a esta causa humanitaria le llevó a descuidar sus negocios, quedando totalmente arruinado en 1867; tras unos años de gloria pasajera, hubo de dimitir como presidente de la Cruz Roja y abandonar temporalmente Suiza, perseguido por sus deudores.
Halló refugio en la Francia del Segundo Imperio, cuyo titular -Napoleón III- le prestó apoyo incluso después de ser derrocado y exiliarse en Inglaterra. Aún así, Dunant enfermó y fue trasladado en 1892 a un hospicio en Heiden. Y aquí, en la habitación 12, pasó los dieciocho años restantes de su vida. En 1901, recibió el primer Premio Nobel de la Paz por su papel al fundar el Movimiento Internacional de la Cruz Roja.
A pesar de los premios y los honores, Dunant no volvió a salir del hospicio. Tras su muerte, no hubo ceremonia fúnebre, ni dolientes, ni cortejo. De acuerdo con sus deseos, fue llevado a su tumba «como un perro». Dunant no había gastado ninguno de los premios que había recibido. Le dejó algunos legados a quienes lo habían atendido en el hospital de la aldea, le otorgó una «cama gratis» que debía estar disponible para los enfermos entre las personas más pobres del lugar y dejó el resto a empresas filantrópicas en Noruega y Suiza.
Edición: Lic. Tania izquierdo Pamias y Dra. Mirta Núñez Gudás
Fuente bibliográfica:
– Henry Dunant (1828-1910). International Committee of the Red Cross
– Henry Dunant Biographical. Nobel Prize Organisation
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