Símbolo de un asombroso despegue
Inaugurado por el Comandante en Jefe Fidel Castro el primero de julio de 1986, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología devino en institución de referencia por sus notables aportes a la salud de la población y las crecientes exportaciones a más de 30 países
Con alrededor de 1 600 trabajadores, el CIGB es hoy un gran complejo científico productivo de primer nivel mundial.
En enero de 1981 dos investigadores cubanos fueron enviados a un reconocido centro científico de la ciudad de Texas, en Estados Unidos, con el propósito esencial de conocer los usos del interferón, una sustancia que dado sus potenciales efectos antivirales y antitumorales, abría promisorias perspectivas terapéuticas contra diversas enfermedades.
Semanas antes el Comandante en Jefe Fidel Castro había sostenido en La Habana una entrevista con el oncólogo norteamericano Randolph Lee Clark para interesarse sobre el empleo del mencionado producto, encuentro que propiciado por el congresista Mickey Leland posibilitó concebir la idea de aquel viaje.
Más allá del objetivo principal de conocer la forma en que se estaba usando el interferón, nuestros compatriotas trataron de adquirir algunas cantidades con la finalidad de traerlas a Cuba cuando regresaran. Sin embargo, ello no fue posible porque la institución estadounidense solo disponía de un limitado volumen destinado a los ensayos clínicos, recibido del laboratorio del profesor Kari Cantell, en Helsinki, Finlandia.
Para aprender a hacer el interferón, en marzo de 1981 seis jóvenes científicos partieron hacia la nación europea, siendo entrenados por el eminente especialista finlandés. Integraron aquel grupo fundacional Manuel Limonta Vidal, Ángel Aguilera Rodríguez, Eduardo Pentón Arias, Victoria Ramírez Albajes, Silvio Barcelona Hernández, y el recientemente fallecido doctor Pedro López Saura.
Tan pronto volvieron comenzaron a trabajar intensamente junto a una colaboradora de Cantell en un pequeño laboratorio situado en la casa número 149 del capitalino reparto Atabey, donde el 28 de mayo de 1981 lograron producir a partir de glóbulos blancos el primer interferón cubano en menos de 45 días, hecho considerado una verdadera proeza científica. En opinión de los estudiosos del tema el hecho marcó el punto de partida del desarrollo de la biotecnología nacional.
Ya en el mes de julio empezó a aplicarse en pacientes contagiados por el virus del dengue tipo 2, y meses más tarde en el enfrentamiento a la epidemia de conjuntivitis hemorrágica, registrándose resultados positivos en ambas dolencias.
Durante el acto de constitución del Destacamento de Ciencias Médicas Carlos Juan Finlay el 6 de enero de 1982, Fidel expresaría que “entre el momento que oímos hablar del Interferón de glóbulos blancos y el momento en que se produjo el primer interferón en Cuba no pasaron cuatro meses”.
Ese propio año y con la misión de asumir las incipientes producciones del citado medicamento, quedó inaugurado el Centro de Investigaciones Biológicas, a cuya apertura asistieron el Comandante en Jefe y Kari Cantell. El paso dado puso de manifiesto la voluntad del Estado cubano por impulsar la biotecnología como una de las principales industrias del futuro progreso de la nación.
Dotado del más avanzado equipamiento tecnológico del momento y de una revolucionaria forma de concepción del trabajo a ciclo completo de investigación-producción y comercialización, el primero de julio de 1986 abrió sus puertas el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), obra completamente financiada por el Gobierno revolucionario.
Para un país bloqueado y de limitados recursos se trataba de un hecho insólito, pues en aquellos tiempos incursionar en esa disciplina científica era un privilegio casi exclusivo de determinadas naciones altamente desarrolladas.
Al hablar en el acto de apertura de la flamante instalación, Fidel expresó con optimismo visionario: “el centro es grande, pero yo espero que sean grandes también los resultados científicos que obtengan en este centro”.
Luego surgieron nuevas instituciones dirigidas a fomentar el naciente sector, como los centros biotecnológicos de Camagüey y Sancti Spíritus en 1989 y 1990, respectivamente, y el Centro de Inmunología Molecular en 1994. Incluso a pesar de la severa crisis económica sufrida en los comienzos de la década del 90 a causa de la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista europeo, junto al recrudecimiento del bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos, esta pujante industria basada en el conocimiento científico creció rápidamente y multiplicó las exportaciones en apenas unos pocos años.
