Cuando el cientÃfico alemán Paul Ehrlich presentó a Salvarsan (arsfenamina, compuesto orgánico sintetizado a partir del arsénico) para el tratamiento de la sÃfilis en 1910, fue considerado como un medicamento maravilloso. Durante siglos, los médicos habÃan utilizado mercurio y una variedad de otros compuestos para tratar la sÃfilis sin gran éxito. Salvarsan y otros medicamentos arsenicales representaron un avance significativo en la terapia de sÃfilis y se convirtieron en el tratamiento estándar para la enfermedad.
Pero a pesar de que los arsenicales podÃan producir una cura, al menos en las primeras etapas de la sÃfilis, hubo importantes inconvenientes para su uso. Los medicamentos eran complicados de administrar y podÃan tener efectos secundarios tóxicos.
Como es bien sabido, la penicilina fue descubierta por Alexander Fleming, cuyo artÃculo sobre el tema fue publicado en 1929. Sin embargo, hubo que esperar una década más tarde para que la penicilina fuera reconocida como agente terapéutico exitoso por Howard Florey, Ernst Chain y sus colegas en la Universidad de Oxford.
En estudios con animales y en unos diez casos clÃnicos realizados por el equipo de Oxford, la penicilina mostró posibilidades extraordinarias como fármaco antimicrobiano.
Las compañÃas farmacéuticas y quÃmicas de la época desempeñaron un papel especialmente importante en la solución de los problemas cientÃficos y de ingenierÃa inherentes a la producción a gran escala de la penicilina.
Paralelamente, estudios clÃnicos en los sectores militar y civil confirmaron las potencialidades terapéuticas de la penicilina. El medicamento demostró ser eficaz en la terapéutica de una amplia variedad de enfermedades infecciosas, incluidas las infecciones quirúrgicas y de heridas por estreptococos y estafilococos.
El valor cada vez más obvio de la penicilina en tiempos de guerra llevó al War Production Board (WPB) en 1943 a apoyar el aumento de la producción de la droga. El WPB investigó a más de 175 compañÃas antes de seleccionar 21 para participar en un programa de producción de la penicilina a gran escala.
Por otra parte, las enfermedades venéreas han sido generalmente un motivo de preocupación en tiempos de guerra, y la Segunda Guerra Mundial no fue la excepción. Los gobiernos temÃan que los soldados que practicaban el sexo con prostitutas o las llamadas «mujeres promiscuas» corrieran el riesgo de contraer una enfermedad venérea y quedar incapacitados.
La preocupación por la tasa de infección por enfermedades venéreas en los reclutas militares estadounidenses en la Primera Guerra Mundial, de hecho, fue un factor importante en el establecimiento de una División de Enfermedades Venéreas en el Servicio de Salud Pública de EE.UU. a través de la Ley Chamberlain-Kahn en 1918.
Aunque el apoyo a la atención sobre las enfermedades venéreas disminuyó al finalizar la guerra, el Servicio de Salud Pública de este paÃs (PHS en inglés) organizó campañas públicas para llamar la atención sobre estas entidades.
El PHS también apoyó la realización de proyectos de investigación sobre enfermedades venéreas. Una de las responsabilidades asignadas a la División por la Ley Chamberlain-Kahn de 1918 era «estudiar e investigar la causa, el tratamiento y la prevención». AsÃ, se les proporcionaron fondos a universidades como la Universidad de Pennsylvania y la Universidad Johns Hopkins para apoyar la investigación y de la misma manera, llevar a cabo investigaciones propias, especialmente estudios clÃnicos en la ClÃnica de Hot Springs de Arkansas, destinada al tratamiento de casos de enfermedades venéreas entre «indigentes».
Como parte de estos esfuerzos, se estableció un pequeño laboratorio de investigación y pronto se asignó personal adicional al trabajo. Además de los experimentos de laboratorio, también se realizaron estudios clÃnicos. En 1929, el Dr. John F. Mahoney (1889-1957) asumió la dirección de este laboratorio, que más tarde se llamó Laboratorio de Investigación de Enfermedades Venéreas.
John Mahoney nació el 1 de agosto de 1889 en Fond du Lac, Wisconsin. Se graduó del Marquette Medical College en Milwaukee en 1914 y luego realizó pasantÃas en el Hospital del Condado de Milwaukee y en el Hospital Lying-in de Chicago.
En octubre de 1917, se unió al PHS como investigador asistente y poco tiempo después fue nombrado cirujano asistente. Mahoney siguió un patrón que era tÃpico de muchos jóvenes oficiales del Servicio en ese momento, sirviendo por perÃodos de tiempo relativamente cortos en varias estaciones de cuarentena y hospitales de la Marina. También sirvió por un tiempo en la Estación de Inmigración de Ellis Island.
Desde finales de 1925 hasta principios de 1929, Mahoney fue asignado a trabajar en el extranjero en los aspectos médicos de la inmigración, en Irlanda, Inglaterra y Alemania. Aprovechó su servicio en Europa para visitar laboratorios y clÃnicas para estudiar la sÃfilis, una enfermedad que le interesaba mucho. Cuando Mahoney regresó a los EE.UU. en 1929, fue asignado al Hospital de la Marina de Staten Island.