Hoy el CIGB es un gran complejo científico productivo en el cual laboran alrededor de 1 600 trabajadores con la misión de lograr vacunas humanas y veterinarias, medios diagnósticos, anticuerpos monoclonales y proteínas por vía recombinante para usos terapéuticos, además de impulsar otros renglones vinculados con la biotecnología de las plantas y la acuicultura.
Su colectivo de investigadores y técnicos dispone de una sólida preparación profesional, lo que unido al estricto cumplimiento de los indicadores internacionales de buenas prácticas, sustenta la confiabilidad, elevada calidad, seguridad y competitividad de los resultados.
El doctor Manuel Raíces Pérez Castañeda, del departamento de Productos Estratégicos de la entidad perteneciente al Grupo de las Industrias Biotecnológica y Farmacéutica, BioCubaFarma, dijo a Granma que más de una docena de productos desarrollados en el CIGB han tenido un impacto notable en el mejoramiento de la salud de la población cubana.
Figuran en la relación la estreptoquinasa recombinante que contribuye a restablecer el flujo sanguíneo en pacientes con infarto del miocardio y previene la necrosis isquémica del corazón (su uso se generalizó en 1993 y salva de 200 a 400 vidas cada año), y la vacuna contra la infección por el virus de la hepatitis B, capaz de reducir las consecuencias potenciales de esa enfermedad, entre ellas las hepatitis agudas y crónicas, la cirrosis hepática y el hepatocarcinoma primario. Vale resaltar que debido a la aplicación masiva de ese medicamento nuestro país no reporta casos de hepatitis B aguda en niños por debajo de cinco años desde 1999, condición que a partir del 2006 también se extendió a los menores de 15.
También sobresale la vacuna pentavalente líquida (Heberpenta) para la difteria, tétano, tosferina, hepatitis B y la Haemophilus influenzae tipo B, que en el 2009 pasó a formar parte del programa de vacunación infantil del Ministerio de Salud Pública y ha beneficiado a más de 600 000 niños.
Indispensable citar, además, al Heberprot-P liofilizado, único de su tipo en el mundo y actualmente el producto líder del centro, destinado a la terapia de la úlcera del pie diabético en estadios avanzados, que aplicado en más de 55 000 pacientes cubanos desde el 2007 evitó alrededor de 12 000 amputaciones de diverso grado.
Sobresale, asimismo, la nueva vacuna terapéutica HeberNasvac contra la hepatitis B crónica administrada por vía nasal, registrada en el 2015. Según los expertos podría convertirse en el mejor tratamiento disponible en el mundo para esa dolencia.
Dentro de las novedades más prometedoras, el doctor Manuel Raíces mencionó las investigaciones en ejecución con el CIGB-500, nuevo fármaco en desarrollo que muestra un significativo efecto cardioprotector, el péptido antitumoral CIGB-300 con buenos resultados a nivel de laboratorio y clínicos, y el Heberferón, una combinación del interferón-alfa 2b y gamma recombinante, para tratar cáncer de la piel no melanoma y otras enfermedades oncológicas, actualmente en estudio.
En el sector agropecuario y la acuicultura destacan el producto ecológico HerberNem, destinado al control de nematodos en varios cultivos, y el Acuabio 1, estimulador del crecimiento y el sistema inmune en organismos marinos, aplicado de manera experimental con resultados favorables en el cultivo del camarón y el salmón, principalmente.
Tres décadas de fecunda labor validan la estratégica decisión de fundar el CIGB. Los resultados creados aquí no solo salvan vidas y eliminan enfermedades, sino que con sus crecientes exportaciones contribuyen a la economía del país. El desafío inmediato radica en obtener nuevos productos innovadores de alto valor agregado en beneficio de la salud del pueblo y llegar a insertarlos en los mercados más exigentes del orbe.
Por: Orfilio Peláez
Fuente: Granma. Disponible en: http://www.granma.cu/ciencia/2016-07-01/simbolo-de-un-asombroso-despegue-01-07-2016-21-07-30