Mahoney y sus colegas en el Laboratorio de Investigación de Enfermedades Venéreas realizaron estudios de laboratorio y clÃnicos sobre estas enfermedades. Sus estudios llevaron a un mayor conocimiento del mecanismo y la tasa de penetración en los tejidos por la espiroqueta, el microorganismo que causa la sÃfilis. El grupo de Mahoney también mejoró significativamente las pruebas serológicas utilizadas para diagnosticar la enfermedad.
Cuando se introdujo la penicilina como un agente terapéutico durante la Segunda Guerra Mundial, Mahoney ya tenÃa una experiencia sustancial con la sÃfilis y su tratamiento. También habÃa estudiado un artÃculo de Wallace Herrell y sus colegas de la ClÃnica Mayo, publicado en el Journal of American Medical Association en mayo de 1943, que mostró que la penicilina era eficaz contra la gonorrea resistente a la sulfonamida.
Durante sus investigaciones, Mahoney y sus colaboradores confirmaron las observaciones de los investigadores de la ClÃnica Mayo sobre la eficacia de la penicilina en el tratamiento de la gonorrea resistente a la sulfonamida. Pero Mahoney también decidió desviar una pequeña cantidad de la droga de la investigación de la gonorrea para probarlo contra la sÃfilis. Más tarde, señaló que durante mucho tiempo habÃa sido una norma en el Laboratorio probar cualquier preparación que mostrara resultados terapéuticos, también contra la sÃfilis en conejos.
Según el compañero de trabajo de Mahoney, R.C. Arnold, la droga se probó por primera vez contra las espiroquetas in vitro, y no mostró ninguna actividad antimicrobiana. Afortunadamente, los investigadores de Staten Island avanzaron al siguiente paso y probaron el fármaco in vivo en conejos sifilÃticos. Los resultados obtenidos fueron tan alentadores que Mahoney decidió avanzar rápidamente a los experimentos clÃnicos. Justificó este movimiento temprano al uso humano porque la penicilina no mostraba toxicidad y no harÃa daño a los pacientes; en caso de no funcionar podrÃa volver a la terapia con arsénico sin ningún inconveniente.
En junio de 1943, Mahoney, Arnold y Ad Harris comenzaron un estudio con cuatro pacientes. Un informe preliminar sobre estos primeros cuatro casos se presentó en la reunión de la American Public Health Association en Nueva York el 14 de octubre de 1943 y se publicó en diciembre de ese año. Los cuatro pacientes con sÃfilis recibieron seis inyecciones intramusculares de penicilina diarios por 8 dÃas, para un total de 1 200 000 unidades de la droga. No se observaron efectos secundarios tóxicos significativos.
Los investigadores informaron que:
«Los resultados de los estudios de sangre indican que la terapia fue responsable de una desaparición más o menos rápida y completa de la sustancia reactiva del torrente sanguÃneo, que se mide mediante las diversas pruebas y que generalmente se asocia con la actividad en la sÃfilis temprana».
Cuatro casos, por supuesto, no eran suficientes para apoyar una conclusión definitiva, y siempre existÃa el peligro de que los pacientes pudieran recaer después de un tiempo. Mahoney, por lo tanto, tenÃa la intención de continuar la observación de los pacientes durante el mayor tiempo posible. Los investigadores de Staten Island estaban dispuestos a hacer una declaración bastante cautelosa sobre la efectividad de la penicilina contra la sÃfilis en este artÃculo preliminar.
Los resultados de las pruebas clÃnicas en el hospital de Staten Island, aún con sus limitaciones, fueron suficientes para convencer a Alfred Newton Richards, Presidente del Comité de Investigación Médica, de la necesidad de seguir adelante con ensayos clÃnicos más extensos. Más tarde dijo, a propósito del trabajo de Mahoney y sus colegas sobre la penicilina y la sÃfilis: «Este descubrimiento dio un giro nuevo y sumamente importante al examen y tratamiento de esa enfermedad».
Otros ensayos clÃnicos con penicilina realizados por Mahoney y otros investigadores confirmaron su éxito como tratamiento de elección para la sÃfilis. El fármaco no solo curó la enfermedad, sino que eliminó rápidamente el estado infeccioso de los pacientes evitando que contagiaran a otras personas.
La penicilina condujo a una disminución dramática en la incidencia de la sÃfilis en EE.UU. A fines de la década de 1950, las tasas de infección alcanzaron un mÃnimo histórico.
Sin embargo, cualquier idea de que la enfermedad estaba en camino de ser eliminada fue desterrada por el hecho de que las tasas comenzaron a subir nuevamente a principios de los años sesenta.
Los cambios en las conductas sexuales debido a la creciente disponibilidad de anticonceptivos y la disminución de los fondos para los programas públicos de control de enfermedades venéreas son dos de los factores que pueden haber contribuido a esta inversión de la tendencia a la disminución.
No obstante, si la penicilina no eliminó la sÃfilis en su momento, al menos proporcionó un tratamiento seguro, rápido, fácil y eficaz para esta enfermedad.
En reconocimiento a su contribución a este descubrimiento, el Dr. John F. Mahoney recibió el prestigioso Premio Albert Lasker a la Investigación ClÃnica en 1946 por el «servicio distinguido como pionero en el tratamiento de la sÃfilis con penicilina».
Edición: Lic. Tania izquierdo Pamias y Dra. Mirta Núñez Gudás
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